A pocos meses del fin del gobierno de Dina Boluarte el Perú ava...
El día de hoy se firmará el contrato entre el Gobierno peruano y Japón para ejecutar el proyecto Majes Siguas II. Este suceso es un punto de inflexión para Arequipa y para el país entero: no se trata solo de una obra de irrigación, sino de un proyecto capaz de redefinir el mapa económico del sur del Perú. Con una inversión que supera los S/ 7,700 millones, la meta es ambiciosa: transformar 40,000 hectáreas áridas en tierras productivas y sumarlas a las 16,000 ya cultivadas desde la primera etapa.
El anuncio coincide con otro hito estratégico: el desarrollo del megapuerto de Corío, en la costa arequipeña. Juntos, ambos proyectos podrían convertir a la región en un eje agroindustrial y logístico de alcance sudamericano. Pero el desafío es enorme. Majes Siguas II representa tanto una oportunidad histórica como una prueba de madurez en la gestión pública y privada del país.
La primera etapa del proyecto, ejecutada en los años ochenta, dejó una enseñanza clara: la infraestructura por sí sola no genera desarrollo. Lo que se esperaba que fuera una plataforma de modernización agrícola terminó atomizado en miles de pequeños lotes. La fragmentación de tierras —con parcelas de menos de hectáreas— hizo imposible la mecanización, restringió el acceso al crédito y redujo la productividad. Lo que debía ser una revolución agroexportadora terminó consolidando minifundios de subsistencia.
Ese error no puede repetirse. Hoy, más del 95% de las unidades agrícolas en el Perú son minifundios, manejados por familias sin acceso a financiamiento ni tecnología. Si Majes Siguas II repite el esquema de adjudicación directa en parcelas pequeñas, la historia volverá a frustrar un sueño de desarrollo.
La adjudicación de tierras debe enfocarse en unidades productivas viables, con extensión suficiente para incorporar tecnología, riego presurizado y prácticas agrícolas modernas. Esto no significa excluir al pequeño agricultor, sino integrarlo en asociaciones o cooperativas que le permitan participar en cadenas de valor competitivas.
El modelo de asociación público-privada (APP) es crucial en esa tarea. A diferencia de la primera etapa, en la que el mantenimiento de canales y represas quedó bajo la administración estatal con resultados deficientes, esta vez se busca que el sector privado participe desde la construcción hasta la gestión y el mantenimiento de la infraestructura. Las APP pueden garantizar eficiencia, sostenibilidad y transparencia, siempre que existan reglas claras y una supervisión efectiva.
Además, el proyecto no se limita al agua. Majes Siguas II incluye la construcción de dos centrales hidroeléctricas que reforzarán la seguridad energética regional. La combinación de irrigación y energía convierte al proyecto en una apuesta integral por la productividad. Se estima que generará más de 160,000 empleos —83,000 durante la construcción y cerca de 80,000 permanentes—, un impacto sin precedentes en el mercado laboral del sur peruano.
La irrigación es solo el primer paso. Para que el nuevo valle compita en el mercado global, necesita un ecosistema completo: carreteras, centros de acopio, plantas de procesamiento, redes de frío y servicios logísticos. Sin esa infraestructura complementaria, la producción se quedará atrapada en el ámbito local. El megapuerto de Corío puede ser la pieza que cierre el círculo. Si se articula con Majes Siguas II, permitirá exportar directamente desde el sur, reduciendo costos y conectando Arequipa con los grandes mercados del Pacífico. Esa integración podría transformar a la región en un polo agroexportador sostenible y diversificado.
El desarrollo agrícola moderno requiere inversión intensiva y plazos largos de recuperación. Por eso, la estabilidad jurídica y un marco normativo predecible son condiciones esenciales. La derogación de la Ley de Promoción Agraria en 2020 frenó la formalización laboral y desincentivó nuevas inversiones. la reciente recuperación del un régimen promocional —con incentivos tributarios– es otro paso paso clave para devolver confianza al sector.
Solo el 5% de las tierras agrícolas del país, gestionadas bajo esquemas modernos, han bastado para que el Perú se ubique entre los diez principales exportadores agroalimentarios del mundo. Si se ejecutaran todos los proyectos hídricos en cartera, el país podría agregar 400,000 hectáreas productivas y cuadruplicar el valor de sus exportaciones agrícolas. Majes Siguas II puede ser el primer paso hacia esa meta.
Majes Siguas II ofrece al país una segunda oportunidad para demostrar que el Perú puede planificar, ejecutar y sostener proyectos de gran escala. No se trata solo de llevar agua al desierto, sino de transformar la vida de miles de familias y dar al sur un futuro que combine eficiencia, inclusión y sostenibilidad. Desaprovecharlo sería, otra vez, imperdonable.
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