Autocracia municipal en Surco

El 28 de agosto, la Municipalidad de Surco, luego de inspeccionar las instalaciones de la Academia de Natación Johnny Bello, expidió el Certificado de Inspección Técnica de Seguridad en Edificaciones. Días después, sorpresivamente, desconoció y anuló dicho certificado. El famoso CITSE —que años atrás había sido derogado— se ha convertido en el arma letal que obliga a todos los establecimientos que atienden al público a renovar este documento cada dos años. Los burócratas municipales encargados de otorgar la conformidad y expedir el certificado tienen un amplísimo margen de discrecionalidad para formular observaciones y un poder arbitrario que les permite ordenar el cierre temporal o definitivo de los locales.

Como si no bastara con la extorsión que sufrimos los peruanos, las empresas también enfrentan la de algunos inspectores corruptos. Cerrar un local comercial, una galería o incluso todo un centro comercial —como ocurrió con Larcomar, por ejemplo— es un gravísimo despropósito y un evidente abuso de poder.

Lo ocurrido con la Academia de Natación Johnny Bello no puede ser más elocuente: una semana después de obtener su certificado, recibió un contingente de fiscalizadores del municipio de Surco que, por nimiedades, la clausuraron temporalmente. Luego procedieron a su clausura definitiva y le retiraron la licencia de funcionamiento. La propiedad pertenece a Bienes Nacionales, que la cedió a la Municipalidad de Surco hace más de 40 años. Johnny Bello firmó un contrato de concesión sobre ese terreno y construyó dos piscinas donde, a lo largo de los años, ha funcionado la academia, semillero de numerosos nadadores que han representado al Perú. También opera allí un moderno gimnasio dirigido por Javier Talavera, múltiple campeón nacional de fisicoculturismo.

Johnny Bello es un emblema del deporte nacional: dos veces finalista olímpico, diez veces campeón sudamericano, catorce veces campeón bolivariano y formador de múltiples campeones. Dedicó toda su vida a esta actividad; no merece un trato vejatorio ni un atropello como el que está sufriendo. El alcalde Bruce no solo comete un abuso de poder contra este deportista ejemplar, sino también contra toda una comunidad que durante años se ha beneficiado de su iniciativa. Cerrar definitivamente la academia y quitarle la licencia es destruir un esfuerzo de décadas sin generar ningún beneficio. La academia ha solicitado la prescripción adquisitiva a Bienes Nacionales, y la municipalidad, para consolidar este despojo, tendría que iniciar un juicio de desalojo que tomará mucho tiempo. El resultado de este atropello será vaciar las piscinas y, en consecuencia, todos perderán.

Alcalde Bruce, ¿no sería mejor ponerse la camiseta de promotor en lugar de la de fiscalizador y lograr un contrato de usufructo o una concesión que permita continuar con esta importante actividad?

Mi hermana Choco se formó como nadadora en la academia de Walter Ledgard, quien, mediante una concesión, construyó en San Isidro la piscina donde se entrenaron cientos de deportistas. Al vencer el plazo de concesión, se adjudicó a otro concesionario, que no pudo renovar por las condiciones desmedidas que se le impusieron; el resultado fue el cierre definitivo de esa infraestructura, que desde entonces permanece abandonada y desperdiciada.

Hago un llamado a todos los deportistas que alguna vez tuvieron el honor de representar al Perú para que no seamos indiferentes ante este evidente atropello que castiga a un deportista ejemplar. El deporte tiene una trascendencia mucho mayor que el simple entrenamiento físico: su verdadero valor está en cultivar la disciplina, la voluntad, la constancia, el empeño y la capacidad de superar derrotas y dificultades. Seamos promotores, no destructores, de tan loable esfuerzo.