USAID: la Caja de Pandora del progresismo internacional

Las cifras sobre los miles de millones de dólares que la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) gastó en las últimas décadas promoviendo la agenda progresista, la agenda woke y la convergencia antioccidental en contra de los Estados Unidos seguirán subiendo. Las cifras son estratosféricas para nuestra economía nacional, pero revelan la magnitud de la guerra cultural que se desarrollaba en el mundo occidental con los propios recursos del mayor imperio del mundo libre.

Las denuncias deberán ser precisadas por Elon Musk y el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DODGE por sus siglas inglés). Sin embargo, ya se sabe que la agencia financió proyectos en Afganistán vinculados al radicalismo islámico, a laboratorios extranjeros para guerras bacteriológicas, a la feroz masacre en la guerra de Rusia y Ucrania, a cambios de sexo de niños y adolescentes y a gran parte de los proyectos del progresismo latinoamericano que destruye la viabilidad de nuestros países. A la luz de estas informaciones los calificativos de Donald Trump acerca de que USAID era dirigido por “un puñado de lunáticos radicales” o los de Elon Musk sobre qué se trataba de “un nido de víboras” o de “una organización criminal” no parecen exagerados.

El gran proyecto del progresismo internacional globalista, de todas las corrientes wokistas, neocomunistas y las izquierdas más tradicionales –como el eje bolivariano– es la erosión, debilitamiento y la destrucción de la gran unión americana de los 50 estados que organizaron el imperio del siglo XX que, durante dos guerras mundiales, se convirtió el mayor defensor de los derechos humanos y las libertades, sobre todo frente al eje de la Unión Soviética. 

La destrucción de los Estados Unidos significa la inmediata emergencia de China como potencia hegemónica mundial y la organización de un mundo en donde la libertad y el control del poder serán grandes interrogantes.

Es evidente que USAID, con el dinero de los contribuyentes estadounidenses, estaba financiando la guerra cultural que amenazaba reventar a los Estados Unidos y a las sociedades occidentales. En el Perú, por ejemplo, durante dos décadas USAID financió a las oenegés que destruyeron y desmoralizaron a las fuerzas de seguridad y organizaron el escenario para la actual ola criminal que amenaza a los peruanos. Lo mismo pasó en Chile y Colombia.

El control de USAID por el radicalismo progresista revela que en las democracias occidentales ya no es necesario hacer una revolución de octubre. Basta ganar la cultura y los sentidos comunes de la sociedad para hacerle creer a los contribuyentes que sus recursos van a promover la libertad en el mundo.

USAID se ha convertido en una verdadera Caja de Pandora donde no parece haber esperanza para el progresismo. Los hechos son tan brutales que, incluso, obligarán al Partido Demócrata, hoy convertido en una fuerza guerrerista en el mundo, a volver sus viejas tradiciones.