Hugo Neira

¿Por qué al Barcelona se le llama «culés»?

Escribir es conversar

¿Por qué al Barcelona se le llama «culés»?
Hugo Neira
07 de marzo del 2021


Lo del trato ambiguo al Barcelona, después de este párrafo. 

Lo cierto es que no salimos del lío de las vacunas. Me recuerdan una frase de Winston Churchill: «Un camello es un caballo diseñado por un comité». Muchas opiniones, muchas manos. En este fin de semana ha estallado una indignación gigantesca: las vacunas chinas, resulta que solo logran el 11% o el 33% de eficacia según la cepa, en estudio preliminar de la Cayetano Heredia. El rumor ha corrido como un terremoto en el inestable mundo limeño de la ciberpolítica. Sin embargo, escuchando al médico Bustamante en el escenario de Beto Ortiz, se habla de vacunas «en proceso de estudio clínico fase II». Y hay otras, aprobadas luego de culminar todas las fases de ensayo clínico, que circulan en el comercio mundial, sean chinas, sean inglesas o lo que fuese. Entonces, las vacunas experimentales chinas fueron usadas con voluntarios peruanos. Y de ahí ese famoso 11% que alarmó a la opinión. Entonces, ¡hay dos fórmulas de vacunas venidas de China! ¿Y por qué no lo dicen? Las compradas están en fase IV. No son estas las del estudio de la Cayetano. El episodio de la compra de vacunas, tras una lluvia de mentiras y repartos caprichosos, ha acabado con la poca confianza que tenía la ciudadanía. Me pregunto, a un mes de las elecciones, con estos líos, qué tendencias políticas salen favorecidas. Por otra parte, hay los que creen que todo es cuestión de comprar vacunas, y sanseacabó. Son aquellos candidatos que ignoran o les molesta que, planetaria y geopolíticamente, los países que producen las primeras vacunas solo negocian con los Estados. Yo no digo que eso sea bueno ni malo, sino que es así. ¿Pero qué es eso de entrar y robar las computadoras de la productora de Beto Ortiz y algunos discos duros? ¿Cuál es el ilícito que ahora se ocultará? Malas señas, muy malas. «Algo se pudre en el reino de Dinamarca» (Hamlet). 

Los culés

Las líneas que siguen se ocupan de los usos gramaticales del deporte que nos es más apreciado, el fútbol. No se rían. No todo es economía, dinero, religión, poder, sino, en cada era, los juegos olímpicos de los griegos, el circo romano, la fiesta brava de los españoles. Si hay algo que verdaderamente representa la mundialización son los deportes, y entre ellos, el fútbol. El que inventaron los ingleses hace siglos y no el americano que se juega cogiendo con las manos la pelota. Pero no es del todo un deporte mundial, civilizaciones asiáticas, como la India y China, la practican pero poco. De más está decir que es algo que aprendemos desde niños, y nos dura toda la vida. Pero creer que un deporte es solo un estadio, es desconocer su poder. Club, grandes jugadores, campeonatos, estrategias, organizaciones mundiales, negocios, fama, e incluso, una manera de hablar y ver la existencia misma. Los goles son algo tan importante como el agon de los griegos (la vida como combate). O los gladiadores de Roma en su apogeo. Ellos nos hacen pensar en Espartaco, pero nunca los esclavos se liberaron, y el gladiador regresa a nuestro mundo por la magia del cine.

Entonces, ¿qué quiere decir «culés»? No fue mucho el tiempo que tomé para una breve investigación —algo que no hacen mis colegas periodistas—, hallar revistas europeas y un diccionario catalán-castellano, y entonces, la gran sorpresa. Los «culés» no eran los jugadores sino la barra brava, los hinchas acérrimos. Ya me parecía, porque decir «culés», es una transformación de la palabra «culones». Pero seguí investigando, y me encuentro con un asunto muy español, los enfrentamientos de clases sociales, como siempre, los de los ricos y los pobres. Y todo esto en el mundo catalán. Un apodo que tiene su historia. Viene de lejos. De los inicios del siglo XX, cuando el F.C. Barcelona jugaba en un pampón industrial, con unas estrechas tribunas en las cuales se sentaban los hinchas, y «entonces sobresalían los traseros de los espectadores». Lo que en castellano se llama culo, en catalán, es «cul».

Ahora bien, cuando se llegó a tener un estadio, no cabían sino 6 mil personas. Hay que saber que España llegó tarde a la modernidad industrial, a diferencia de toda Europa, y entonces, con estadios pequeños —dice la fuente española que he encontrado— «el público se acomodaba como podía». Sentados sobre los muros, rebalsaban. Y es evidente que la clase alta iba a las zonas mejores y más caras. Y los del pueblo, se apretaban para poder sentarse. Apodos no faltaron, a los partidarios del Real Madrid les llamaban vikingos, al Atlético, indios. El Barcelona tiene por cierto una gran hinchada pero no les falta envidiosos enemigos, como ocurre con todo aquello que triunfa. En fin, lo de culones no tiene nada de gracioso, e insisto, no se dirige al equipo ni a sus jugadores sino a sus primeros hinchas. Una gruesa injuria, una ofensa. Y bueno, si los de la barras bravas eran obesos, ¿qué más da? Como se puede comprender, es un asunto español, de castellanos contra catalanes, de ricos contra proletarios, diferencias que se manifiestan como fue en una época, en el Perú, Alianza Lima con descendientes de afroperuanos, y Universitario, con blanquitos. Con el tiempo, esas categorías han perdido su inicial leyenda. 

Pero a lo que voy, ¿qué hacen los comentaristas de los partidos de fútbol, aquí en Lima, en el otro lado del océano Atlántico, repitiendo como cotorras lo que han escuchado, sin darse un par de minutos para saber en qué consiste? Pero ellos creen que saben y no saben nada. Lo repito, no son los jugadores sino la barra brava, a comienzos del siglo XX¡! Y dicen, por el equipo del Barcelona, los «culés», con ganas y saboreando los labios como quien se come un chocolate. Se creen muy informados, lo dicen y lo repiten, sabiendo que la distancia gramatical del castellano y el catalán es mínima, culo y «cul». Pero lo hacen como si echaran una guirnalda, un adorno, a algo fétido, pestilente. Ese apodo me suena una insinuación perversa. ¿O nos están diciendo que en el deporte más varonil que todavía existe, hay gente que se ocupa de mirar las nalgas de los varones sentados en las tribunas? Si es eso, díganlo, y no se hagan los desentendidos. O una vez más, nos tropezamos con la desidia. 

Es cierto que la definición del hombre, el varón, en los inicios del siglo XXI es variada, no hay un modelo único. Los «nuevos padres», que se ocupan de sus hijos más que en otras épocas, son una evolución reciente. Por otra parte, la emancipación de las mujeres, ya no destinadas a las tareas domésticas como en el pasado. En las parejas modernas se reparten un tanto esas tareas sin que haya crispaciones en los varoniles esposos. El principio de igualdad de los sexos ha cambiado radicalmente la vida contemporánea. El orden patriarcal está mutando. Sin embargo, también crecen abusos con las mujeres, asunto que ocurre en las más avanzadas sociedades del planeta. Y no digo más. Ni me ocupo ahora del género. Ni sobre la aceptación de heteros o de homos, o bisexuales. Lo cierto es que el tipo de macho brutal, estilo Don Juan mexicano con bigote, pistola y sombrero, es un estereotipo que alimentó el cine en los años 40 o 50, hoy un mito que ha perdido su vigencia. Aparecen otras formas de ser varón, por ejemplo, en las canciones de los cantantes. Después de los hippies de cuando yo era joven a la estética de estos días, hoy el cantante, o actor joven, habla dulcemente, casi llorando, moviendo las manos y devorado por los sentimientos y emociones. Duros ya no hay.

¿Hay una nueva estética? Las edades, por ejemplo, hoy no tienen la organización tradicional. Veo adultos mayores vestidos como sus nietos o bisnietos. Y un joven ¿es siempre una novedad? ¿No hay acaso jóvenes conservadores que, por cierto, no lo dicen ni lo piensan? ¿La fábrica de varones está por otro tipo de seducción y otras formas y otras comunidades? ¿Cuáles son los códigos de la virilidad? Después del rock, el rap, ¿qué viene? Los padres que se ocupan de los niños, ¿son unas madres como las otras? ¿Es verdad que nosotros los hombres no pensamos sino en eso? Ya saben que es «eso». 

Nos vemos el próximo lunes. Y dejen de decir a los jugadores del Barça, los «culés». Repito, no es el equipo sino los hinchas. Y eso, casi un siglo atrás. Da vergüenza que usen en la radio y la televisión local un apodo que no entienden.

Hugo Neira
07 de marzo del 2021

NOTICIAS RELACIONADAS >

Después de Mariátegui: la progresiva emergencia de la nación mestiza

Columnas

Después de Mariátegui: la progresiva emergencia de la nación mestiza

El presente texto forma parte de una investigación inédi...

15 de abril
La Independencia como revolución popular, incluyendo mujeres

Columnas

La Independencia como revolución popular, incluyendo mujeres

El doctor Rivera Oré tiene la amable costumbre de enviarme libr...

01 de abril
Micaela: de las blancas azucenas de Abancay a la libertad

Columnas

Micaela: de las blancas azucenas de Abancay a la libertad

Me ha pedido usted unas breves líneas para prologar su libro. A...

18 de marzo