Darío Enríquez

Las primeras ciudades del mundo

Las primeras ciudades del mundo
Darío Enríquez
19 de abril del 2017

Son el punto de partida de nuestra civilización

Contra lo que se se creía hace un tiempo —y aún algunos siguen creyendo— no fue exactamente el descubrimiento de la agricultura lo que dio inicio a la civilización humana, sino la aparición de las primeras ciudades. Cuando la investigadora americana Jane Jacobs (1969) lo dijo por primera vez causó conmoción en aquellos que mantenían la visión vigente entonces, hoy ya anacrónica, de la agricultura como punto de partida visible de nuestra civilización.

En lo que hay consenso es que este génesis civilizatorio tuvo lugar en la zona denominada “Medialuna fértil”, espacio geográfico entre los ríos Eufrates y Tigris, abundante en agua y terrenos propicios para la naciente agricultura de hace 10,000 años. No es coincidencia que en esta zona se ubique también el mítico “Paraíso terrenal”, y que los relatos bíblicos concernientes sean una suerte de crónica legendaria de los inicios de la civilización.

Para definir un horizonte temporal, debemos remitirnos 40,000 años atrás, al periodo en el que coexistieron el Cro-Magnon y el Neanderthal, con asentamientos humanos que fueron la base sobre la que miles de años después surgirían las primeras ciudades (Galduf 2008). Pero el tránsito no fue automático. En una larga incubación, una especie como el Neanderthal desaparece y otra como el Cro-Magnon da paso al evolucionado Sapiens, que es propiamente nuestra especie. Grupos tribales ocupan esos espacios geográficos, viviendo de la cacería y la recolección. Poco a poco fueron incorporando prácticas agrícolas de subsistencia, domesticación de animales y una producción rudimentaria, poco especializada, de diversos instrumentos que ayudaban al ser humano en su lucha diaria por la supervivencia. La posibilidad de matar a distancia marca un hito (Mosterín 2006), difìcil de precisar en el tiempo, con el diseño de armas que les permiten no solo cazar animales para alimentarse, sino también eliminar a otros seres humanos en forma anónima e inadvertida (a diferencia de la lucha cuerpo a cuerpo), en el contexto del belicismo que acompaña el largo y complejo camino de evolución cultural de nuestra especie.

Es un tema de discusión vigente si el gran asentamiento neolítico de Çatal Hüyük fue la primera ciudad de nuestra civilización. Desde su descubrimiento por James Mellaart en 1958, hubo dudas si este asentamiento prehistórico —cuyas capas más antiguas datan de hace 9,000 años— podría considerarse la primera ciudad o simplemente una protociudad (Mellaart 1967), etapa previa a lo que se considera como la gran explosión urbana 2,500 años después. Se ubica en la región de Anatolia, unos 250 km al oeste de la naciente de los ríos Tigris y Éufrates.

La chispa mágica de la civilización urbana hace emerger una veintena de ciudades en la mencionada “Medialuna fértil”, espacio geográfico en el que hoy ubicamos países como Irán, Iraq, Siria y Turquía. En el lapso de 1,500 años se fundan ciudades como Uruk, Ur, Akshak, Sippar, Kish, Nippur, Larak, Adab, Umma, Lagash, Badtibira, Eridu, Larsa, Ebla, Babilonia, Isin, etc. El comercio entre ellas y otros asentamientos menores alimenta positivamente el proceso. Es cuando la producción de armas e instrumentos se consolida en una división social del trabajo, se inventa la escritura, la revolución agrícola logra alcanzar una escala de productividad más allá de la subsistencia (Mark 2014), con excedentes que favorecen el intercambio y la posibilidad de ocio para la producciòn y el consumo de otros bienes superiores.

Otros asentamientos humanos convertidos luego en centros urbanos comienzan a aparecer cercanos a la línea imaginaria terrestre denominada paralelo 33, zona bastante propicia por la benignidad de su clima: India, China, Egipto, Grecia, Roma e incluso los Mayas en América. Por ello la cronología y ubicación de Caral, sin disputa la primera gran urbe americana —en la faja desértica sudamericana— luce fuera de ese contexto. Incluso en este espacio se han localizado al menos otros 18 sitios similares a Caral, lo que nos habla de una red de centros urbanos similar a la que encontramos en la antigua Mesopotamia. Según Shady, Haas y Creamer (2001), la Caral que conocemos fue fundada hace 3,500 o 4,000 años. Sin embargo, se habría encontrado vestigios de una otra Caral más antigua debajo del actual sitio, lo que nos llevaría a un horizonte temporal cercano al de Mesopotamia. Lo curioso es que Caral está fuera del patrón inicial de urbanización humana alrededor del paralelo 33. Faltaría definir si esos vestigios corresponden a lo que puede considerarse como centro urbano o tal vez se trate de un asentamiento humano preurbano, tal como se considera a Çatal Hüyük.

Darío Enríquez

Darío Enríquez
19 de abril del 2017

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