Raúl Mendoza Cánepa
El placer de incomodar
Periodismo, imparcialidad y verdad

Leo esta acertada frase del periodista Gilberto Hume: “La imparcialidad y la neutralidad son principios que deben observar los jueces, un médico o un sacerdote; pero el periodismo no existe para ser imparcial, existe para contar la verdad. Y la verdad le duele a un corrupto o a un autoritario”. Quien hace periodismo para atacar al poder, hace periodismo franco y real.
Durante la campaña electoral algunos periodistas manipularon sus métodos a sabiendas de cuál era el mal mayor: la posibilidad de un gobierno marxista leninista con un ideario radical. Con todo lo que se supo luego de lo que había detrás de Perú Libre no podía ser mejor que el fujimorismo ni llamar a una imparcialidad boba, tan boba como suele ser la democracia peruana cuando se deja ganar el piso.
Decía “el placer de incomodar” porque es casi un imperativo para los periodistas. El periodista no arredra a la oposición especialmente, arredra al poder, incomoda a los gobiernos, la hace en el campo donde los poderosos hacen su agosto. De allí que haya sido Willax uno de los pocos medios heroicos que no titubeó ni temió, sabiendo que confrontaba con la posibilidad de un poder mayor.
El placer de incomodar se aplica a todo: es el político que muere de pie porque investiga y se faja en el debate perdiendo amigos, es el que dice “no” cuando sopesa y no quiere, es el que encuentra una oportunidad y la descarta porque no le conviene. No teme herir, ofender, arriesgar o “quedar mal”, que para quedar bien no hemos nacido. La dignidad de una persona se mide por el peso de sus actos antagónicos y no por la complacencia con la que abordó la vida para ser querido. Decir que periodistas como Butters, Ortiz, Leiva u otros merecerían un premio al periodismo no es una exageración. Mientras ellos jugaban al filo del precipicio, muchos se alejaban de él para no incomodar, para ser “neutrales”, para ser imparciales. Muchas veces la imparcialidad es una manera de no comprometerse.
Incomodar te hace antipático, pero también te hace auténtico. En la vida diaria no decimos lo que nos carga, como el invitado a una casa que calla, para “no incomodar”, frente al anfitrión cuando le falta una toalla o un utilitario cotidiano. En el periodismo ocurre que el “no quiero incomodar” acaba con toda posibilidad de hacerse con la verdad, porque la verdad incomoda, pica, desarregla, jode y es peligrosa.
Dice Hume, para redondear: “Hace unos meses, cuando llegué a América, encontré el canal identificado con una línea de izquierda (…). Mi decisión de llevar el canal al centro fue considerada por algunos periodistas como apoyo a Fujimori porque al ponernos al centro tuvimos que criticar a Castillo. El problema del canal era que hasta ese momento no se criticaba a Castillo, como no se criticó al gobierno de Vizcarra ni al de Humala”. Tiene razón, y se celebran sus frases. En ocasiones la comodidad y la complicidad tienen la misma sustancia, bajo el disfraz de una falsa dignidad.
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