Manuel Gago

El techo desplomado en Trujillo: negligencias compartidas

Ante hechos fatales, explicaciones inmediatas

El techo desplomado en Trujillo: negligencias compartidas
Manuel Gago
26 de febrero del 2025


No sorprende el aprovechamiento político de los enemigos de las inversiones. El desplome del techo del centro comercial de Trujillo da pie para atacar a la empresa privada. En parte, hay razones. Sí sorprende que, una vez más, los directos implicados se hacen los locos: no han salido a explicar lo acontecido, a asumir sus probables responsabilidades ni a hacerse cargo de los daños a terceros. Sus comunicados son fríos e impersonales.

Antes de su ejecución, todo proyecto civil cumple varias exigencias, todas importantes: parámetros urbanos y planos aprobados por las comisiones municipales por especialidades, de arquitectos e ingenieros, y de comisiones integradas por representantes de los colegios profesionales correspondientes. Los ingenieros civiles son responsables de las estructuras (cimentación, vigas, columnas, escaleras, techos y demás). La ejecución de la obra recae en un ingeniero civil, arquitecto o empresa especializada.

Con los planos aprobados, el responsable de la obra lleva adelante la ejecución. En el camino, hay supervisiones. Los fiscalizadores tienen la responsabilidad de detectar las infracciones cometidas durante la ejecución. La obra se detiene hasta que las infracciones o variaciones sean corregidas y aprobadas. El certificado de conformidad de obra, emitido por la autoridad, “garantiza” que la obra cumple con el proyecto aprobado una o más veces. Y así, la obra es entregada para las operaciones correspondientes. En obras mayores, son contratadas empresas expertas en auditar las obras acabadas. Los expedientes registran todo esto.

Los centros comerciales, colegios, universidades y demás, tienen o deben tener un ingeniero de mantenimiento o gerente de operaciones que supervise la buena operación de los edificios, instalaciones, equipos, máquinas y demás aparatos a su cargo. El propietario o sus representantes legalmente constituidos son los responsables directos del buen funcionamiento de todas las operaciones.

En las primeras imágenes publicadas del techo del centro comercial de Trujillo colapsado se vio agua acumulada rebalsando. Un buen observador concluiría que fue el peso del agua el que ocasionó el desplome. Surgen, entonces, las premisas. La primera, un diseño equivocado por no considerar la magnitud de las lluvias de hoy; la segunda, diseño correcto con mala ejecución de obra; la tercera, fiscalización displicente o mafiosa por parte de la autoridad; la cuarta, negligencia de las operaciones del centro comercial por no observar cómo la lluvia afecta los techos; y la quinta, desdén del propietario por no estar detrás de su línea de mando exigiendo observar minuciosamente las responsabilidad que le compete.

Preguntamos: ¿los encargados del centro comercial constataron que la lluvia afectaba sus instalaciones? ¿Los expertos del Colegio de Ingenieros, antes de que todo sea removido, acudieron al lugar para determinar las causas del incidente?  

Me escribe un exgerente municipal y cuestiona los certificados ITSE: “En teoría, sirven para garantizar la seguridad de las edificaciones, ¿o es solo una exigencia burocrática?”. La realidad es dura: una cosa es inspeccionar extinguidores, señalizaciones, aforo y los avisos que advirtien “la no discriminación de género”; y otra cosa es identificar fallas estructurales y peligros inminentes. La razón es simple: los fiscalizadores no están preparados, no tienen conocimientos para, por ejemplo, determinar si una rajadura es estructural, profunda o de tarrajeo, o cuando es cortante o no. Hoy, después del techo desplomado, todo ojo es experto en estructuras, creando así pánico en la sociedad y una racha de clausuras de centros comerciales.

Vivimos en una sociedad enredada en palabras que ocultan los hechos. Las leguleyadas y emociones están por encima del acontecimiento real. ¿Este ruido pasará y, como en otros casos, la impunidad persistirá?

Manuel Gago
26 de febrero del 2025

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