Tino Santander
Cabezas de ánfora
Crisis y caos político en el Perú
Vizcarra cada día tiene menos apoyo popular. Y sus socios del cartel mediático empiezan a ser críticos con el Gobierno, con excepción del diario La República, convertido en un libelo gobiernista. Los gobernadores regionales apoyan a Vizcarra cuando les amplía el presupuesto o los ayuda con alguna obra; pero sus operadores y la prensa regional golpean diariamente al Gobierno por su incapacidad para solucionar las demandas regionales y la muerte de miles de recién nacidos en todo el país por falta de incubadoras. El burocrático sistema de inversión pública y privada, y la severidad de la Contraloría, hacen que los funcionarios intermedios de todas las instancias estatales no hagan nada por miedo a ser acusados de corrupción. Por eso el gasto públicos es de 30% y se revierte al Tesoro Público más de S/ 23,000 millones.
La inmensa mayoría de peruanos está al margen del conflicto político, y la informalidad es el sistema en el que se desenvuelven los peruanos. El Estado de derecho, la Constitución y la división de poderes son ficciones de algunas minorías nacionales que están alejadas de las culturas y subculturas que habitan en el Perú. Millones de peruanos viven en cerros y desiertos, sin agua ni desagüe, sin títulos de propiedad, sin salud ni colegios, embrutecidos por la vulgaridad de la televisión; la mayoría buscan refugio en el alcohol, las drogas y el crimen organizado. Los sectores medios, mayoritariamente conservadores, se aíslan en sus familias o credos religiosos y ven con desprecio la actividad política. Los partidos políticos o clubes electorales actúan con la cabeza de ánfora propia de los aventureros que buscan el poder para hacer viles negociados en nombre del pueblo.
La FF.AA. son instituciones castradas que, a pesar de haber derrotado militarmente a Sendero Luminoso y al MRTA, perdieron la guerra política y están estigmatizados como violadores y corruptos. Además, han abandonado la Amazonía peruana al crimen organizado, y están aislados en sus cuarteles desiertos y con equipos obsoletos. Es imprescindible una reforma institucional para que se conviertan realmente en un instrumento de defensa nacional. Sin embargo, en este tema nadie le pone el cascabel al gato.
Ni Vizcarra ni el Congreso van a ceder en sus caprichosas posiciones. Los argumentos constitucionales no importan en esta coyuntura, porque no vivimos en un Estado de derecho. Los peruanos no creen en el Gobierno, en el Congreso, en el Poder Judicial ni en la prensa, porque todos carecen de legitimidad. Y en este juego la izquierda promueve la Asamblea Constituyente como salida a la crisis política. La izquierda pretende cambiar el modelo de economía de mercado con subterfugios nacionalistas, e imitar a Evo Morales y al chavismo latinoamericano. Y Vizcarra es un tonto útil de sus propósitos: lo usan de mastín de ataque contra todos sus enemigos. Apoyaran a Vizcarra en la medida de que sirva a sus intereses, y luego lo acusaran de felón neoliberal.
La derecha políticamente no existe, no tiene ideas, no tiene ambición histórica. Solo tienen intereses económicos y creen que el sistema de libre mercado, los tratados de libre comercio y el crecimiento económico deben ser defendidos de oficio por sus gremios empresariales y la prensa tradicional anquilosada en la época colonial. Es una derecha delirante y frívola que huye a su liderazgo político. La social democracia no existe o está de vacaciones en Europa. Solo actúan políticamente los cabezas de ánfora que usan la lucha anticorrupción para ser los nuevos ricos del Perú.
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