Perú: un gigante del turismo, pero dormido

El Perú tiene una cultura milenaria que, en cuanto a variedad y monumentos arqueológicos, no tiene nada que envidiar a las de otras sociedades. El país tiene suficiente legado histórico y cultural como para convertirse en una de las potencias turísticas del planeta. Sin embargo, la potencialidad turística del país no se ha desatado y las cifras desconciertan. Por ejemplo, México genera alrededor de US$ 274,000 millones en divisas por turismo en tanto que el Perú apenas sobrepasa los US$ 5,000 millones.

Algo más. En el 2025 el país recibirá a más de tres millones de turistas superando los niveles previos a la pandemia; sin embargo, Francia captó más de 100 millones de turistas, España cerca de 95 millones y México superó los 46 millones. ¿Cómo se puede explicar semejante situación? La única respuesta posible: El Perú no tiene una política de Estado que promueva el turismo como una actividad nacional.

No obstante, a estas alturas, a pesar de todos los límites, el turismo se ha convertido en la tercera actividad que más divisas genera, detrás de la minería y las agroexportaciones. E igualmente, el turismo genera alrededor de 1.5 millones de empleos entre directos e indirectos. En este contexto no es exagerado sostener que el turismo representa una de las tres principales columnas del desarrollo nacional, al lado de la inversión minera y en agroexportaciones.

Es evidente que el Perú no desata su potencialidad en turismo porque en los sucesivos gobiernos se ha ignorado la trascendencia de contar con una política de Estado para el turismo. De esta manera el gobierno central, los gobiernos regionales y los municipios actúan al libre albedrío con respecto a este sector. El caso de Machu Picchu, una de las Siete Maravillas de la Humanidad, en el que la burocracia y la política mezquina suelen paralizar la venta de boletos y el sistema de transporte revela, la gravedad de la situación del turismo.

 A la falta de una política de Estado se agrega la excesiva burocratización estatal y la ausencia del Estado de derecho, sobre todo la falta de principio de autoridad. En este contexto, el déficit de infraestructuras general de nuestra sociedad tiene un efecto devastador en el desarrollo del turismo en el país. La falta de trenes, carreteras, aeropuertos, líneas aéreas e infraestructura hotelera impacta y neutraliza las posibilidades de desarrollar el potencial turístico del país.

El Perú tiene todas las condiciones para convertirse en un actor del turismo mundial. Desde la visita a las Líneas de Nazca, pasando por ciudades como Arequipa hasta el Cusco, y desde allí hasta Machu Picchu, resultan una oferta irrenunciable. Igualmente, el Lago Titicaca y los restos arqueológicos emplazados alrededor. Y del otro lado de la cordillera, el turismo en la Amazonía, en el gigantesco río Amazonas y los pueblos nativos de la región.

Una política nacional de turismo asimismo debe convertir la oferta gastronómica nacional, una de las mejores del planeta, en otro de los activos centrales de cualquier oferta turística en el país.

Una de las cosas más extraordinarias que desencadenaría el desarrollo del potencial turístico del país sería la conversión de comunidades y localidades –hoy en pobreza– en espacios de nuevas clases medias y prosperidad por el efecto multiplicador en empleos y servicios que genera la industria del turismo.

El desarrollo del turismo, pues, es un asunto crucial para el desarrollo nacional.