El reporte Mineral Commodity Summaries 2025, publicado el...
Chile, el milagro económico y social de los países emergentes de algunos años atrás, comienza a ser destruido por el eje bolivariano, que no quiere permitir que una sociedad latinoamericana transite el mismo camino que recorrieron las sociedades occidentales para consolidar sus sistemas republicanos y que alcance el desarrollo.
Hasta antes del “momento constituyente” que “inventó” la insurrección octubrista en Santiago –que duró seis meses, se expresó en el ataque a más de 100 comisarías, destrucción e incendios de iglesias, del comercio y de la producción, y dejó un saldo lamentable de 34 muertos y 5,000 carabineros heridos– Chile era el paradigma, el camino a seguir, la perla de los países emergentes. Las victorias y logros del modelo económico chileno eran impresionantes: se había convertido en una sociedad de mayoría de clases medias, logrando el ingreso per cápita más alto de América Latina y una reducción de pobreza hasta debajo del 8% de la población nacional.
Luego de que la derecha chilena se rindiera ante la violencia insurreccional y aceptara convocar a una constituyente comenzó la destrucción del modelo económico y social que más cerca se había ubicado del desarrollo. La convención constituyente redactó un proyecto constitucional de corte soviético, que proclamaba una supuesta plurinacionalidad que cancelaba la unidad histórica de la república de Chile y establecía las bases de un colectivismo primitivo. La mayoría repudió el engendro constitucional.
Sin embargo, la clase política chilena –incluso la derecha chilena– continuó aceptando que el país del sur estaba en un “momento constituyente”. Hoy, Chile sigue organizándose para “redactar una nueva constitución” y derogar la Carta Política que, con más de 80 reformas de socialistas y liberales, le posibilitó a Chile convertirse en el milagro de los países emergentes.
Según las proyecciones del Banco Mundial, Chile y Haití serán las únicas economías de la región que se contraerán en el 2023. La proyección indica que el crecimiento del país del sur podría caer entre 1% y 2% del PBI. La barbarie que la violencia y el momento constituyente han desatado en Chile salta a la vista descarnadamente cuando reparamos que los precios del cobre siguen alcanzando niveles históricos y Chile sigue siendo el primer productor mundial del metal rojo, con más de cinco millones de toneladas métricas de cobre (TMC) anuales. ¿Cómo se puede explicar tanta destrucción?
El momento constituyente de los comunistas, colectivistas y progresistas, prácticamente ha destruido el principal motor del modelo chileno; es decir, la inversión privada. Se proyecta que el 2023 la inversión privada caerá en cerca de 35%, mientras se registra una fuga de capitales de más de US$ 20,000 millones.
Los peruanos tenemos que aprender de la actual tragedia chilena. No aceptemos el chantaje de la violencia insurreccional contra la Constitución y el Estado de derecho en todas sus variantes. Ni la presidente Boluarte ha renunciado, ni el Congreso se cerrará, ni se convocará una constituyente, ni debería existir un adelanto electoral a tontas y locas luego de los ataques a comisarías, aeropuertos, bloqueos de carreteras e intentos de destruir la producción, las empresas y los mercados. De ninguna manera.
La desesperación en el eje bolivariano frente a la resistencia de las instituciones republicanas peruanas, de nuestras fuerzas armadas, de nuestra policía nacional del Perú (PNP), del empresariado, la ciudadanía y la civilidad en general, en la defensa de la Constitución y el Estado de derecho se considera un terrible “mal ejemplo para los pueblos que enfrentan un proyecto autoritario”. En cualquier caso, en la región se está escribiendo la historia sobre cómo los pueblos reaccionan ante una amenaza autoritaria colectivista y comienza a haber dos vías: la resistencia democrática peruana y la rendición de las élites chilenas.
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