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Sobre la más reciente muestra de “arte conceptual” de Rudolph Castro
El artista limeño Rudolph Castro (1982) está presentando en la galería Luis Miró Quesada Garland, de la Municipalidad de Miraflores, la muestra “Sesenta y dos horas de viaje, cincuenta y nueve años en el sur”; una mirada al autoritarismo y la violencia de las tres más crueles dictaduras que han tenido los países del sur de Latinoamérica: la de Stroessner en Paraguay (35 años), la de Pinochet en Chile (17 años) y la de Videla en Argentina (7 años). En total, las tres dictaduras suman 59 años, y el tiempo que le tomó a Castro volar entre estos países fue de 62 horas, lo que explica el enigmático título de la muestra.
La obra de Castro puede ser calificada como “arte conceptual”, pues no está basada en la elaboración de objetos, sino en las ideas y sentimientos generados por objetos cotidianos que, sacados de su contexto y creativamente distribuidos en una sala de exposiciones (en lo que se suele denominar “instalación”), generan en el espectador una serie de ideas y sentimientos. Así, por ejemplo, en uno de los ambientes de esta muestra hay tres roperos comunes y corrientes; pero en su interior descubrimos ropa colgada: desde el uniforme de gala del dictador correspondiente, hasta las camisas ensangrentadas de sus víctimas.
En otro de los ambientes, en medio de retratos de personas “desaparecidas”, hay una video-instalación, en la que los visitantes pueden seleccionar entre tres videos representativos del sentir popular ante los excesos de estas dictaduras. Uno de esos videos es de la actuación del cantante español Juan Bau en el Festival de la Canción de Viña del Mar de 1976, con la emotiva respuesta del público a la canción “Libre” de Nino Bravo. En otra sala, la serie “Blueprints” recopila testimonios personales sobre los crímenes de estas dictaduras.
Según el crítico Jorge Villacorta, curador de la muestra, la principal virtud de Castro es “lo directo y preclaro de su intuición de cómo es que se activa el tramado de resonancias –recuerdos, anhelos, fantasías, temores-, en el que está inmerso cada uno de estos objetos para una persona. Él, con simplicidad y profundidad, se ha mostrado capaz de arrojar una luz nada espectacular sobre lo real en el sentido más básico, más material del término, para hacer que emerja una clarividencia desde lo banal: un uniforme de general colgado en un ropero no es igual a un esqueleto escondido en el armario”.
No obstante, la pregunta que queda abierta es si la simple acumulación de esos objetos “banales” (apelando a los términos usados por Villacorta) puede llegar a generar, en los espectadores, reflexiones “profundas” sobre las dictaduras militares. Después de recorrer un par de veces esta muestra, nuestra respuesta es que no, pues como suele suceder en estas instalaciones, las racionalizaciones e interpretaciones solo quedan entre el artista y el curador.
“Sesenta y dos horas de viaje, cincuenta y nueve años en el sur” se expone en la Sala Luis Miró Quesada Garland (Avenida Larco 400. Miraflores), hasta al 23 de noviembre.
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