Heriberto Bustos

Forzada politización de los gremios

Sindicatos, poder y elecciones: el desafío de no perder el rumbo

Forzada politización de los gremios
Heriberto Bustos
22 de mayo del 2025


La defensa de los derechos de los trabajadores ha dado origen, desde tiempos remotos, al surgimiento del sindicalismo. Este movimiento ha sido, en gran medida, un mecanismo de protección para los “débiles” y “explotados” frente a los dueños de empresas productivas y de servicios. Su naturaleza de frente común, orientado a la unidad en la acción, ha buscado responder a la diversidad de opiniones y posiciones ideológicas dentro del mismo movimiento.

Con el tiempo, tanto sus planes como sus formas organizativas han evolucionado en función de los cambios sociales y económicos. Hace más de 200 años, por ejemplo, cuando florecía la industria en Inglaterra, surgió el ludismo, un movimiento violento que pasó a la historia por promover la destrucción de máquinas. Para los trabajadores de entonces, estos avances tecnológicos representaban la pérdida de empleos y la reducción de sus ingresos. A pesar de esas reacciones iniciales, el sindicalismo, tras intensas luchas y confrontaciones, logró integrarse —aunque no sin tensiones— al sistema capitalista. Se fortaleció mediante la creación de federaciones y confederaciones, incluso superando las fronteras nacionales.

En el contexto internacional, los cambios históricos han dado lugar a dos tendencias distintas en la disputa por el control sindical global. Por un lado, se ha buscado redefinir las metas sindicales en sintonía con el fortalecimiento de la democracia, el desarrollo del capitalismo y la institucionalización de los gremios dentro del aparato estatal. Por otro, persisten intentos por revivir posturas radicales propias de los inicios del sindicalismo, con aspiraciones de carácter mesiánico.

Durante años, el sindicalismo experimentó un estancamiento en su accionar, del que ha empezado a salir más por la debilidad del sistema político y la ausencia de liderazgos partidarios, que por una renovación interna. Hoy, en un escenario marcado por la inseguridad ciudadana —expresada en la extorsión, el sicariato y el incremento de la conflictividad social—, la inoperancia del gobierno ha provocado un rechazo generalizado. En este contexto, varias paralizaciones han puesto en evidencia que los gremios —más que los partidos políticos— están ocupando el espacio de representación activa.

A pesar de su fragilidad organizativa y de su limitada influencia sectorial, los sindicatos han sido actores clave en movilizaciones que han superado lo estrictamente laboral. Prueba de ello fue su participación en el último paro nacional, donde jugaron un rol protagónico.

No cabe duda de que hoy el sindicalismo está recuperando presencia en el escenario político. Sin embargo, necesita romper con viejas ataduras, revisar su historia, hacer ajustes y reorientarse hacia un cambio cualitativo. Esto implica fortalecer su estructura, redefinir sus estrategias y, sobre todo, mantener una clara separación entre lo gremial y lo político, para no perder el rumbo ni dejarse seducir por el poder.

Este desafío es especialmente crítico a pocos meses de las elecciones generales de 2026. Con una ciudadanía poco involucrada políticamente, un panorama ideológico limitado y una grave falta de información sobre propuestas de futuro, el escenario es confuso y altamente tentador para las organizaciones gremiales. La posibilidad de que los gremios tengan más influencia que los partidos en la formación de alianzas políticas es real. Hoy abundan partidos sin líderes capaces de convocar a las masas y dirigentes sindicales sin una plataforma política para canalizar su participación electoral. Ambos sectores necesitan acercarse, aunque esa alianza implique riesgos.

El mayor de estos riesgos es que los dirigentes gremiales, atrapados por la dinámica electoral, olviden el carácter de frente de sus organizaciones, erosionen la unidad interna, descuiden el surgimiento de nuevos liderazgos y transformen sus gremios en partidos políticos. Se trataría de un error estratégico: desvestir a un santo para vestir a otro.

Por ello, más que nunca, es necesario reafirmar el rol del sindicalismo como actor social autónomo. Los gremios deben trazar estrategias que, por encima de ambiciones individuales, respondan a las expectativas de sus bases. De lo contrario, se corre el riesgo de forzar la politización del sindicalismo y rendirse ante los encantos —y peligros— del poder.

Heriberto Bustos
22 de mayo del 2025

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