Maria del Pilar Tello
Renovación con experiencia
Sobre los resultados de las recientes elecciones al interior de los partido políticos
El Perú atraviesa una tormenta perfecta con la presencia mafiosa que violenta la sociedad, el derrumbe institucional, la delincuencia instalada como amenaza cotidiana y un descrédito histórico de la política. En este contexto, los partidos —que deberían ser la reserva moral organizativa de la república— han mostrado en sus recientes elecciones internas una renovación impuesta sin un relevo preparado.
Esto se puede ver en el APRA y en Acción Popular, dos de las organizaciones históricas del país. En ambas, las bases desplazaron a figuras experimentadas y emblemáticas para elegir liderazgos nuevos, con rostros poco conocidos y trayectorias cortas en la política nacional. Ese voto expresa una protesta interna contra las vanguardias de los mayores que mantienen el control partidario. Pero la renovación no significa improvisación. Es cierto que hay que cambiar, pero progresivamente, preparando el relevo generacional insoslayable. No es posible entregar altas responsabilidades de liderazgos a jóvenes con poca formación, sin recorrido en la gestión, sin experiencia en la conducción del Estado y, sobre todo, sin visión para enfrentar la crisis más desafiante de nuestra historia republicana.
No hay democracia sin orden. Y hoy el ius imperium del Estado está sitiado por mafias que extienden sus tentáculos en municipios, gobiernos regionales, ministerios, policía, e incluso en el sistema de justicia. Dirigir un país así exige inteligencia política probada, carácter y sentido profundo de servicio. Además de conocimiento y experiencia. Unir ambas energías es lo ideal. Pero si los partidos no han formado nuevas generaciones con responsabilidades orgánicas ahora deberán equilibrar la situación con la conformación de listas congresales con equilibrio entre jóvenes y mayores. La experiencia no tiene sustitutos.
La lección es que el Perú necesita un pacto generacional de grandeza y no solo en la política, renovar con experiencia. Hacer confluir la vitalidad de las nuevas generaciones con el aprendizaje histórico de quienes conocen el oficio. Un relevo organizado, deliberado, honesto. Una transición que asegure continuidad y evite improvisación o saltos al vacío. El Perú no se puede dar el lujo de tropezar otra vez con la inexperiencia o la ineptitud. La urgencia nacional exige liderazgo serio.
El desafío es integrar a los mejores jóvenes con los mejores adultos, sin sectarismo, sin egoísmo, sin cálculos mezquinos. Las generaciones que condujeron el Perú tienen el deber de ceder el paso, pero también de formar a quienes vienen. Los jóvenes deben asumir el futuro sin destruir la experiencia acumulada.
















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