Darío Enríquez

Madre de Dios, geopolítica y la triple frontera

Dinámicas urbanas y desafíos de desarrollo territorial

Madre de Dios, geopolítica y la triple frontera
Darío Enríquez
10 de octubre del 2025

 

La región de Madre de Dios, ubicada en la selva suroriental del Perú, representa uno de los espacios más biodiversos del planeta y, a la vez, uno de los más complejos en términos de gobernanza territorial. Su capital, Puerto Maldonado, concentra cerca del 60 % de la población regional (aproximadamente 190,000 habitantes) y actúa como nodo central del eje andino-amazónico que vincula Cusco con las fronteras de Brasil y Bolivia.

La mancha urbana metropolitana de Puerto Maldonado —que abarca Tambopata y zonas periurbanas— se consolida como principal centro de servicios y comercio, pero también como espacio de convergencia para tensiones económicas, sociales y ambientales.

 

Infraestructura y articulación territorial

La Carretera Interoceánica Sur reconfiguró decisivamente el territorio. Este corredor continental conecta Puerto Maldonado con Cusco (470 km) y con Iñapari en la frontera brasileña (230 km), facilitando el comercio, el turismo y la movilidad. Sin embargo, también abrió rutas para el tráfico de oro, madera, combustibles y personas.

Alrededor de la capital se consolidan núcleos secundarios como Mazuko, Iberia e Iñapari, que cumplen funciones logísticas y comerciales. Mazuko, con unos 15,000 habitantes, marca la transición entre sierra y selva, mientras Iberia e Iñapari articulan la conexión trinacional con Cobija (Bolivia, 55,000 hab.) y Brasiléia (Brasil, 25,000 hab.). Estas ciudades conforman una microrregión fronteriza de intercambio intenso y control estatal limitado.

 

Influencias externas y estructura económica

Más allá de las fronteras, Rio Branco (Brasil, 400,000 hab.) ejerce influencia económica sobre la cuenca del Acre, mientras que Cusco y Puno proyectan peso demográfico y comercial desde los Andes. Ambas regiones peruanas proveen migrantes, alimentos, maquinaria y capital, impulsando la expansión de servicios, minería artesanal y agricultura itinerante en Madre de Dios.

Así, la región se integra en un sistema interdependiente andino-amazónico, donde los flujos de bienes y personas refuerzan el rol articulador de Puerto Maldonado, aunque también amplifican las presiones sobre el entorno natural.

Madre de Dios refleja una superposición compleja de economías: la formal (turismo, transporte); la informal (minería artesanal, tala sin licencia); y la ilegal (narcotráfico, contrabando, trata de personas). Es clave distinguir entre la producción informal —realizada por pequeños mineros o agricultores sin licencia por falta de opciones— y el crimen organizado, que se beneficia de la porosidad fronteriza y la débil coordinación trinacional. La delincuencia transfronteriza se ha fortalecido, permitiendo a las economías ilegales imponer su propio orden territorial ante la insuficiencia estructural de los Estados.

 

Urbanización, gobernanza y perspectivas

La expansión urbana de Puerto Maldonado plantea desafíos: el crecimiento espontáneo presiona suelos y riberas, evidenciando la limitada capacidad de infraestructura y servicios básicos para absorber la demanda. La informalidad urbana responde, en gran medida, a trabas burocráticas, consolidando enclaves económicos que requieren un entorno normativo más ágil para formalizarse e integrarse.

El futuro de Madre de Dios depende de que el Estado garantice seguridad jurídica territorial, especialmente para comunidades nativas. Si se libera el entorno de negocios mediante un marco normativo claro y flexible, la inversión privada podrá sostener empleos formales y modernización productiva. Transformar Madre de Dios en un territorio de ciudadanía y prosperidad exige un Estado facilitador que acompañe a los emprendedores y evite el entramado burocrático inoperante, contraproducente y corruptor. Además de controlar la ilegalidad, deben promoverse alternativas económicas viables que integren formalidad, medio ambiente y trabajo digno.

Puerto Maldonado simboliza las tensiones del Perú selvático: crecimiento espontáneo, recursos naturales explotados en expansión caótica y ausencia de regulación eficaz. Convertir la región en un polo de desarrollo sostenible exige integrar sus redes urbanas, sociales y ambientales bajo un horizonte común de sostenibilidad, inclusión y libertad económica.

Darío Enríquez
10 de octubre del 2025

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