Berit Knudsen

Rusia sabotea su Tratado de Seguridad

La guerra en Ucrania aceleró el colapso de la OTSC

Rusia sabotea su Tratado de Seguridad
Berit Knudsen
24 de julio del 2025


La Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) nació en el espacio postsoviético como respuesta rusa al avance de la OTAN. Con promesas de defensa mutua, estabilidad regional y cooperación militar, el Kremlin impulsó su creación en 1992, nostalgia imperial que buscaba recuperar esferas de influencia perdidas. Pero tres décadas después, la OTSC no es una alianza sólida ni una coalición estratégica; es una estructura sostenida por miedo y dependencia, desmoronándose ante el poder asfixiante de Rusia.

El Tratado de Tashkent de 1992 reagrupó a antiguos socios de la URSS. Rusia, Armenia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán firmaron un pacto al que se une Georgia, Azerbaiyán y Bielorrusia, emulando a la OTAN, pero con un espíritu más reactivo que propositivo, sin amenazas comunes; solo contener la expansión occidental ante el vacío de poder periférico.

En 2002, como organización internacional con sede en Moscú y estructura permanente, desarrolla narrativas para un bloque militar independiente, fuerzas de respuesta rápida y defensa colectiva. Rusia vendía al mundo una “OTAN eurasiática” para proyectar poder, más que una alianza entre iguales.

En la práctica, la OTSC funcionó como instrumento selectivo del Kremlin. Cuando Kirguistán pidió ayuda en 2010 frente a la violencia interna, fue ignorada. Cuando Armenia fue atacada por Azerbaiyán en los años 2020 y 2023, no acudieron con ayuda. La excusa fue que los territorios armenios no eran reconocidos, pero demostró lealtad no recíproca y protección dependiente del cálculo geopolítico de Moscú.

El único caso en que la OTSC actuó con rapidez fue en 2022, ante protestas masivas en Kazajistán. Las tropas rusas aseguraron el orden, pero en realidad fue una crisis interna, convirtiendo al pacto en herramienta para sostener autocracias amigas, sin defender a los pueblos.

La OTSC no colapsa por falta de estructura o diferencias ideológicas entre miembros. Se hunde porque está construida sobre relaciones desiguales, verticales y coercitivas. Rusia no lidera: impone. No protege: condiciona. No inspira: genera dependencia. Las decisiones reflejan los intereses del Kremlin por encima de compromisos multilaterales.

El resultado es un club de socios incómodos, permaneciendo por conveniencia, miedo o falta de alternativas. Armenia, traicionada y humillada, inició su retirada. Uzbekistán se separa por segunda vez en 2012. Georgia y Azerbaiyán hicieron lo propio. Kazajistán y Tayikistán emplean la diplomacia con Moscú mientras se acercan a Turquía, China o Estados Unidos. Sin confianza plena, Rusia no garantiza seguridad, percibido como actor impredecible centrado en sí mismo.

La OTAN, a pesar de las tensiones internas, mantiene cohesión frente a desafíos reales: Ucrania, terrorismo, ciberataques. Su cláusula de defensa mutua ha sido activada solo tras el 11-S y las decisiones se toman por consenso. No es perfecta, pero es una alianza funcional con reglas compartidas.

La OTSC, en cambio, vacía la cláusula de defensa por desuso selectivo, demostrando no defender a aliados en peligro, ni construir estabilidad. No fortalecer a sus miembros y subordinarlos, mina su propia existencia.

La guerra en Ucrania aceleró el colapso de la OTSC. Rusia es percibida como potencia desestabilizadora, amenaza desbordada, imprevisible y debilitada. Aliados tradicionales buscan nuevas alianzas; otros toman distancia en silencio, pero el telón de acero del siglo XXI se eleva entre el autoritarismo y quienes no están dispuestos a ser controlados.

La OTSC fue el intento ruso para construir su zona de influencia. Pero Rusia, imponiendo su voluntad, ha destruido el instrumento multilateral que pudo haber sostenido su poder regional. La alianza no ha sido derrotada por fuera, ha sido saboteada desde adentro.

Berit Knudsen
24 de julio del 2025

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