Darío Enríquez
Burocratización digital y crisis de confianza en la ciudad informal
La ilusión de las smart-cities y la urgencia de enfrentar la precariedad
El debate sobre la transformación digital y el enfoque smart-cities en los grandes centros urbanos del Perú requiere un análisis multidisciplinario que confronte las aspiraciones tecnológicas con la ineludible realidad empírica de cada ciudad. En un contexto marcado por el crecimiento urbano acelerado, la persistente informalidad y las profundas asimetrías tanto territoriales como sociales, la agenda digital corre riesgo de ser percibida como frivolidad o, peor aún, como insensibilidad política.
El peso de las asimetrías y la falsa formalidad
El desarrollo urbano peruano se sostiene en la coexistencia de un crecimiento acelerado con asimetrías persistentes en servicios vitales. Vastos sectores periféricos enfrentan severas limitaciones en el acceso a agua potable y saneamiento. A esto se suma la crisis de legitimidad fiscal, pues la baja recaudación, combinada con una contraprestación mínima o inexistente de servicios urbanos, profundiza la percepción de abandono estatal.
Esta situación se vincula con una falsa formalidad que reduce la condición de ciudadanía al pago de impuestos, sin contraprestación eficaz. Cuando el Estado exige tributos sin garantizar servicios tangibles, la presión fiscal se asemeja demasiado a una extorsión mafiosa. Así, la legitimidad fiscal depende de una redefinición radical de la relación entre recaudación y servicio. Este conflicto caracteriza a la ciudad informal.
Tecnología pragmática versus burocratización digital
En un escenario donde la delincuencia organizada monopoliza la agenda de seguridad, la tendencia smart-city se enfrenta a la realidad. Si bien la tecnología corre el riesgo de ser más retórica que eficaz (incluso en contextos avanzados), la experiencia global muestra que ella puede ser un potente motor de legitimidad y eficiencia si se aplica correctamente.
La transformación digital sin una reforma profunda del aparato estatal conduce a una “burocratización digital”: se automatizan las ineficiencias y se perpetúa la fragmentación en la gestión. Este riesgo evidente debe enfrentarse.
Ejemplos en diversas realidades muestran que la tecnología, bien aplicada, puede ser fuente de autoridad, confianza y bienestar: Sistemas de identidad digital en India combaten la corrupción al garantizar transferencias directas de subsidios. El dinero móvil y la banca digital, replicado en el Perú a gran escala durante la pandemia, formaliza transacciones y brinda acceso a servicios financieros a millones de excluidos. El despliegue de sensores de bajo costo para medir la calidad del aire o las fugas en redes de agua, implementado con éxito en ciudades como Singapur y Bogotá, muestra cómo estas aplicaciones tecnológicas abordan problemas de salud y escasez de recursos.
Aplicaciones con sentido urbano
La tecnología puede ser un instrumento de legitimación si se aplica con pragmatismo y orientada a resolver problemas concretos. Entre muchos logros, los Sistemas de Información Geográfica (GIS) para registros digitales, agilizan la titulación y el acceso a la propiedad en asentamientos informales (Cofopri en Perú).
Para mejorar la seguridad ciudadana, el despliegue de videovigilancia con cámaras de alta resolución y análisis biométrico puede optimizar la capacidad de respuesta policial. También, la instalación de sensores urbanos de bajo costo (IoT) y redes de monitoreo en tiempo real para agua, residuos y seguridad.
El uso de modelos predictivos de movilidad basados en big data para diseñar sistemas de transporte más eficaces, mientras que aplicaciones de gestión comunitaria permiten integrar a vecinos en procesos de vigilancia y mantenimiento de espacios públicos.
Conclusión
Mientras las asimetrías fundamentales en infraestructura básica no sean atendidas, la mera obsesión por las smart-cities sin estrategia será percibida como una evasión de la realidad. El verdadero salto cualitativo para el Perú tendrá relación directa con innovaciones específicas para problemas concretos. Solo así, la digitalización dejará de burocratizar la precariedad y podrá convertirse en un motor de confianza, cohesión urbana y desarrollo.
















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