Juan Sheput
Entre el azar y la historia
En los últimos 25 años hemos tenido 12 presidentes
Me remito a Jorge Basadre y su libro El azar en nuestra historia y sus límites como punto de partida del caso peruano. No creo que abunden los países en donde, en el breve lapso de 25 años, hayan tenido 12 presidentes. En efecto, entre Fujimori (2000) y Jerí (2025) ha habido una docena de presidentes, de los cuáles seis surgen de sucesiones constitucionales (cuatro del Congreso y dos al ser parte de la fórmula presidencial).
Ninguno de los presidentes que surgieron del parlamento asumieron la presidencia de la República como consecuencia de atributos políticos (alta votación, liderazgo nacional, jefatura de partido, etcétera) sino de arreglos políticos. Fueron elegidos presidentes del Congreso para luego asumir la Jefatura de Estado. En todos los casos no hubo un cambio de régimen (dictatorial a democrático), sino fueron respuesta a crisis políticas que llevaron a la renuncia o a la vacancia presidencial por permanente incapacidad moral.
No estamos pues en presencia de administraciones a las cuáles se les pueda llamar “gobiernos de transición”. Es un término del cual se abusa tratando de darle una categoría mayor a lo que es un simple gobierno puente o, mejor aún, de transferencia. Un gobierno de transición tiene que ver, fundamentalmente, con ser la llave de grandes cambios políticos que incluyen procesos de perdón y también de juzgamiento, gozan de un marco político parlamentario que les permite hacer severas transformaciones, tienen legitimidad pues existe entre la ciudadanía la conciencia de que se requiere de un fuerte liderazgo para grandes cambios.
El único gobierno que se acercó a eso fue el de Valentín Paniagua. Sin embargo, lo que demuestra su calidad política y valor moral, jamás aceptó que lo llamaran gobierno de transición, pues sabía que no lo era. Me lo dijo, frente a frente, en Lima y en Madrid. Lo suyo fue un gobierno de transferencia.
Como he señalado un gobierno de transferencia es un gobierno puente, que busca sacar al país de una crisis de coyuntura y que es consciente que no tiene un mandato popular, pues es fruto del azar y del arreglo político, por lo tanto, no puede hacer transformaciones profundas pues requiere del Congreso que lo aupó. Por ejemplo, si tiene que combatir a la corrupción y esta radica en gran parte del Congreso, no puede hacer nada pues es una administración que ha surgido del mismo parlamento.
Lo que sí puede hacer un gobierno de transferencia, como el de José Jerí, es abocarse a tareas puntuales definidas en una agenda concreta, que en este caso es de tres puntos: combate contra la delincuencia, garantizar elecciones limpias (imparciales y seguras) y reconstrucción institucional, superando el enfrentamiento permanente que afecta a los poderes del Estado. Un elemento adicional puede ser la economía, pero esta mejora si se percibe un cambio positivo en los tres puntos mencionados. Todo lo demás queda fuera de sitio.
El presidente Jerí ha logrado una adecuada aceptación, lo que le brinda legitimidad. Ojalá no la desperdicie colocando nuevos temas en la agenda que lo único que generarán serán desgaste y decepción.
















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