Guillermo Vidalón

Socavando la confianza en el Perú

Abdicar al ejercicio de la autoridad daña la moral cívica e institucional

Socavando la confianza en el Perú
Guillermo Vidalón
13 de agosto del 2019

 

La incertidumbre generada por la indecisión en los niveles más altos de la esfera política ha propiciado una situación en la que el que más pierde es el Perú. La credibilidad forjada a lo largo de tres décadas empieza a ser socavada, y quienes miran desde el exterior a nuestro país se preguntan ¿qué pasó con la estrella fulgurante que derrotó la subversión y a la hiperinflación en los años noventa del siglo XX para convertirse en una promesa del siglo XXI, doblegando la pobreza en niveles nunca antes registrados en la historia republicana?

Perdimos el norte cuando algunos mandatarios pensaron que ya se había crecido lo suficiente y que era el momento de redistribuir y de incrementar los tributos, reduciendo la posibilidad de que el sector privado invierta y genere más riqueza. El incremento de los impuestos hizo posible que la administración pública y quienes detentaban el mando político dejen traslucir su ineficiencia. Al no convertir dicha riqueza en obras públicas, terminaron por alimentar la corrupción que hoy se ve descubierta desde Brasil, pero a cuenta gotas.

Lo indignante para la población es que, habiendo recursos, no se haya invertido en aquello que resulta trascendente. La minería es un sector generador de recursos que deben ser empleados para afianzar la disponibilidad de agua y apuntalar otros sectores económicos, como la agricultura, la ganadería y la infraestructura, que promueve el turismo y acelera la dinámica económica. La minería es importante en sí misma, pero principalmente porque gracias a ella el Perú puede dar el salto hacia el desarrollo. Y el desarrollo requiere contar con ciertas condiciones, como estabilidad política, cohesión social, seguridad ciudadana y normas estables en el tiempo, que son las que garantizan el éxito de algún emprendimiento, sea cual fuere.

Convertir proyectos mineros en parte de una agenda política partidaria es ciertamente postergar la generación de bienestar y desarrollo. Algunos decididores parecen no entender el mensaje del territorio y espacio geográfico megadiverso. Un territorio que ofrece un gran potencial y cuya población se encuentra asentada en diferentes partes, no siempre integradas a una economía nacional que, a su vez, debe fortalecerse para incrementar su presencia global.

El Producto Bruto Interno (PBI) del país representa menos del 0.3% del PBI global; por lo tanto, nuestra presencia aún no resulta relevante. Somos los peruanos quienes tenemos que atraer capitales del mundo, y para eso debemos emplear nuestras fortalezas. ¿Cuáles son ellas? La minería, la pesca y ciertamente otras. Pero no son esas otras las que atraen a los grandes capitales, ni son esas otras las que a la fecha se desarrollan en los niveles en que lo hace la minería. 

La minería nos ofrece varias ventajas, como la presencia en todo el territorio nacional y la generación de riqueza en ámbitos pocas veces atractivos para otras actividades. En consecuencia, la minería integra zonas distantes a los grandes centros urbanos; y en ese proceso, otras actividades económicas, como la agricultura y la ganadería, acceden a caminos que previamente eran inexistentes o se encontraban en mal estado. Además los requerimientos de infraestructura básica para una operación hacen que las poblaciones aledañas tengan oportunidad de contar con servicios como agua, saneamiento, electricidad, comunicaciones, vías de transporte, etc.

La postergación de un proyecto minero como Tía María impacta negativamente en los inversionistas; pero sobre todo atenta contra la oportunidad de consolidar el desarrollo agroganadero del Valle de Tambo. Los pobladores del valle quieren el desarrollo de la minería porque son conscientes de que desde 1958 las autoridades les ofrecieron la construcción de una represa que no llega; pero también son conscientes de que generándose recursos locales podrán estar en condiciones de demandar la concreción de obras públicas como pozos, mejoramiento de los canales existentes y, ¿por qué no?, la ansiada represa. La minería es un aliado de la agricultura; la antiminería lo sabe y por eso obstaculiza que el proyecto minero más avanzado se haga realidad en el menor plazo posible.

En todas partes siempre habrá un grupo disconforme, con o sin justificación. Y el Estado el responsable de propiciar el diálogo, evaluar y decidir; pero abdicar al ejercicio de la autoridad y someterse al uso de la violencia ejercida por terceros representa un daño enorme a la moral cívica e institucional. Han transcurrido 61 años en los que la frustración se enseñoreó en el valle de Tambo, es el momento de ponerle coto y transformarlo el valle en un ejemplo exitoso.

 

Guillermo Vidalón
13 de agosto del 2019

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