Berit Knudsen
Crisis humanitaria: “Más allá de las fronteras”
Para entender y enfrentar el problema migratorio
La migración ha marcado la historia de la humanidad desde sus inicios, como consecuencia de la búsqueda constante de mejores condiciones de vida, seguridad y oportunidades. En la actualidad unos 281 millones de personas viven fuera de sus países de origen, 3.5% de la población mundial. Estados Unidos y Europa recibe un 50% de los migrantes; son destinos elegidos por sus economías fuertes y estables, la promesa de mejores oportunidades, sus sistemas educativos de calidad, y la seguridad y libertades individuales.
Pero estos problemas globales deben ser analizados no desde sus consecuencias, sino por las causas sociales, políticas y económicas que los desencadenan. Las migraciones presentan raíces comunes en factores como la pobreza, los conflictos armados, la represión política o los desastres naturales, que impulsan a millones a abandonar sus hogares. Pero existen motivos menos evidentes, como la búsqueda de una mejor calidad de vida o escapar de regímenes autoritarios que restringen las libertades. El denominador común son las condiciones que impiden una vida digna en sus países de origen.
En un mundo donde la tasa de fertilidad en los países desarrollados cae drásticamente, la migración emerge como solución al desequilibrio poblacional. En estas naciones el promedio de hijos por mujer es de apenas 1.5 –por debajo del nivel de reemplazo, que es de 2.2– lo que impide mantener una población constante sin migraciones. Esta realidad tiene como consecuencia el envejecimiento de la población y la escasez de mano de obra, que amenazan con desestabilizar a economías enteras. La llegada de migrantes jóvenes y capacitados llena estas brechas, contribuyendo al crecimiento económico y al sostenimiento del sistema de bienestar social.
El peligro radica en abordar el fenómeno migratorio desde sus consecuencias, una miopía que lleva a implementar políticas restrictivas, exacerbando la estigmatización de los migrantes e ignorando las verdaderas raíces. Para enfrentar el problema migratorio es necesario entender las condiciones subyacentes que obligan a las personas a desplazarse, y atacarlas con estrategias y soluciones sostenibles.
La postura de China con su propuesta de "Civilización global" plantea un desafío adicional. Esta doctrina, que defiende la soberanía absoluta de cada nación para gobernarse según sus propios términos, legitima los regímenes autoritarios, socavando la promoción de la democracia, consolidando modelos opresivos que priorizan el poder sobre el bienestar ciudadano.
El caso venezolano ilustra cómo la inestabilidad política y violación de derechos humanos desencadena migraciones masivas en ausencia de conflictos armados o desastres naturales. Millones de venezolanos huyen por una combinación de represión política, colapso económico e inseguridad generalizada. La Corte Interamericana de Derechos Humanos, sobre la base de informes de la Corte Penal Internacional, califica al régimen venezolano como "Dictadura de Estado" por las violaciones sistemáticas de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad. Eso convierte a Venezuela en un termómetro para América, que revela cómo la corrupción y la falta de instituciones sólidas generan crisis humanitarias de proporciones devastadoras.
Frente a este panorama, la comunidad internacional tiene la responsabilidad de adoptar una posición firme y coordinada. Inacción o posturas ambiguas, como las observadas en Brasil, Colombia o México, contribuyen a perpetuar las dictaduras en Cuba, Nicaragua o Venezuela, contaminando a otros países. Los gobiernos democráticos deben unirse para defender los derechos humanos, el estado de derecho y sus instituciones con un mensaje claro de rechazo tajante a la opresión y violaciones sistemáticas.
La migración, lejos de ser un problema aislado, refleja desigualdades y tensiones globales. Abordar sus causas fundamentales requiere un enfoque holístico, que combine el respeto por los derechos humanos, la promoción de la democracia y la colaboración internacional para transformar este fenómeno en una fuerza positiva que beneficie a las sociedades de origen y destino.
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