Iván Arenas
¿Se cae la narrativa "caviar"?
Por la estrecha colaboración con el Gobierno de Castillo

Arropado por un manto de superioridad moral, académica y política, la izquierda toda, pero particularmente la caviar, está a un paso de perderlo todo. Y dentro de ese "perderlo todo" está incluido –así de pequeño– que su narrativa, la narrativa caviar, se caiga y se entierre entera.
Porque lo que está en juego aquí no es solo la caída de un gobierno de izquierda liderado por probablemente uno de los peores presidentes, si no el peor de la última centuria, sino además –lo que está en el limbo aquí– que todo ese relato que sostiene la legitimidad de la izquierda, y sobre todo de la izquierda caviar de los últimos 30 años en la política nacional, sea destruido.
A la caída del fujimorato de los noventa, la izquierda –sobre todo la izquierda de un sector del periodismo, de las organizaciones no gubernamentales, universidades y de la mesocracia peruana (es decir la izquierda caviar)– logró organizar un relato poderoso y casi infranqueable. Ese relato zurdo caviar que, como dijimos, se organiza desde el toledismo hacia adelante, se compone fundamentalmente de una supuesta fuerza moral sobre sus adversarios.
La izquierda –la caviar, vale siempre resaltar– que ha perdido en el terreno económico y social, intuye que si pierden el terreno de la fuerza moral, que le permite desarrollar las batallas culturales contra sus adversarios, pierden todo. "Si un revolucionario pierde la fuerza moral, lo pierde todo" diría el manual gramsciano.
No obstante vale hacer una advertencia. En estricta evidencia, la izquierda caviar ha perdido grandes parcelas en el terreno de la fuerza moral. Sin embargo, han sabido rehacer su relato y salir airosos de semejantes lodos de corrupción.
Pero con la administración Castillo, la izquierda caviar sí puede perder el terreno de la fuerza moral toda. La estrecha colaboración con un gobierno con pruebas casi irrefutables de corrupción, con personajes y funcionarios elegidos a dedo y sin ningún mérito y otros yerros abominables, pasarán factura a una izquierda que se creía todo dueña de la verdad.
El relato, esa narrativa de fuerza moral que duró casi tres décadas, está a un paso, sólo uno pequeño, de caerse. Si no cae es porque no hay un relato alternativo.
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