Carlos Adrianzén
¿Cuánto creceremos el 2025?
La inversión sigue cayendo y los flujos comerciales son mediocres
En ausencia de alguna hecatombe, la respuesta a la pregunta esbozada resulta simple. La inercia y política económica del Perú se mantiene estancada. Entre enero del 2024 y enero del 2025 solo hemos cambiado de calendario. Es necesario ponderar alguna razón sólida, para esperar un crecimiento mayor que el de los últimos tiempos.Por ello y para conocer razonablemente dentro de qué márgenes podríamos crecer este 2025, sirve de mucho observar tanto, (1) a qué ritmos viene creciendo anualmente la economía del país (ver subgrafo de la izquierda); y especialmente (2) cuáles serían la tasas de inversión bruta fija en el Perú (ver subgrafo de la derecha).
Las metas o las proyecciones de parte se hacen a gusto del cliente. Es decir, comparar los aludidos crecimientos a lo largo del último año (2024/2023); versus el promedio de dicho crecimiento a lo largo de los últimos cinco años (2024/2019); versus el promedio de crecimiento anual a lo largo de la última década (periodo 2024/2019). Algo así como enfocar como venimos creciendo e invirtiendo bajo perspectivas de corto, mediano y largo plazo.
Si, en todos los casos, las tasas de crecimiento resultasen bajas, y sería poco verosímil esperar un 2025 diferente. Todo esto, en ausencia de un shock externo extremadamente favorable. Reconocido esto, encontraremos que las cifras del crecimiento peruano hoy resultan meridianas (Ver Gráfico A)
Bueno pues, nuestros crecimientos en el corto, mediano y largo plazo apenas coquetean con el crecimiento de la población. Mientras la inversión estatal se infla el 2024, la privada persiste desplazada. Sobre este punto destacan tres acápites:
- Desde los tiempos de Humala hasta Boluarte, nuestro país está económicamente estancado. El último año –con la señora Boluarte– se ha dado un incipiente quiebre de la tendencia de declive, aunque la inversión no termina de recuperarse.
- Enfocando solo el ambiente interno, esperar que esto cambie mágicamente el 2025 –en un lapso electoral con un ejecutivo maniatado por un congreso populista– resulta algo iluso.
- El 2025 pues viene tan opaco como fueron el promedio de la última década, del último quinquenio; y también, del último año.
De lo que casi nadie habla hoy
En estos tiempos, en medio de continuos retrocesos a las reformas de mercado y con pocos sesos en la gestión económica local, esperar un crecimiento (mayor al 5% anual) –que reduzca la pobreza local significativamente– luce muy improbable. Asimismo, resulta clave reconocer que –cualquier shock externo negativo– lo complicaría todo. Nos agarraría mal parados; con un déficit fiscal descontrolado, un legislativo populista y con estimados de gobernanza estatal deplorables. Cualquier impacto nos podría tumbar.
Regresando a la perspectiva temporal de los años pospandemia y la gestión de izquierdistas, en los dos subgrafos de la segunda figura, la evolución de la economía peruana viene marcada por una sostenida caída de tres puntos del PBI en la inversión bruta interna y una solo incipiente recuperación de la actividad económica.
Este cuadro macroeconómico es difícil de revertir. Pero no imposible. Para ello el MEF debe apostar por cerrar su creciente déficit y acompañar decentemente los esfuerzos del Banco Central de Reserva en la dirección de preservar el cumplimiento de la meta inflacionaria y el moderado superávit de la cuenta corriente de la Balanza de Pagos.
Asimismo, el versátil MEF de Dina Boluarte debe ser caro explicando a los congresistas que cualquier exceso populista se reflejará en un desastre electoral el 2026.
De hecho, sirve de mucho reconocer que los afanes expansivos de la política fiscal han probado ser tremendamente ineficaces. Si se ha dado una tibia reactivación no ha sido por la política fiscal, sino por la salida del candidato filo-senderista.
¿Cómo tener un buen 2025?
Inicio este epílogo recordándole un detalle clave. Un buen año económico es algo deseable… pero poco significativo reduciendo la pobreza. Enterrando –bien enterradas– las versiones ideológicamente cargadas de lo que dijo John M. Keynes, solo el crecimiento de largo plazo es relevante. Por más que existan picos, lo que enriquece a una nación –haciéndola próspera y feliz– son muchos años de alto crecimiento económico. Léase, consolidando décadas con alto crecimiento de la Inversión privada.
Un escenario magro, hosco y hasta aburrido como el de nuestro país (ver gráfico D, por ejemplo) y Latinoamérica en la última década, no deja sorpresas positivas, ni razones fundadas para celebrar. Hoy, el trabajo de enervar drásticamente la inversión y el comercio exterior peruana está a todas luces pendiente… sino abandonado.
El tercer gráfico de estas líneas contrasta que la izquierda en el poder ha hecho su trabajo nuclear: derrumbar la inversión y opacar el comercio exterior (ver Gráfico C).
Como lo muestran los dos subgrafos de la tercera figura, la inversión cae y los flujos comerciales son hoy mediocres en el Perú. Para revertir este cuadro, hay que quebrar la inercia de deterioro institucional neo-marxista (por corrupción e ineficacia estatal, incumplimiento de la ley etc.) inoculado en nuestra institucionalidad desde el ingreso de los gobiernos de Humala en adelante. En español sencillo: por encima incluso de cualquier mejora en materias de gestión fiscal o monetaria, simplemente debemos transitar hacia un estricto respeto a la ley y a la separación de poderes, mientras se consolidan instituciones donde no se tolere el abuso estatal.
Dado lo anterior, aprovecho este cierre para desearles lo que en realidad importaría. No solo uno, sino décadas de buenos años. Lo otro implica engañarnos.
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