Juan C. Valdivia Cano

Sobre el libro “¡Viva la libertad, carajo!” (I)

Los comentarios generados en las redes sociales por esta publicación

Sobre el libro “¡Viva la libertad, carajo!” (I)
Juan C. Valdivia Cano
11 de diciembre del 2025

 

Ha sido una gratificante sorpresa el haber motivado tantos comentarios a mi libro ¡Viva la libertad, carajo! (2025), sobre el presidente Javier Milei, al parecer antes de haberlo leído. Lo malo es que, aun si lo leyeron, no dicen nada específico de él, de su contenido, de sus ideas particulares. Y eso me entristece un poco. No parece importarles mucho; no citan una sola frase del libro para comentarla críticamente, o no. Parece que lo que los enoja es el hecho de haberme atrevido a escribir sobre el presidente argentino Javier Milei. 

 Pero también he escrito, con inocultable admiración, dos libros y algunos artículos sobre José Carlos Mariátegui, ensayos sobre Oquendo de Amat, Vigil, Francisco Mostajo, que nadie tacharía de conservadores, derechistas y menos fascistas. Para ser fascista hay que ser de ultraderecha, para ser de ultraderecha hay que ser de derecha, para ser de derecha hay que ser conservador. Y yo puedo reunir todas las maldades humanas habidas o imaginadas, pero no soy un conservador. No porque eso tenga algo de malo, sino porque es verdad que no lo soy. La vida lo dispuso así. 

Pero lo que importa es la calidad del individuo, más que su posición ideológica, política o religiosa. Borges era un conservador, aunque no todos los conservadores sean como Borges. Tenemos todos el derecho de escribir o hablar con absoluta libertad: se llama libertad de expresión, sin ir contra la Constitución, la Ley o los derechos de los otros. Es un derecho fundamental sin el cual es imposible la democracia. 

Uno puede refutar todo lo que quiera una posición, pero es muy distinto insultar al que se ocupa de un tema solo porque éste tema no te gusta. No hay tema malo o bueno a priori, depende de cómo lo plasmas. Tiene el derecho de refutar esas ideas concretas con otras ideas concretas, y es el mayor signo de civilización: la discusión, oral o escrita, evita la violencia. 

Y de la discusión de ideas suele salir la luz, no de los ataques personales, los adjetivos, las calumnias o las injurias, que siempre caen en la falacia ad hominem, y no alimentan la discusión sino que la evaden. Voy a decir algo sobre algunos de esos comentarios de Facebook, que para mi no lo son. El amable lector tiene la última palabra, en todo caso. 

 

Kala 

Tonterías, culto al hombre que está sobre endeudando a la Argentina por 100 años... ya no hay dignidad, tuvo que rogar ayuda a Trump, una buena soplada de cohete.

 Pero no dice absolutamente nada del libro. Ni intenta demostrar – ya que tocó el tema- cómo el acuerdo con el gobierno norteamericano es perjudicial para la Argentina. Si conoce las condiciones del acuerdo, ¿por qué no decir cuáles son las condiciones perjudiciales? Y si no las conoce ¿cómo diantres se atreve a opinar sobre ello? Como en este caso se ocupa de un problema técnico económico, debe demostrar lo que dice, o intentarlo siquiera, técnico económicamente. Tampoco dice nada al respecto, ni siquiera tonterías.

Las afirmaciones puras, los decires sin razones o fundamentos, valen lo mismo que una perra chica, como decía Marx. En cuanto a la mencionada dignidad, que es el derecho y la capacidad humana de decidir el propio destino (la autonomía sobre el cuerpo y el alma es el mínimo) no he visto casi nunca, en mi vetusta vida, a una persona tan autónoma y tan independiente como Javier Milei. 

 

Juan Luis 

De Foucault a Milei... Vaya travesía...

Empezaría por preguntar a Juan Luis ¿cuáles son las incompatibilidades ideológicas entre Foucault y Milei? Aparte del aspecto religioso, en lo que estoy más cerca de Foucault que de Milei, ninguna incompatibilidad, solo diferencias. Aunque en su juventud fue militante comunista, en su temprana madurez Foucault fue un crítico del marxismo y el comunismo. Su obra es una exquisita suerte de deconstrucción de ideologías, como deconstruye Las Meninas en Las palabras y las cosas. Sin destruir. 

Por mi parte, sigo siendo foucaultiano, no lo veo incompatible con admirar la política y la economía del presidente Milei. Y si hay incompatibilidad ideológica, la carga de la prueba la tiene Juan Luis. Pero antes de leer a Foucault yo era marxista y antes cristiano católico. Por tanto “la travesía” es más larga y me reservo el derecho de cambiar hasta el último día. (Mariátegui-Barbusse). 

 

Heinnz 

Ningún filósofo serio se atrevería a publicar semejante kagada

Primero, tengo que reconocer que, en honor a la verdad, efectivamente, no soy un tío muy serio y no estoy seguro de ser un filósofo. Pero el comentarista gringo no da ni la más mínima razón de por qué afirma que el libro que presentamos esta noche es una kagada. Y él tampoco es muy serio que digamos, cuando escribe la palabra “kagada” con “K”. Y tampoco es muy serio lanzar un adjetivo tan maloliente, sin haber leído siquiera el libro, que recién hoy se presenta. Y si lo ha leído, no siente la más mínima obligación intelectual y ética de dar una sola razón —aunque sea pequeñita— de por qué le parece así. 

 

Cesar 

Bueno, la gente tiene derecho a tener un pensamiento propio, pero... pucha, uno también debe tener vergüenza

En este caso me temo que Cesar pide demasiado. Porque por más esfuerzos que he hecho para complacerlo, me ha sido imposible sentir siquiera un poquito de vergüenza por haber escrito este libro. Y es que en las últimas décadas he estado tratando de sentir, en lo posible, cada vez menos vergüenza por las cosas que digo, pienso y hago, como me ocurría en la infancia, adolescencia y juventud. Y no le digas al arzobispo, pero soy más feliz ahora, que cuando chico creía en la vergüenza, la culpa, el remordimiento, el pecado, el dolor de corazón, el infierno eterno, etc. Lo digo con un poquito de vergüenza…

 

Alonso 

Me encanta: renegar del Estado con fondos del Estado.

No sé de dónde saca Alonso que el libro ha sido pagado por el Estado. El Estado no ha puesto ni un sol (por lo demás, el Estado es problema, no solución). Alonso tiene la carga de la prueba, en todo caso. La Ley dice que quien hace una afirmación tiene que probarla. Y no sería difícil probarlo si Alonso tuviera razón. Pero si no puede probarlo, probará por lo menos la calaña a la que pertenece. 

 

Ditmar 

¿Asumo que el título debe ser una antítesis, cierto?

No es muy claro Ditmar, pero parece sugerir que el título debió ser “Muera la libertad, carajo” o algo así. Siento no poder complacer a Ditmar. Otra vez Será. Como decía Fabio, el inmortal.

 

Oscar 

Mmmm pésimo profesor, tenía juntas muy raras y algo etéreas.

Me encantaría que Oscar nos explique qué tiene que ver el libro sobre el presidente Milei con que el autor sea “pésimo profesor” (Y que será para Ditmar “pésimo profesor”). Y cómo ha llegado a esa conclusión. Y cuáles son esas “juntas raras y algo etéreas” que me achaca. Y por qué “raras” y por qué “etéreas”. Y qué tiene de malo que sean raras y etéreas. Y qué tiene que ver con la calidad del libro. ¿O es que no ha leído el libro el gran Oscar? Lo que me sorprende es que, parece insinuar, que “las juntas raras y etéreas” son la causa de que un profesor sea pésimo. Ja,ja,ja. Mi bisabuela era menos moralista que Oscar.

Juan C. Valdivia Cano
11 de diciembre del 2025

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