Marx, a pesar de representar la suma de todos los yerros económ...
El expresidente Martín Vizcarra, horas antes de la marcha convocada por la llamada “generación Z”, con el objeto de producir una nueva vacancia en el Perú, señaló que iba a participar en la convocatoria. De alguna manera nos pretendía señalar que él iba a ser el líder de la movilización. Luego de este pronunciamiento fue posible recordar que otra llamada “generación del Bicentenario” se movilizó contra el gobierno constitucional de Manuel Merino –surgido luego de la vacancia de Vizcarra– y desarrolló un golpe de masas. Merino renunció y una minoría de las minorías en el Legislativo encumbró a Francisco Sagasti en la jefatura de Estado y a Mirtha Vásquez en el Legislativo.
Después se organizó el escenario institucional y social en que Pedro Castillo ganó las elecciones y se desencadenó la situación que ya conocemos.
Luego de este sumario recuento de hechos es evidente e incuestionable que las corrientes progresistas, marxistas y comunistas ortodoxas han convertido al concepto de generación en una herramienta más de sus estrategias de poder. No se trata de ninguna novedad. El llamado socialismo científico nació prediciendo la guerra de clases entre la burguesía y el proletariado, una lucha de clases que se volvía irreconciliable en camino a la colectivización de la propiedad privada. Más tarde, cuando el marxismo se expandió fuera de Occidente, el concepto de nación –que emergió con la Ilustración– fue reelaborado en el nacionalismo antiimperialista. Afirmar la nación en los países en desarrollo era derrotar al imperialismo y acabar con siglos de colonización.
Luego de la Segunda Guerra Mundial las corrientes neomarxistas lograron la hegemonía cultural en las universidades y en las sociedades de Occidente, desarrollando la llamada ideología de género, las luchas por las identidades de las minorías sexuales , las batallas en defensa de la ecología de la tierra. Y el nacionalismo se reformuló en la propuesta de las repúblicas plurinacionales que, por ejemplo, se perpetró en Bolivia.
El marxismo, pues, tiene una versatilidad y capacidad de mimetizarse en cualquier tipo de fenómeno social en función de su estrategia de poder, aplicando uno de los principios de la dialéctica del marxismo: la lucha irreconciliable de los contrarios. De la lucha entre la clase proletaria y la burguesía se ha pasado a la lucha de las generaciones en que una generación más joven, portadora de la luz y la verdad, propietaria de valores como la honestidad y la decencia, derriba a otra vieja, podrida.
La aplicación de la lucha de clases a los temas generacionales no es ninguna novedad en las tradiciones marxistas. Mao en la China del siglo pasado desarrolló la Revolución Cultural echando mano de los jóvenes guardias rojos que expulsaban a los viejos docentes burgueses e, incluso, denunciaban a sus propios padres por prácticas tradicionales. Casi todas las imágenes de los jóvenes bolcheviques, de la juventud nazi y, aquí en el Perú, los afiches de Sendero Luminoso, siempre presentan a jóvenes con movimientos enérgicos que pretenden ser portadores del mañana.
Nuestros marxistas criollos, pues, cuando crean la generación del Bicentenario y ahora la generación Z –como parte de una extraña movilización en redes en diversos países–, en realidad, están continuando con una vieja tradición marxista y leninista. Todas estas supuestas generaciones a diferencia de otras generaciones del pasado (la generación del novecientos y la generación del Centenario en el Perú), generalmente, son anónimas. En vez de libros publicados o una teoría que los diferencia de las generaciones del pasado, las generaciones impulsadas por las corrientes marxistas se expresan en la muchedumbre, en la turba, en la violencia y en la incapacidad de formular sus planteamientos.
Las generaciones que impulsa el marxismo, así como vienen, igualmente desaparecen. Sucede siempre. Hoy nadie recuerda ni nadie se reclama de la generación del Bicentenario, por ejemplo.
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