Juan C. Valdivia Cano
Vargas Llosa y la filosofía (I)
Su amor al conocimiento y a la verdad
¿Fue Vargas Llosa un filósofo? Difícilmente podría considerársele como tal. Aunque todo depende de lo que se entienda por “filosofía”. Y aquí mismo encontramos dos problemas filosóficos que tendremos que abordar inevitablemente, si queremos responder a la cuestión que nos ocupa : 1) la polisemia del término “filosofía”, que no tiene un solo sentido y 2) las complejas relaciones entre filosofía moderna y “postmoderna”, por así llamarla, porque estos dos asuntos inciden directamente en la respuesta a dicha cuestión.
Nada indica que Vargas LLosa se hubiese considerado él mismo un filósofo, y podría decirse que no utiliza expresamente ideas filosóficas, ni cita o parafrasea a filósofos en sus artículos y ensayos, salvo a José Ortega y Gasset, Isaiah Berlin y Karl Popper en “El Llamado de la Tribu” y Michel Serres, a quien admiraba, junto a los economistas de su preferencia, Friedrich von Hayek y Friedrich von Mises (que, dicho sea de paso, poseían un enorme talento filosófico) Pero los comenta en tanto pensadores liberales y haciéndose eco de sus actitudes ético-políticas con las que se identificaba profundamente, no especialmente en tanto filósofos académicos , ni para comentar o aplicar su filosofía.
Ni siquiera se le podría considerar filósofo en el sentido aparentemente aleatorio que se puede atribuir a un Borges, un Sábato, un Cortázar, quienes además de narradores o poetas se aproximaron a la filosofía con cierta pasión, constancia y pertinencia, haciendo simbiosis con su literatura. A tal punto que, por lo menos en ciertas obras, si no en todas, la línea de separación entre literatura y filosofía se hace tan tenue que parece desaparecer, y resulta imposible determinar dónde termina una disciplina y donde comienza la otra. Y eso se da en los tres casos citados, con diferentes y argentinos matices.
Pero, ¿qué es filosofía? En el sentido más conocido o tradicional de la palabra -que no es necesariamente el mejor- la filosofía es una actividad académica, es decir, una actividad institucionalizada, una materia de estudios, un “curso”, como se le llama, dentro de un programa universitario, Facultad o Escuela. Ese proceso de institucionalización filosófica empezó e en la época de la Academia de Platón y continuó con el Liceo aristotélico, proceso que se va a reiniciar e intensificar a través de la teología de la Edad Media, especialmente con la gran obra de Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII, que utiliza e integra el aristotelismo al cristianismo, en su labor de edificación de la gran cultura católica de la Edad Media europea.
Es en ese sentido tradicional o institucional que se puede decir que Vargas Llosa no era, con seguridad, un filósofo. Este proceso de institucionalización en el que la relación saber-poder (Foucault) se hace más evidente y que comienza con Platón, culmina, en cierto sentido, con Kant en el siglo XVIII, en las coordenadas europeo occidentales. Ya el mismo Kant decía, al insinuar la distinción entre el sentido académico del sentido extra académico de la filosofía, que no se enseña filosofía sino a filosofar.
Otro sentido de la palabra filosofía es su sentido etimológico pre socrático original, que es su sentido más extenso: amor a la sabiduría. Aquí la única exigencia para considerar a alguien como filósofo es una cierta “voluntad de verdad”, que no es privativa del filósofo académico. Querer saber no es ser sabio, sino solo filósofo: desear la sabiduría sin poseerla necesariamente, un socrático reconocimiento de la propia ignorancia que no requiere ninguna otra condición.
Y en ese sentido Vargas Llosa es indiscutiblemente un filósofo, tal vez con más derecho que muchos profesores de filosofía. Su amor al conocimiento, a la verdad (aún en las mentiras), contra viento y marea y caiga quien caiga; la sabiduría a través de la literatura. Sus ensayos y artículos que uno admira más mientras más los lee y los vuelve a leer, no se desmienten sino que se confirman con sus ficciones. ..y sus ideas filosóficas. “¿Qué idea de la libertad se hace Don Quijote”? pregunta Vargas Llosa. Y responde: “La misma que, a partir del siglo XVIII, se harán en Europa los llamados liberales: la libertad es la soberanía de un individuo para decidir su vida sin presiones ni condicionamientos, en exclusiva función de su inteligencia y su voluntad (…) El Quijote es un canto a la libertad” (Mario Vargas Llosa, “El fuego de la imaginación”, pág. 440 )
Y es en este sentido etimológico que se puede decir que todos somos o podemos ser filósofos. Todos tenemos una concepción del mundo y de la vida, una manera de pensar, unos valores, etc, e interpretamos está vida a partir de dicha concepción. Fernando Savater lo aclara bien al explicar la dificultad de su enseñanza: “La dificultad de enseñar filosofía es que esta disciplina consiste más en una actitud intelectual que en un conjunto bien establecido de conocimientos” (Fernando Savater, “Diccionario Filosófico”, pág. 25). Los ingredientes de esa actitud están al alcance del que lo desea: espíritu crítico, radicalidad, concreción, totalidad, perspectivismo, libertad y creatividad. Como los filósofos de la antigüedad, como Mario Vargas LLosa.
Pero Vargas Llosa también es un filósofo si aplicamos el concepto de filosofía del peruano Leopoldo Chiappo, uno de los mejores filósofos del siglo XX en la región, que definía la filosofía como “crítica de los fundamentos”, lo que alude a la condición de radicalidad, imprescindible en cualquier actitud filosófica auténtica. Y si tenemos en cuenta la enorme capacidad de investigación de Mario Vargas LLosa, la rigurosidad y disciplina de la que hacía gala cuando, por ejemplo, preparaba una novela, para extraer la verdad a través de hermosas mentiras, no cabe la menor duda al respecto. Y esa radicalidad es lo que explica sus cambios de cosmovisión que lo hacen dejar el catolicismo a los doce años y el marxismo a los 28. No es arrogancia sino carácter.
















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