Eduardo Zapata

Ni Chana ni Juana

Gobierno no tiene un plan integral para salir de la crisis

Ni Chana ni Juana
Eduardo Zapata
01 de abril del 2020


“Ni Chana ni Juana” era una expresión que se utilizaba muy frecuentemente para calificar a una acción que no era ni lo uno ni lo otro. Tal vez su actual infrecuencia lingüística –referida fundamentalmente a las políticas públicas– ponga en evidencia que dichas políticas no son “ni chicha ni limonada”. No hay asertividad en ellas, sino más bien diletantismo.

Si usted tiene un amigo extranjero, este se sorprenderá cuando en respuesta a una afirmación suya le contesten “¿sí, no?”. Como si ya se hubiese instalado entre nosotros el paradigma verbalizado magníficamente por un narco: “Soy su hermano, pero no sé nada”. El lenguaje nos viene diciendo desde hace tiempo, entonces que nos hemos habituado a vivir en un mar de incertidumbres. Donde cualquier asomo de asertividad –aun sin base– cautive transitoriamente nuestra irreflexiva atención.

Algo de eso viene ocurriendo con el señor Vizcarra. A quien vemos todos los días en la televisión informándonos de la situación del coronavirus en el Perú. Suelta cifras sin data de base y promete acciones futuras. Su aparente popularidad estaría en relación directa con esa aparente asertividad, que oculta no pocos balbuceos y la inexistencia de preguntas incómodas que exigirían respuestas precisas.

Todo lo anterior se corrobora por el hecho de que si alguien osa exigir precisiones, muchísima gente –interesada o desinteresadamente– de inmediato considera la exigencia como un ataque al Presidente. Peor aún, como un ataque al propio Perú en su lucha contra la pandemia. Casi una traición.

No vamos a juzgar aquí las intenciones del Presidente. Sí convenimos en que resulta hasta un buen comunicador en el mar de incertidumbres en el que nos movemos. Lo lamentable es constatar el script o libreto que subyace a la voz presidencial. Porque adentrados en ese libreto, hallamos que revela que ante la crisis anunciada desde diciembre el Gobierno no tiene un plan integral.

Una cuarentena es para evitar que el riesgo de contagio de un mal se extienda e implica lógicamente el aislamiento de personas. Si se sospecha que el mal puede ser grave, la cuarentena será mayor. Pero se supone que al mismo tiempo se aprovecha la inamovilidad de las personas para medir la magnitud posible del riesgo. Es claro que un país no puede económicamente estar en cuarentena a riesgo de paralizar sus actividades productivas, pues ello produciría quiebras, ruptura de la cadena de pagos y desempleo.

Ocurre, entre nosotros, que las medidas económicas y las de salubridad no han ido de la mano. Nos hemos encerrado –tibiamente al principio– pero durante ese período no hemos capturado ninguna data científica referida al eventual progreso de la enfermedad. Habremos evitado transitoriamente la expansión del virus, pero no sabemos la magnitud que tendrá este acabado el llamado aislamiento social.

De haber habido un plan integral, economía y salubridad debieron ir de la mano. Así como la atención a los más necesitados. Ello hubiera posibilitado un menor costo sobre la economía y hubiese permitido saber qué nos espera en lo que se refiere a la explosión contagiosa de la pandemia.

Eduardo Zapata
01 de abril del 2020

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