Eduardo Zapata
Pre rap
El empobrecimiento del lenguaje de los jóvenes
Lo subrayamos aquí hace buen tiempo ya. Un adolescente chileno solo necesitaría 300 palabras para comunicarse. Uno de República Dominicana 254. Lo decía un informe de las Academias de la Lengua Española. Y la investigación databa del 2005. Tiempos de pre Covid y los efectos de este virus y tiempos del pre rap invasivo y sus efectos sobre el vocabulario. ¿Cuántas palabras le bastarán a un adolescente peruano en el 2023?
Dos son las causas de la disminución de vocabulario que se mencionaban en el informe aludido y que seguimos constatando en el día a día. Una de ellas era la familiarización de los jóvenes con nuevos lenguajes generados por la electronalidad o mundo digital. A lo que se sumaría –según las Academias– la presencia de manos poco profesionales y lingüísticamente poco cultas en los medios de comunicación.
Culturalmente todo ello es relevante. Particularmente para quienes –desde diferentes profesiones o quehaceres– tienen que ver con el trazo de políticas públicas. Porque la mayoría de estas se suelen trazar a partir de una denominada línea de base que no contempla las capacidades cognitivas y la posible acción/reacción de los que se pretende involucrar en dichas políticas. Grave omisión si se desea impacto y eficiencia. Más grave omisión aún en tiempos de cambio cultural.
Muchos de los que están leyendo esta nota habrán aprendido a leer con el apoyo de unos cubitos de madera o plástico que –como los dados– nos mostraban sesis caras. Obvio, los cubitos para aprender a leer no tenían números sino letras, de la a la z. Cada letra representaba una unidad básica de la lengua y se aprendía que combinando cubitos o letras era posible armar palabras. Y combinando estas, frases enteras.
Otros aprendieron a leer ya a partir de palabras o frases. Ciertamente un método más rápido que, con buenos profesores, acortaba los tiempos de aprendizaje. De hecho –y más allá de las denominaciones de un método u otro– este es el método más extendido.
Vemos en estos tiempos el resurgimiento de cruzadas por la alfabetización. Y hasta a la educación visual se le denomina erróneamente alfabetización. Cuando la misma palabra alfabetización proviene de las voces griegas alfa y beta. Y justo apelamos a la palabra alfabetización en tiempos de desalfabetización. Donde se evanescen vocales, se acude a íconos y tres consonantes –tkm- significan la proclamación de un mundo de amor.
Prescindiendo de las escrituras –sean estas alfabéticas o ideográficas– lo importante es que el niño aprehenda gradualmente que hay unidades básicas en el lenguaje. Que no puede confundirlas unas con otras. Y que combinando estas unidades brotan palabras y brota la comunicación. De modo que eso es lo importante. Hacer que los niños hablen con sentido. Para desde allí abordar una lectura fecunda.
Aprender y manejar unidades básicas para generar unidades mayores implica cumplir con el precepto de más con menos. Y ya que hablamos anteriormente de políticas públicas se entenderá que si el niño interioriza lo que significa lingüísticamente este precepto afianzará una lógica de un Estado simplificado y de políticas públicas eficientes.
COMENTARIOS