El Perú ha consolidado en las últimas décadas su ...
El reporte Mineral Commodity Summaries 2025, publicado el 31 de enero pasado por el U. S. Geological Survey (USGS) de los Estados Unidos, señala que el Perú ha sido desplazado por dos años consecutivos del primer lugar en la producción mundial de cobre. En el 2004 nuestro país produjo 2.7 millones de toneladas de cobre fino (TCF), mientras que la República Democrática del Congo sumó 3.3 millones de TCF, es decir 600,000 toneladas más.
Semejante situación se produce no obstante que el Perú tiene 110 millones de toneladas métricas de cobre en reservas probadas y el Congo suma 80 millones de reservas. Como todos sabemos Chile tiene las mayores reservas probadas del mineral rojo: 190 millones de toneladas.
¿Cómo explicar entonces el desplazamiento del Perú por el Congo? Una primera respuesta nos señala que las minas del país africano tienen una ley superior que los yacimientos peruanos. Se puede encontrar hasta 8 veces más de cobre por tonelada de mineral procesado. Sin embargo, si el Perú hubiese continuado el ciclo de inversiones y productividad minera que desarrolló en la primera década del nuevo milenio hoy no solo superaría largamente al Congo en producción de cobre, sino que estaría disputando el primer lugar con Chile.
Un solo ejemplo que grafica esta tesis: si el cinturón del cobre del norte estuviese en producción el Perú habría agregado entre un millón o 1.5 millones de toneladas de cobre fino a la actual producción de 2.7 millones. En otras palabras, el país estaría produciendo alrededor de 4 millones de toneladas de cobre fino y el Congo ni siquiera imaginaría disputar el segundo lugar con nuestro país.
¿Qué pasó entonces? A inicios del segundo milenio las narrativas progresistas y de las izquierdas acerca de que las inversiones mineras eran una amenaza de los recursos hídricos para el consumo humano y la agricultura terminó paralizando a los proyectos Conga, El Galeno, La Granja, Michiquillay, entre otros, interrumpiendo el ciclo de inversiones en exploración y explotación mineras que, pese a cualquier yerro o problema, han llevado al Perú a convertirse en una potencia minera mundial. De otro lado, esas mismas narrativas se convirtieron en la justificación de las sobrerregulaciones mineras y la multiplicación de ministerios y oficinas para bloquear inversiones en minería. Los procedimientos se incrementaron de 15 a más de 265 postergando inversiones en recursos naturales. Hoy, por ejemplo, la última megainversión que se conoce es la de Quellaveco no obstante que, en años anteriores, este tipo de emprendimientos se sumaban año tras año.
La interrupción del ciclo de inversiones mineras produjo resultados devastadores para la sociedad peruana. Por ejemplo, Cajamarca hoy es la región con más pobreza en el Perú: más del 44% de la población está afectada por este flagelo. Si se hubiesen materializado las inversiones en el cinturón de cobre del norte la región cajamarquina podría tener el ingreso per cápita más alto del Perú, habría solucionado los problemas de estrés hídrico con los avances de la represa de Chonta, tendría un cluster minero de producción de maquinaria y desarrollo de servicios para atender al conglomerado de las minas y un tren hacia uno de los puertos de la costa. Es decir, Cajamarca no sería la región más pobre del país, sino una de las más ricas de nuestra sociedad.
Algo más. A pesar de la crisis política y la inestabilidad endémica si el cinturón de cobre del norte se hubiese concretado el Perú crecería sobre el 5% del PBI, seguiría reduciendo pobreza sostenidamente, y estaría disputando el primer lugar en la producción mundial de cobre. ¿Cómo se puede perder una vez más semejante oportunidad histórica?
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