Tino Santander
El mensaje de los apus
Los espíritus que habitan en la naturaleza
El sábado pasado me visitó don Leocadio Zavala, altomisayoq (en quechua significa “el que se comunica con los espíritus mayores”), quien volvía de hacer un pago a la tierra en el nevado de Pumahuiri, en la provincia ayacuchana de Parinacochas. Ese nevado también es la casa de la Virgen de Las Nieves.
Los campesinos cuentan que al pie del Pumahuiri vivía una humilde familia de pastores; el hijo mayor se encontró con otro niño y se pusieron a jugar, y al final de la tarde el niño foráneo le dio varios regalos. El padre se asustó por los imprevistos y lujosos obsequios que tenía su hijo; el campesino decidió seguir a su hijo para ver con quien jugaba su primogénito. Grande fue su sorpresa al ver un munay herk´e (hermoso niño) al que inmediatamente llamó el Uña Taytacha (niño Dios); el humilde hombre se acercó temeroso al deslumbrante niño y le preguntó por su madre, y este le respondió señalando la cúspide del nevado.
Así nació la Virgen de Las Nieves andina. Por eso, todos los primeros días de agosto, los campesinos realizan una peregrinación al nevado Pumahuiri, para rendir culto a la Virgen de la Nieves y al apu Pumahuiri. La religiosidad andina es, desde la colonia, una forma de protesta contra las duras condiciones de vida de los pueblos campesinos.
El altomisayoq me contó que la veneración a las montañas (apus) juega un papel importante en las sociedades andinas, y todas las ceremonias en las que se honra a un apu son mecanismos de integración de las comunidades campesinas. Los dioses andinos son conocidos como apus, wamanis en distintas regiones de Perú; y machula, achachila o mallku en el altiplano puneño y boliviano. Los apus o wamanis se organizan en una jerarquía piramidal se sitúan de acuerdo a su importancia. A cada Dios le corresponden territorios sobre los cuales ejercen su influencia. Los cerros nevados más altos, visibles desde grandes distancias, ejercen su poder e influencia sobre extensiones geográficas mayores, y son venerados por grandes número de personas. Los wamanis se caracterizan por tener poderes sobrenaturales y son símbolos de identidades comunitarias y regionales.
En Ayacucho –me dice Zavala– existen tres o cuatro dioses principales, o hatun wamani, que se identifican con cerros nevados. El más importante es Rasuwillka, tiene una altura máxima de 4,954 m.s.n.m. y es el apu más importante de los ayacuchanos. Luego de esta explicación me dijo: “Vienen tiempos oscuros para los campesinos de los Andes y de las ciudades. Muchos enfermos, muchos muertos, mucha sangre y violencia, como en las épocas del terror. Tú, no crees que los espíritus habitan en la naturaleza, pero esta vez te llevarás una sorpresa”.
Javier Palomino, el pintor cusqueño que lo acompañaba, lo miraba y escuchaba perplejo. Finalmente, Zavala me dijo: “El mundo está alejado de la naturaleza, los hombres solo quieren poder para destruir, y no buscan armonizar sus esfuerzos para trabajar juntos en una vida mejor. No recuerdan que en el Tawantinsuyo todo era armonía y disciplina; teníamos oro, plata, agricultura y, agua. Ahora peleamos por todo. Nadie quiere hablar, nadie quiere entender que todos somos runas (hombres) y que debemos unidos el cheqaq (la verdad absoluta en la naturaleza); si no compremos el mensaje de los apus, tuta pachan hamunk´á (vendrán tiempos oscuros)”.
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