Guillermo Vidalón
Superar la indecisión
Se necesita fortalecer la economía para alcanzar el desarrollo
En 1990 —cuando la hiperinflación acababa con cualquier posibilidad de desarrollo y consolidación de la economía nacional y, en simultáneo, el terrorismo asesinaba y destruía infraestructura pública y privada— la sociedad peruana decidió sanear su economía y vencer el temor para derrotar la subversión. Ahora, los desafíos son otros: satisfacer las demandas de mejora de la calidad de la atención de la salud y del servicio educativo. Sin ellos las tensiones sociales se incrementan por la insatisfacción y frustración que se ocasiona en un sector de la población, el cual se convierte en sujeto de manipulación porque presta fácilmente oídos a cualquier propuesta política mesiánica.
Otro rubro en el que tenemos que mejorar significativamente es en el sistema de justicia, para hacerlo más eficiente, expeditivo y, por consiguiente, justo. Al Estado, también le corresponde promover el cumplimiento de la ley y sancionar en concordancia con lo que ella expresa. ¿Cómo lograr todo esto? Definitivamente el desafío es grande y los actuales ingresos fiscales resultan insuficientes para que haya inversión social en todos los campos que se requieren. Mayor inclusive si en el primer semestre del presente año hemos padecido un evento climatológico previsible, pero de una magnitud mayor a lo acostumbrada, y que ha dejado algunos cientos de miles de damnificados.
En esta circunstancia, el país debe promover la inversión de capital en todos los rubros de la economía nacional, porque todos ellos contribuyen a generar empleo digno y el pago de tributos, una vez que los proyectos de inversión entran en operación, financiando aquellas tareas que corresponden al Estado. No obstante esta aseveración, existen algunas actividades económicas que atraen un mayor volumen de inversión y, por la dinámica que generan, tienen un positivo impacto en otras actividades; como la manufactura por los equipos que demandan las operaciones principales, el tendido de redes eléctricas, de fibra óptica, la construcción de vías de comunicación, el saneamiento físico legal de los terrenos, puertos y aeropuertos. Todos ellos generan un impacto social positivo, porque además impulsan la formalización.
En el Perú, la actividad que concita la mayor atención de los grandes inversionistas es la minería. Esto se debe a nuestro gran potencial geológico y no a una decisión de Gobierno en favor de un sector en desmedro de otros. La opción por la minería es estratégica y debemos entenderla como tal.
Todos quisiéramos vivir en un país desarrollado, mejor si es el nuestro; pero para lograrlo es necesario fortalecer nuestras capacidades, formar mejor a nuestros profesores, contar con mejores universidades, centros de investigación que produzcan conocimiento, realicen innovaciones y desarrollen tecnología aplicada para mejorar nuestra calidad de vida. Empero, todo eso hay que financiarlo, y la minería representa el camino más certero para alcanzarlo.
Siempre habrá cuestionadores, sea por desconocimiento, por información distorsionada difundida por quien persigue algún otro interés o por opciones políticas que se cimientan en conceptos del pasado. El Estado tiene que actuar en función a las disposiciones legales, pero —al mismo tiempo— satisfaciendo el interés de las mayorías: calidad de vida, bienestar y desarrollo.
Guillermo Vidalón del Pino
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