Darío Enríquez
Madre de Dios, geopolítica y la triple frontera
Dinámicas urbanas y desafíos de desarrollo territorial

La región de Madre de Dios, ubicada en la selva suroriental del Perú, representa uno de los espacios más biodiversos del planeta y, a la vez, uno de los más complejos en términos de gobernanza territorial. Su capital, Puerto Maldonado, concentra cerca del 60 % de la población regional (aproximadamente 190,000 habitantes) y actúa como nodo central del eje andino-amazónico que vincula Cusco con las fronteras de Brasil y Bolivia.
La mancha urbana metropolitana de Puerto Maldonado —que abarca Tambopata y zonas periurbanas— se consolida como principal centro de servicios y comercio, pero también como espacio de convergencia para tensiones económicas, sociales y ambientales.
Infraestructura y articulación territorial
La Carretera Interoceánica Sur reconfiguró decisivamente el territorio. Este corredor continental conecta Puerto Maldonado con Cusco (470 km) y con Iñapari en la frontera brasileña (230 km), facilitando el comercio, el turismo y la movilidad. Sin embargo, también abrió rutas para el tráfico de oro, madera, combustibles y personas.
Alrededor de la capital se consolidan núcleos secundarios como Mazuko, Iberia e Iñapari, que cumplen funciones logísticas y comerciales. Mazuko, con unos 15,000 habitantes, marca la transición entre sierra y selva, mientras Iberia e Iñapari articulan la conexión trinacional con Cobija (Bolivia, 55,000 hab.) y Brasiléia (Brasil, 25,000 hab.). Estas ciudades conforman una microrregión fronteriza de intercambio intenso y control estatal limitado.
Influencias externas y estructura económica
Más allá de las fronteras, Rio Branco (Brasil, 400,000 hab.) ejerce influencia económica sobre la cuenca del Acre, mientras que Cusco y Puno proyectan peso demográfico y comercial desde los Andes. Ambas regiones peruanas proveen migrantes, alimentos, maquinaria y capital, impulsando la expansión de servicios, minería artesanal y agricultura itinerante en Madre de Dios.
Así, la región se integra en un sistema interdependiente andino-amazónico, donde los flujos de bienes y personas refuerzan el rol articulador de Puerto Maldonado, aunque también amplifican las presiones sobre el entorno natural.
Madre de Dios refleja una superposición compleja de economías: la formal (turismo, transporte); la informal (minería artesanal, tala sin licencia); y la ilegal (narcotráfico, contrabando, trata de personas). Es clave distinguir entre la producción informal —realizada por pequeños mineros o agricultores sin licencia por falta de opciones— y el crimen organizado, que se beneficia de la porosidad fronteriza y la débil coordinación trinacional. La delincuencia transfronteriza se ha fortalecido, permitiendo a las economías ilegales imponer su propio orden territorial ante la insuficiencia estructural de los Estados.
Urbanización, gobernanza y perspectivas
La expansión urbana de Puerto Maldonado plantea desafíos: el crecimiento espontáneo presiona suelos y riberas, evidenciando la limitada capacidad de infraestructura y servicios básicos para absorber la demanda. La informalidad urbana responde, en gran medida, a trabas burocráticas, consolidando enclaves económicos que requieren un entorno normativo más ágil para formalizarse e integrarse.
El futuro de Madre de Dios depende de que el Estado garantice seguridad jurídica territorial, especialmente para comunidades nativas. Si se libera el entorno de negocios mediante un marco normativo claro y flexible, la inversión privada podrá sostener empleos formales y modernización productiva. Transformar Madre de Dios en un territorio de ciudadanía y prosperidad exige un Estado facilitador que acompañe a los emprendedores y evite el entramado burocrático inoperante, contraproducente y corruptor. Además de controlar la ilegalidad, deben promoverse alternativas económicas viables que integren formalidad, medio ambiente y trabajo digno.
Puerto Maldonado simboliza las tensiones del Perú selvático: crecimiento espontáneo, recursos naturales explotados en expansión caótica y ausencia de regulación eficaz. Convertir la región en un polo de desarrollo sostenible exige integrar sus redes urbanas, sociales y ambientales bajo un horizonte común de sostenibilidad, inclusión y libertad económica.
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