Rocio Valencia Haya de la Torre
Espíritu democrático en las primarias del APRA
Tras décadas de lucha y resiliencia, el partido demuestra su fortaleza
El 20 de mayo de 1945 fue la fecha en la cual Víctor Raúl Haya de la Torre, luego de once años de haber vivido oculto en las catacumbas, se reencontró con su pueblo. Más de 300,000 personas colmaron el Campo de Marte —desde la antigua tribuna del viejo Hipódromo hasta el Monumento a los Caídos— y escucharon a Haya de la Torre, luego de más de una década de persecución, represión y clandestinidad. Esa noche el partido aprista le demostró a la ciudad de Lima, en primer lugar, su envidiable capacidad de organización; en segundo, su fuerza como primer movimiento político del país; y en tercero, su mística, ya que, pese a haber estado proscrito y en la clandestinidad durante tres gobiernos consecutivos, era capaz de convocar lealtades y elevar la esperanza de más de la mitad de sus habitantes.
Allí el APRA hizo visible su resurrección política y confirmó lo que el país ya intuía: seguía siendo el primer partido de masas del Perú, la única fuerza capaz de decidir el rumbo de la elección de junio de ese mismo año, que llevaría al triunfo del Frente Democrático con José Luis Bustamante y Rivero a la presidencia de la República. Aunque Bustamante traicionara su alianza preelectoral interesada con el partido de Haya de la Torre —que no podía postular—, la apoteósica manifestación de 1945 es una lección histórica: el aprismo es capaz de renacer de sus cenizas, incluso cuando sus adversarios han hecho hasta lo imposible por desaparecerlo institucionalmente, invisibilizarlo en los libros de historia o, peor aún, encarcelar y deportar a todos sus dirigentes y militantes, como ocurrió entre 1934 y 1945.
Haya de la Torre defendía la democracia funcional y definía al APRA como un partido de izquierda democrática. En la víspera de las elecciones internas del 30 de noviembre, el aprismo vuelve a demostrar al país que no ha perdido ni su capacidad de organización ni su fuerza como movimiento político capaz de resucitar, luego de haber perdido la inscripción en 2020. Movido por una fuerza mística, se reorganiza y reunifica, habiendo llenado con 20 mil almas la Plaza de Acho en mayo del año pasado con motivo del aniversario de su primer centenario como movimiento continental. Desde el 16 de octubre, sus catorce fórmulas presidenciales recorren todo el país en campaña. Los candidatos a las listas de diputados y senadores realizan decenas de presentaciones en los comités distritales y regionales, según la naturaleza del distrito de su postulación. Ninguna fórmula tiene lista fija de diputados ni de senadores, que serán elegidos mediante elección popular universal. Este domingo, sus militantes elegirán una fórmula presidencial y a sus candidatos favoritos para la Cámara de Diputados y Senadores mediante la fórmula de “un aprista, un voto”. Ningún otro partido, salvo Renovación Popular —que solo presenta una fórmula presidencial— ha llevado a cabo este ejercicio de sana democracia denominado “elecciones primarias”. Ningún otro partido cuenta con tantas fórmulas y precandidatos. De esta manera, el APRA confirma su auténtica vocación democrática y la continuidad con la línea doctrinaria establecida por su fundador, Víctor Raúl Haya de la Torre.
Hoy, al mirar el sano ejercicio de un partido centenario, que además ha respetado en todas sus listas las cuotas de jóvenes y las cuotas de género, podemos afirmar con certeza que el espíritu del 20 de mayo de 1945 sigue vivo. El aprismo ha vuelto a levantarse, no como un recuerdo, sino como una fuerza viva, organizada y consciente de su rol en la historia política del Perú. Las elecciones internas del 30 de noviembre son más que un trámite democrático: son la reafirmación de que, pese a los obstáculos, persecuciones y caídas, el APRA sigue siendo un partido con la fuerza de inspirar, convocar y ejecutar. Así como Haya de la Torre reunió a cientos de miles en el Campo de Marte, hoy el movimiento demuestra que su legado de lucha, unidad, disciplina y acción permanece intacto, guiando a sus militantes hacia decisiones que muy probablemente definan el rumbo del país.
















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