Guerra en el Medio Oriente. ¿Guerra mundial?

Tras los ataques quirúrgicos de la aviación y las fuerzas especiales israelíes contra objetivos militares en Irán, contestados con un bombardeo iraní indiscriminado de objetivos civiles israelíes, un contundente bombardeo norteamericano tomó por sorpresa a las fuerzas armadas iraníes y eliminó el riesgo de que estas usaran cabezas atómicas contra Israel y EE.UU., ambos objetivos largamente anunciados. La velocidad del ataque de EE.UU. evitó que tanto China como Rusia alcancen a realizar movimientos relevantes en el terreno e incluso en el campo de la narrativa.

Comprensiblemente el temor a que el conflicto se extienda, involucrando a otras potencias nucleares, no se ha desvanecido ni siquiera  tras el alto al fuego, incluso antes de que este no fuera respetado al principio. Irán, además de ser el gestor principal de los destructivos regímenes en Venezuela y Bolivia, viene desarrollando una guerra simétrica, exportando operaciones de desestabilización política a Chile, Perú, Colombia, Ecuador y, en los últimos años, EE.UU. 

La conjunción de inminente capacidad nuclear bélica con una nunca ocultada voluntad expansionista, pasando en primer lugar por un vociferado deseo de destruir a EE.UU. e Israel, hacía inevitable lo ocurrido. Nadie en su sano juicio permitiría alcanzar un arma a quien ha dejado claro que quiere eliminarlo. Pretender que ambos países esperaran a ser atacados hubiera sido insensato y mucho más costoso en vidas humanas.

Lo explicado líneas arriba, junto a la tradición del actual régimen iraní, de reiterado irrespeto a los acuerdos que suscribe, y el carácter de la amenaza a la misma existencia del Estado de Israel hacen sumamente difícil la longevidad de la precaria paz alcanzada hoy 24 de junio, tras mutuos incumplimientos del alto el fuego.

El riesgo mayor no es, como cree la mayoría de la gente, que EE.UU. y sus aliados se enfrenten directamente con China o Rusia, sino que estos últimos avancen militarmente o de forma encubierta (método preferido por China hasta ahora)  buscando hegemonías continentales inaceptables, o que arrastren a EE.UU. y la OTAN a enfrentarlos directamente en defensa de la estabilidad de sus propios países.

Incluso de reanudarse las operaciones militares norteamericanas –o si estas incluyen a la OTAN– China y Rusia tendrán mucho que perder respaldando a un régimen aliado como el de los ayatolás, ligado a grupos radicales islámicos enemigos de ambos, que además ha amenazado cortar el flujo de petróleo.