Francisco de Pierola
El viraje de Zuckerberg y el inicio del 2025
¿Efecto Trump o vuelta a la cordura?
El 2025 ha comenzado con un aire de renovación que invita a la reflexión. La salida de Justin Trudeau del poder en Canadá y el anuncio de un cambio significativo en la política de Meta, el gigante tecnológico liderado por Mark Zuckerberg, marcan hitos que podrían estar definiendo un viraje global hacia la cordura. La pregunta es inevitable: ¿es este el efecto Trump en acción o simplemente un reconocimiento tardío de que la censura y el progresismo extremo han llevado a nuestras sociedades a un callejón sin salida?
Mark Zuckerberg, fundador de Facebook y propietario de Instagram y WhatsApp, ha sorprendido al mundo al anunciar que Meta restaurará la libertad de expresión en sus plataformas, eliminando los controvertidos "fact-checkers" que en los últimos años se habían convertido en un arma de censura ideológica. Además, la reciente inclusión de Dana White, presidente de UFC, en la junta directiva de Meta no es una mera casualidad. Es una declaración de intenciones: la corporación que lideró la era de la vigilancia digital está intentando redimir su imagen, al menos en lo que respecta a la libertad de expresión.
Zuckerberg también admitió públicamente haber cometido errores al involucrarse demasiado en política a través de sus plataformas. Una declaración que hace eco de los tiempos en que Meta se alineó con narrativas progresistas, promoviendo la censura draconiana bajo la excusa de combatir la "desinformación". Pero el costo de esa postura ha sido alto. Las plataformas de Meta perdieron usuarios, credibilidad y, lo más importante, la confianza de una parte significativa de la población que veía estas herramientas como espacios neutrales para el intercambio de ideas. Elon Musk supo aprovechar esta ausencia de libertad en el mercado de las redes sociales para impulsar X, otrora Twitter.
Mientras tanto, en países como Inglaterra o Canadá, la censura ideológica ha alcanzado niveles alarmantes. En algunos lugares, una publicación en redes sociales que provoque "ansiedad" puede ser considerada un crimen, mientras que el asesinato filial, es defendido como un derecho humano incuestionable. Estas contradicciones también se ven en la mutilación de niños y adolescentes bajo el amparo de la mal llamada “afirmación de género” o "terapia hormonal". Estas prácticas irreversibles, presentadas como símbolos de libertad e inclusión, reflejan el extremo de una agenda que ha perdido contacto con la realidad y la razón.
Es aquí donde el "efecto Trump" cobra relevancia. Aunque el exmandatario estadounidense no está en el poder aún, su legado se mantiene como un contrapeso cultural y político. Durante su pasado mandato y, con más ahínco en la reciente campaña electoral, Trump denunció la hegemonía cultural de la izquierda y desafió las estructuras que sostenían la narrativa progresista. Este enfoque, aunque polarizante, plantó las semillas de una resistencia global que ahora empieza a dar frutos. La derrota de figuras progresistas como Kamala Harris en las pasadas elecciones estadounidenses y el desgaste de Trudeau son indicios de un cambio de rumbo.
El viraje de Zuckerberg, aunque oportunista, también refleja esta tendencia. No sabemos si su decisión responde a convicciones personales o a una presión externa para salvar su imperio tecnológico. Pero lo que sí es claro es que su cambio de postura se produce en un contexto donde la libertad de expresión está siendo defendida como una trinchera vital contra la tiranía ideológica. Es difícil imaginar que se hubieran dado los mismos cambios morales si es que hubiera ganado Kamala Harris.
El inicio del 2025, con estos acontecimientos, se siente como un respiro. El mundo parece estar despertando del letargo impuesto por el progresismo extremo, que ha redefinido conceptos fundamentales como justicia, verdad y libertad. Este despertar, sin embargo, no está garantizado. La resistencia de las élites culturales y políticas que se beneficiaron de este esquema ideológico es feroz. Para ellos, la restauración de la libertad de expresión y la búsqueda de cordura representan una amenaza directa a su poder.
¿Qué podemos esperar de aquí en adelante? La lucha está lejos de terminar, pero los cambios mencionados representan una oportunidad para reconstruir las bases de sociedades libres donde el debate de ideas sea el eje central, y no un privilegio reservado a quienes se alinean con una agenda específica.
Zuckerberg y otros líderes corporativos que están reconsiderando sus posturas ideológicas tienen la posibilidad de redimirse. Sin embargo, no debemos depender de ellos. La verdadera responsabilidad recae en los ciudadanos que, con su voz y acciones, pueden consolidar este cambio hacia la cordura. Como conservadores, el reto es claro: aprovechar este momento para defender con firmeza los valores que garantizan una sociedad justa y libre.
El 2025 comienza con esperanza, pero también con un recordatorio: la libertad nunca está garantizada, y cada generación tiene el deber de luchar por ella. Es un buen año para empezar a hacerlo.
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