Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
El debate ideológico que se debe promover
En un interesante artículo publicado en El Comercio, “El sueño derechista era una pesadilla”, el sociólogo Alberto Vergara señala que “un distraído ha dicho que hemos padecido el sexto año de Humala; en realidad, para bien o para mal, hemos atestiguado el decimosexto de Toledo”. Vergara elabora la figura porque está hablando de la persistencia del modelo económico y social que decidieron continuar Toledo, luego García, Humala y ahora PPK. Más allá de esa pretensión de conocimiento o análisis con “autoridad”, sobre el común de los mortales, con que elabora sus reflexiones, el sociólogo de izquierda no dice absolutamente nada sobre cuál es el otro modelo. ¿A qué modelo económico, social y político de sociedad se refiere?
En todo caso, es el mismo tono con el que escriben la mayoría de profesores de la Católica y los académicos que consideran tener la autoridad para ningunear el crecimiento económico del último cuarto de siglo. Sin embargo en los escritos de los señalados autores existe una crítica que debe considerarse: el “modelo neoliberal” es intrínsecamente anti institucional; es decir, se desarrolla sin institucionalidad y, por lo tanto, debilita a la democracia, los partidos y otras referencias de la sociedad abierta.
Antes de continuar sería bueno plantear una primera aproximación. Pese a todos los problemas del Perú actual, ¿este es el mejor momento de nuestra historia republicana? En este portal nos atrevemos a sostener que sí. Cuatro elecciones democráticas sucesivas, reducción de pobreza del 60% de la población a solo 20%, engrosamiento de las clases medias como nunca antes y caída libre de la mortalidad infantil. ¿Es o no el mejor momento republicano? ¿Hubo otro? Si lo hubo, por favor, ayúdennos a superar la ignorancia. En cualquier caso es el momento en que los 30 millones de peruanos tienen la plena posibilidad de acceder al voto y la propiedad.
Planteadas las cosas así, surge otra pregunta, ¿cuál es la principal explicación de la continuidad democrática y la expansión del bienestar? ¿Los partidos, los sindicatos, los gremios, la sociedad civil, los tecnócratas? ¿No es acaso el modelo económico y social que ha permitido el surgimiento del sector privado más grande y democratizado de nuestra historia? Todo parece indicar que sí, a menos que se pretenda tapar el sol con un dedo. Y es que el proceso peruano, de alguna manera, solo reproduce las regularidades que se presentaron en la consolidación de las democracias de Estados Unidos y el Reino Unido; en otras palabras, no se puede consolidar instituciones sin crecimiento económico. De allí que la gran nación del norte comenzara un crecimiento casi ininterrumpido desde 1830, hasta convertirse en la mayor democracia y en primera potencia económica del planeta.
Nuestro modelo económico y social, por lo tanto, reproduce muchas de las regularidades presentes en las sociedades que alcanzaron el desarrollo: libre comercio, desregulación de mercados y precios libres, un sector privado abrumadoramente mayoritario frente a la propiedad estatal, y enorme espacio desregulado para la innovación.
Sin embargo es evidente que el modelo económico y social avanza con el fracaso general del Estado. Allí están los rankings mundiales que nos señalan que el país está en los últimos lugares en cuanto a instituciones, justicia, infraestructuras, educación, salud e innovación. Ahora bien, ¿de quién es la responsabilidad de ese Estado ausente? ¿Del “modelo neoliberal” o de los políticos que apenas comprenden las claves económicas que nos han permitido organizar el mejor momento de la historia republicana? Es incuestionable que se trata de los políticos.
Libertad económica con un Estado ausente, o con el fracaso general del Estado, produce la paradoja de un extraordinario momento económico y social con retrasos dramáticos. El fracaso del Estado y de las élites han creado el universo de la mala ley o de la norma inaplicable, convirtiendo al Perú en uno de los países más informales de la región.
La mala ley nace de esa visión burocrática de las élites que elaboran la ley consultando a “especialistas con autoridad”, en vez de elaborar la norma en base a un sistema de consultas de abajo hacia arriba. Si se invirtiera la mirada de cómo crear normas nos percataríamos de que el mundo informal es un torrente promercado y proempresarial, y que el fracaso del Estado y sus normas se ha convertido en una cordilleras a sortear para tentar el desarrollo.
Una vez más, ¿cuál es el modelo que proponen los sociólogos de izquierda que suelen reflexionar con la barbilla levantada? ¿Existe una sociedad con instituciones sin crecimiento económico? ¿Dónde, por favor? ¿Acaso las instituciones en Occidente, incluso la propia democracia, no nacieron para potenciar el crecimiento económico y el protagonismo de los privados? Por favor, un solo concepto y nos rendimos ante el conocimiento. En todo caso, hay un exceso de ideología.
COMENTARIOS