Mariana de los Ríos

“Wicked: Por siempre”: amistad y poder

Se ha estrenado la segunda parte de la saga derivada de “El Mago de Oz”

“Wicked: Por siempre”: amistad y poder
Mariana de los Ríos
03 de diciembre del 2025

 

La película Wicked: Por siempre (2025) retoma la historia justo donde la primera parte –Wicked (2024)– la dejó y funciona como un cierre emocional para el díptico dirigido por Jon M. Chu (China, 1979. La continuidad visual y musical conecta ambas entregas, pero aquí el foco está puesto en el vínculo entre Elphaba y Glinda y en cómo esa amistad, ya probada antes, enfrenta su tramo más áspero. La película dialoga de forma directa con su antecesora, completando su arco con un tono más firme y sombrío.

La trama sigue las consecuencias del ascenso de Glinda (interpretada por Ariana Grande) al centro de la vida pública de Oz mientras Elphaba (una destacable Cynthia Erivo), convertida en figura proscrita, intenta comprender su nuevo lugar. Glinda se convence de que trabaja por el bien común junto al Mago (Jeff Goldblum), aunque las intenciones de este resultan turbias. Las tensiones personales y políticas empujan a las dos brujas hacia decisiones duras que definirán quiénes quieren ser.

Como en la primera película, la estética de Oz es un motor narrativo. El diseño de producción conserva la estilización brillante del universo original pero incorpora matices más fríos, acordes al cambio de ánimo del relato. Los espacios de Glinda, bañados en rosas y cremas, refuerzan su imagen pública de seguridad, mientras la energía de Elphaba se expresa en escenarios amplios, sombras marcadas y líneas que parecen tensarse a su paso. Chu mantiene un sentido del espectáculo que nunca descuida el detalle.

Las coreografías y los momentos musicales están filmados con soltura y fluidez. La cámara de Alice Brooks acompaña a los intérpretes sin entorpecer la emoción de cada número, y aunque las canciones nuevas quizá no tengan la pegada inmediata de las más conocidas, el contenido emocional está a la altura. “No Good Deed” se convierte en un punto alto, tanto por la potencia vocal de Cynthia Erivo como por la construcción visual que subraya su conflicto interno.

El guion dedica tiempo a mostrar cómo el poder cambia a quienes lo ejercen y a quienes lo observan. Glinda vive un ascenso envuelto en brillo, pero sostenido por una fragilidad que no se permite admitir. La llegada del famoso globo que usa como transporte muestra su gusto por la teatralidad. Al mismo tiempo, el Mago gana presencia como figura que oculta sus debilidades bajo trucos y discursos alegres. Esa fachada empieza a agrietarse y su derrumbe arrastra a todos.

La aparición de personajes emblemáticos del universo de Oz busca completar el mapa que la primera parte dejó insinuado. El León, el Hombre de Hojalata y el Espantapájaros reciben pequeñas historias que explican su condición posterior. Algunas funcionan con claridad y otras quedan más difusas, en especial la del Espantapájaros, cuya lógica emocional parece incompleta. La llegada de Dorothy actúa como detonante del tramo final y recuerda que este relato es un puente hacia una historia ya conocida.

Hasta este punto la película se sostiene con un tono coherente y una construcción sólida de su mundo. Sin embargo, la acumulación de guiños, personajes nuevos y subtramas deja cierta sensación de dispersión. El afán de enlazar cada elemento con la obra clásica resta tiempo a historias que pedían más desarrollo. El resultado es un equilibrio algo inestable entre la ambición épica y la intimidad, que es lo que mejor funciona en el vínculo entre las protagonistas.

La película también se enfrenta al reto de explicar la caída de Elphaba sin traicionar la crítica implícita a la forma en que la sociedad etiqueta a quienes se salen de la norma. Aunque el tránsito hacia su imagen pública de Bruja Malvada está bien sugerido, el relato a veces acelera para encajar con lo que el público ya sabe de la historia. Esto provoca pequeñas tensiones entre lo que la película quiere defender y lo que debe cumplir como precuela.

Aun así, la fuerza final recae en las interpretaciones de Erivo y Grande. Su química sostiene la película en los momentos decisivos; y su último número, “For Good”, resume con claridad lo que la historia propone: dos personas que, pese a las distancias y errores, reconocen lo que han significado la una para la otra. La despedida es un cierre sincero para una saga que, con luces y sombras, logra emocionarnos.

Mariana de los Ríos
03 de diciembre del 2025

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