Una de las cosas más terribles que podría suceder en el ...
En el Perú los acontecimientos de la vacancia de Dina Boluarte y la designación de Jerí como jefe de Estado –en su calidad de titular del Legislativo– no nos han permitido celebrar ni reflexionar adecuadamente sobre la importancia del 12 de octubre, la fecha en que se celebra el día de la Hispanidad, la fecha en que Cristóbal Colón llegó a las Américas y se produjo el encuentro del mundo occidental con las pueblos y civilizaciones originarias. De allí nació la Hispanidad, la peruanidad y la definición de nuestro ser nacional.
Durante mucho tiempo el desarrollo de una leyenda negra sobre la experiencia virreinal impidió que los peruanos e hispanoamericanos en general celebráramos este acontecimiento tan decisivo. Uno de los mestizajes más poderosos de la historia de la humanidad pretendió ser reducido a invasión, imposición y exclusión; y de pronto, los peruanos y los hispanoamericanos empezamos a creer que nuestra verdadera historia empezaba con las independencias y la fundación de las repúblicas en el siglo XIX.
Más tarde las corrientes marxistas y progresistas reinterpretaron diversas teorías sobre la colonialidad y la imposición de Occidente, llegando a sostener que la región tenía que librarse de cinco siglos de colonialismo y refundar las sociedades sobre proyectos anticoloniales. Es decir, dentro de los cinco siglos también pretendían cargarse más de dos siglos de experiencia republicana y, de esta manera, se construyó todo el armatoste intelectual para justificar los proyectos de las asambleas constituyentes y refundar los estados bajo el modelo de repúblicas plurinacionales.
Es este en este contexto en que comenzó una lucha lenta pero ascendente en contra de la leyenda negra de nuestro pasado virreinal y descubrimos, por ejemplo, que la mayor época de grandeza del Perú solo puede encontrarse en su pasado virreinal: un ingreso per cápita que igualaba o superaba a los de España e Inglaterra, sobre todo por la economía de la plata de las minas de Potosí (a través del quinto real). Un sistema virreinal basado en el diálogo y la continuidad de dos noblezas: la nobleza del Imperio representado por la monarquía y el rey y las noblezas indígenas herederas de las panacas reales del Cusco. El virreinato del Perú, entonces, luego de la Conquista se convirtió en la alianza de dos noblezas y los nobles indígenas tenían las mismas prerrogativas y eran educados de la misma manera que cualquier noble de un reino mediterráneo del Imperio Español.
Igualmente descubrimos que el quechua y el aymara son lenguas originarias que fueron preservadas por los sacerdotes españoles, quienes redactaron sus respectivas gramáticas para crear lenguas francas en las sociedades indígenas y enseñar los evangelios. En ese entonces en el mundo indígena se hablaban decenas de dialectos y lenguas que hoy han desaparecido.
Asimismo, se ha llegado a la conclusión de que en los Andes peruanos reverbera la España de los siglos pasados, la España que ha desaparecido, incluso, de la propia España. Por ejemplo, las comunidades campesinas de los Andes son réplicas institucionales de las comunidades campesinas de Castilla (por las reformas del virrey Toledo). Igualmente, los vestidos, las polleras de las mujeres, los sombreros y chalecos de los hombres, la música y los instrumentos de viento parecen extraídos de las comunidades castellanas. Y ni qué decir de la poderosa religiosidad católica de los Andes, donde se celebran las semanas santas más masivas y fervorosas de la región.
Si hablamos sin prejuicios, si hacemos un poco de antropología y sociología caeremos en la cuenta de que la Hispanidad atraviesa toda la peruanidad, incluso hasta el quechua. De allí que el Perú e Hispanoamérica representen uno de los rostros morenos que tiene Occidente, una cultura que proviene del mestizaje más sorprendente entre los pueblos originarios y lo español.
Por todas esas razones, ¡viva el día de la Hispanidad!
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