Raúl Mendoza Cánepa

La derecha que se espera

Debe entrar al campo de batalla de la cultura

La derecha que se espera
Raúl Mendoza Cánepa
12 de septiembre del 2021


Algunos a la siniestra señalan, tras la muerte de Abimael Guzmán, que ahora “hay que analizar por qué aparecieron Guzmán y Sendero Luminoso, para que no se repitan”. Traducido en el lenguaje de la izquierda es: “Sendero fue una consecuencia de las injustas estructuras sociales que subsisten en el Perú”. ¿Lo están justificando sin que nos demos cuenta? Por si no lo saben, Sendero no fue creado por los pobres del campo, reacios a integrarse y siempre asesinados. Fue creación de un grupo de intelectuales marxistas que se pretendían los abanderados de la interpretación de la realidad. Fue producto de la ideología. Hasta la revolución francesa, que fue liberal, se impuso por los llamados “desarrapados” o
sans culottes

Los pobres no votan por el marxismo ni lo conocen, ellos votan por el populismo y, por tal, la bandera roja se esconde detrás de la demagogia. Hugo Chávez lo hizo y lo hicieron muchos de los que han ganado terreno político en América Latina. Ganarse a los pobres no es hablarles de la plusvalía; es el manejo del arte de la promesa y del odio. Convertir la palabra “pueblo” en una muletilla es más rentable políticamente que decirle la verdad a la gente, que los países más ricos (Singapur, Hong Kong, Nueva Zelanda…) son los más libres. En ellos los pobres son mucho menos pobres que en el promedio mundial; pero la libertad no es tan llamativa como el paternalismo, esa es la tragedia de América Latina. 

A diferencia de la izquierda, la derecha no ha construido un plan de posicionamiento político y cultural. No tiene un foro como el de Sao Paulo, no sabe del carácter y alcance de las movilizaciones, no sabe encender la pradera (Los Cuatro Suyos lo hizo con menos) ni le importó erigir oenegés que formaran, publicaran y promovieran a una intelectualidad de derecha liberal. 

Durante años esa derecha dejó al progresismo la tarea de construir un concepto de la realidad, uno que se normalizó en las universidades, sindicatos, medios, organizaciones y hasta en la Iglesia. Vale preguntarse por qué cuando los débiles activistas del liberalismo solicitaban fondos para sus proyectos les eran negados. Las fundaciones internacionales de la libertad eran más reticentes que las progresistas a volcar su dinero en sus agendas. Y qué decir del desdén de los grandes empresarios cuando algunos jóvenes partidos liberales trataban de recaudar fondos para hacer política y qué pasó con el Movimiento Libertad.

¿Tuvo Mario Vargas Llosa que ver ganar a un ideario castrista para tentar el activismo en favor de quien había aplastado por años? Lo puedo decir por qué me consta; como me consta el avance de la izquierda en la academia, en el arte, en la intelectualidad y el monopolio de las ideas en las organizaciones, la promoción de politólogos y sociólogos progresistas (que son los “hijos de Cotler”). E incluso el avance del progresismo disfrazado de liberalismo en las páginas de opinión de diversos medios grandes. Sumemos el catálogo bibliográfico crítico obligado en los claustros universitarios. A los liberales se les redujo a ser los marginales analistas de la economía en publicaciones especializadas. Poco pomposo con relación al rollo progresista en libros y medios.

Por eso es fácil que un joven se crea el cuento de la estructura que algunos narran para explicar a Sendero en el Perú (olvidándose que el terrorismo que practicó en los ochenta fue precedido por la revolución de Velasco). La tarea de la derecha es entrar al campo de batalla de la cultura, por si todavía no se han dado cuenta. La política partidaria es solo un complemento.

Raúl Mendoza Cánepa
12 de septiembre del 2021

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