Tino Santander
El jacobinismo escatológico de los siglos XX y XXI
Una visión desde la antropología de las ideas de González Prada, Haya y Mariátegui
En su libro “Contrarrevolución en los Andes”, Víctor Andrés Ponce presenta el ensayo “El jacobinismo asfixiante de los siglos XX y XXI”, en el cual desarrolla una crítica perspicaz desde la perspectiva del conservadurismo de Burke al “jacobinismo racional y nacional” de Manuel González Prada[1]. Ponce analiza también a los ideólogos del marxismo latinoamericano, como Víctor Raúl Haya de la Torre, a quien califica como “una de las versiones jacobinas más extremas de la Ilustración en Occidente: la tradición marxista”[2]; y a José Carlos Mariátegui, de quien comenta que, a pesar de su cosmopolitismo y vasta cultura, se suscribió a las tradiciones marxistas de análisis de la realidad social[3], convirtiéndose en otro jacobino radical.
Aunque tenemos una perspectiva diferente, basada en el marxismo que el autor califica de “jacobinismo radical”, este artículo no pretende ser polémico sino aportar una visión desde la antropología que ayude a comprender mejor las ideas de González Prada, Haya y Mariátegui. Desde la antropología, el término “escatología” no se limita a su uso teológico; es, más bien, el estudio de las creencias sobre el “fin último” o el destino final de la humanidad: la vida después de la muerte o un estado ideal futuro deseado. Este concepto, de origen teológico, se aplica en antropología para explorar cómo distintas culturas y religiones conciben la existencia humana y cósmica.
Estas visiones escatológicas reflejan las aspiraciones hacia un tiempo o estado perfecto, libre de sufrimiento, injusticia o caos. Muchas culturas creen que, tras un período de crisis o purificación, la humanidad alcanzará una “edad de oro” o un “mundo perfecto”. Como observó Mircea Eliade[4], muchas sociedades tradicionales ven la existencia en ciclos de destrucción y regeneración, permitiendo que la sociedad se renueve y recupere un orden perdido.
En esta línea, consideramos que González Prada, más que un “jacobino racional”, es un “anarquista escatológico” que atribuye al indio un rol de destino manifiesto. Para González Prada, “el indio representa la verdadera esencia de la nacionalidad peruana y el futuro del Perú”[5]. De esta forma, el indio se convierte en el “redentor” del país, un símbolo mesiánico que salvará al Perú de la decadencia y corrupción del civilismo criollo. Prada idealiza al indio como una fuerza purificadora y aspira a una sociedad sin opresión, jerarquías, Estados ni autoridad coercitiva; es decir, la utopía de una sociedad perfecta, similar a la escatología religiosa. Aunque el anarquismo no esté directamente vinculado con la escatología religiosa, tiene un componente escatológico en términos seculares y políticos.
Siguiendo el mismo hilo conductor del indio-campesino, encontramos que los marxistas Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui también presentan un influjo escatológico en sus ideologías. El marxismo de Haya de la Torre es un híbrido que incorpora elementos del materialismo histórico, aunque enfatiza el antiimperialismo y la redención de América Latina, a la que llama “Indoamérica”. Haya aboga por construir una alianza entre las “naciones indoamericanas” en una visión de emancipación mesiánica. Esto manifiesta una forma de escatología, orientada a un fin último y un destino histórico, que se distancia del determinismo económico del marxismo europeo y plantea un proceso de redención continental.
Mariátegui, un marxista heterodoxo como Haya, es fuertemente influenciado por Sorel y su concepto del “mito revolucionario” como fuerza movilizadora[6]. La escatología en Mariátegui es evidente en su convicción de que la revolución socialista es una acción mística, un renacimiento espiritual que impulsa la lucha revolucionaria, reflejada en su frase: “El socialismo en el Perú no será calco ni copia, sino creación heroica”[7]. La visión socialista de Mariátegui tiene una dimensión profundamente escatológica, a la que el antropólogo Rodrigo Montoya llama “socialismo mágico”[8].
Para Haya de la Torre y Mariátegui, la comunidad campesina representa la base de un socialismo auténtico en el Perú, aunque sus interpretaciones difieren. Para Haya, la comunidad campesina tiene un valor pragmático y geopolítico en el contexto de su concepto de indoamericanismo; en su visión, el campesinado es clave, pues representa el carácter antiimperialista y nacionalista del socialismo que él propugna. Al reivindicar al campesino indígena, Haya impulsa un “frente de clases” contra el imperialismo que supera la lucha entre proletarios y burgueses y se centra en la unidad de las “naciones oprimidas”[9].
Mariátegui, por otro lado, realiza una interpretación mística y soreliana de la comunidad campesina, viéndola como una alternativa genuinamente peruana al capitalismo[10]. Para él, la comunidad andina es una institución precapitalista con potencial socialista intrínseco, ya que fomenta valores de solidaridad y cooperación que el capitalismo aún no ha destruido en el mundo andino. La comunidad campesina no solo constituye una base económica, sino también un símbolo de resistencia cultural y espiritual capaz de acelerar el socialismo en el Perú.
En Mariátegui, sobre todo, subyace un trasfondo escatológico que evoca un regreso a una “edad de oro” de colectivismo y reciprocidad. Este retorno a un estado arquetípico es cíclico, como lo describe Eliade en sus estudios sobre mitos y cosmogonías: no se trata únicamente de avanzar linealmente en el tiempo, sino de recuperar los valores esenciales de un pasado mítico, aún vigentes en la cultura campesina andina[12].
Por otra parte, aunque Haya de la Torre no retoma la idea del incario de la misma manera, también concede al campesinado un rol “redentor” contra el imperialismo, en una visión teleológica que otorga al antiimperialismo una connotación casi mística. Así, ambos se alejan del marxismo clásico al proponer una revolución con una orientación propia, donde lo escatológico —el destino hacia un socialismo idealizado— se arraiga en el pasado indígena y se proyecta hacia una redención continental futura.
Mientras Haya de la Torre propone una visión escatológica enfocada en un destino continental antiimperialista, Mariátegui aporta un sentido más radical y místico, sugiriendo que la revolución socialista no solo es inevitable, sino que representa un proceso transformador espiritual. Ambos se apartan de la interpretación estricta de Marx para destacar su propia visión del “fin” o destino revolucionario.
Finalmente, los procesos de transformación de las dictaduras de Velasco y Fujimori representan escatologías de izquierda y derecha impuestas al Perú desde la geopolítica estadounidense. Estos procesos, de naturaleza distinta, exigen un análisis y debate amplios.
[1] Ponce, Víctor Andrés (2024) Contrarrevolución en los andes. Ensayos sobre el jacobinismo revolucionario y el fracaso de la república en el Perú. Pág. 223. Lima. USIL. Fondo Editorial
[2] “Ponce, op. Cit. P. 227”
[3] “Ponce, op. Cit. P. 229”
[4] Eliade, Mircea (1949/ 2001) El mito del eterno retorno. Buenos Aires. Emece
[5] Ver, Manuel González Prada El discurso en el Politeama en Páginas Libres
[6] Cfr. Sorel, George (1908) Reflexiones sobre la violencia. Buenos Aires. Editorial Pléyade
[7] Ver el artículo José Carlos Mariátegui, Aniversario y balance, publicado en 1928 en la revista Amauta
[8] Cfr. Montoya, Rodrigo (2006) “De la utopía andina al socialismo mágico” Lima. Editorial Instituto Nacional de Cultura.
[9]Cfr. Haya de La Torre, Víctor Raúl (1977) El antimperialismo y el Apra. OC. T4. Lima. Editorial Mejía Baca
[10] Cfr. Mariátegui, José Carlos (1928/2007) Siete ensayos de la realidad peruana. Caracas. Biblioteca Ayacucho
[11] Leibner, Gerardo (1999) El mito del socialismo indígena. Fuentes y contextos peruanos de Mariátegui. Lima. Fondo Editorial PUCP
[12] Ibid., Capítulo primero. Arquetipos y repetición.
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