Eduardo Zapata
Prohibido pensar
La íntima relación existente entre lenguaje y pensamiento
Alfred Korzybski fue gestor y director del prestigioso Instituto de Semántica General en los Estados Unidos. Y como una manera de retar a sus estudiantes escribía con tiza en su vieja pizarra lo siguiente: “There are two ways to slice easily through life; to believe everything or to doubt everything. Both ways save us from thinking”.
En tiempos de cambios acelerados como los que estamos viviendo la advertencia de Korzybski resulta importante tanto para los individuos como –particularmente– para las instituciones. Porque por tomar un atajo breve y facilista o simplemente seguir modas, podemos estar abdicando del pensamiento. Y Estado o empresa que no piensan, perecen.
Korzybski, en su obra Science and Sanity. An Introduction to Non-Aristotelian Systems and General Semantics, asume la íntima relación existente entre lenguaje y pensamiento. En la misma línea de Sapir y Whorf, ambos vinculados a la Universidad de Yale, quienes reforzaron el concepto de que la lengua materna nos genera una conceptualización dada del mundo.
Ya Stuart Chase, del MIT, había aplicado las teorías de Korzybski y Whorf al análisis y toma de decisiones en la política. Ciertamente y aquí lo hemos dicho: Para los griegos el hecho lingüístico configuró los conceptos de oferta y demanda. Paralelamente en el entender de los griegos la política correspondía al ordo artificialis.
La lingüística reconoce que las lenguas predominantes en el mundo de Occidente provienen de un tronco común: el indoeuropeo. Y he aquí un tema crucial para el análisis y la toma decisiones: el indoeuropeo contribuyó considerablemente a la orientación dilemática. Son estas lenguas dilemáticas las que nos hacen decir que las cosas y las decisiones tienen que ser buenas o malas, verdaderas o falsas, limpias o sucias. El sí y el no son adverbios que suelen encerrar nuestras mentes.
Muchos lingüistas nos han recordado que el chino no es una lengua esencialmente dilemática. La lengua china sabe más bien de matices grises y por ello sus hablantes –aunque no lo parezcan– no son aficionados a los extremismos y saben reconocer rápidamente soluciones intermedias. Tanto en el análisis como en la toma de decisiones.
Es en este contexto que la expresión de Deng Xiaoping “no importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar ratones, es un buen gato” anunciase el profundo giro que iba a dar China en lo económico. Derrumbando el sistema marxista-leninista-maoísta proveniente de las lenguas dilemáticas cuyas categorías de oposición binaria eran ajenas a la lengua china. Ocurría que los altos líderes del comunismo chino habían sido adoctrinados en Moscú, pero había más de mil millones de chinos que no habían ido a Moscú ni habían aprendido ruso. De donde las categorías dilemáticas tratadas de imponer en las férreas escuelas chinas terminasen por ser abandonadas rápidamente.
Muchas lecciones podemos extraer de estas reflexiones. Porque allí –por ejemplo– donde escuela, políticos y Estado proponen soluciones dilemáticas –encerradas entre el sí y el no– amplios sectores de la población (cuya tradición no es occidental) prefieren el pragmatismo que sí sabe de grises. Si a esto le sumamos que la tradición aludida ha sido –y tomamos el término de Antonio Cornejo Polar– “escrita en el aire” (en la danza, en las fiestas, en las costumbres, en la arquitectura…) entenderemos el por qué la población se siente cómoda con el pragmatismo.
Hemos demonizado el término pragmatismo. Y en efecto es condenable cuando se traicionan principios y valores. Pero no lo es si –sin abdicar de lo dicho– realmente soluciona las urgencias de las personas. Hoy, que valoramos la diversidad, que reconocemos otros tipos de inteligencias y cuando se está produciendo una revolución electronal en el mundo, no podemos encerrarnos en ideologías dilemáticas.
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