Carlos Adrianzén
No se deje engañar
El visible avance de la opresión global

Una de las más poderosas herramientas del combate político es la confusión. Si las ideas con las que opera alguna agrupación o partido pueden ser asociadas con desgracias económicas o políticas, nada mejor que definirlas difusamente. Para los timadores políticos resulta conveniente mirar hacia otro lado cuando se hace evidente que su gestión genera pobreza, inflación o crisis fiscales o monetarias; e incluso si resulta flagrantemente ilusa o inútil. Los más astutos, preguntados por las desgracias que traen sus ideas, repiten que ellos dibujan quimeras. Ideales imposibles de alcanzar en la práctica.
Muchos admiradores de Adolfo Hitler apuestan a que algún iluso no tome en consideración la evidencia que asocia sus ideas comunistas con genocidios, fraudes, empobrecimientos masivos, y rampante corrupción burocrática. Así las cosas, recordemos pues que el arma más poderosa que puede blandir el defensor de alguna ideología tóxica resulta la incertidumbre inventada. Mejor si es vociferante o intelectualoide.
Ellos –recuérdese bien– saben ilusionarlo con definiciones vagas, imprecisas o no epistémicas. Con afirmaciones sobre las que no se puede cuantificar, ni contrastar efectos. Así, no pocas gentes pueden creer sin fundamentos. Y de hecho lo hacen alimentados por planos emocionales, conveniencias privadas o llana pereza. Si les dicen que lo dijo Platón, el mercenario Simón Bolívar, el Che Guevara, Susana Villarán o Karl Marx para ellos debe ser cierto.
En estas líneas lo invito a no dejarse engañar. A recordarle que no solamente se burlan de usted. Le roban, lo desprecian y lo dañan. A Usted, su familia y su pueblo. Tómelo muy en cuenta ahora que estaría a punto de votar nuevamente.
La ciudadanía implica una enorme responsabilidad, no solo derechos. Usted no es –ni debe aceptar ser– ese fardo pasivo o alienado. Ese ente inhumano, como sostenía el sociólogo, estafador y borrachín alemán autor de Das Kapital.
Siguiendo las pisadas
En estas líneas analizaremos lo ideológico a través de sus huellas. Despreciaremos lo puramente retórico y definiremos cada posición ideológica por su grado de opresión o libertad en planos económicos o políticos. No nos importan las autopercepciones.
Citando a Engels o a Proudhon, un régimen sería –ex post– de izquierda si sus índices implican opresión. Si en cambio, en esa nación se registran establemente altos índices de libertad, estamos hablando de uno de derecha, capitalista o liberal clásico. Existen infinitos valores o matices en el espectro ideológico y con ello, infinitas etiquetas para catalogar combinaciones de opresión económica o política. Desde los libertarios hasta el oxímoron de los socialistas de mercado.
Si, por ejemplo, dentro de un ejercicio, manteniendo la coherencia, definimos derecha como el registro de índices de alta libertad política y económica, y lo contrario para otras ideologías, todo se hace meridiano. Resulta difícil engañar y se hace fácil descubrir performances concretas. Digamos en forma clara que ciertos regímenes existen y que traen tremendas desgracias a las naciones que lo practican.
Sí existen naciones comunistas. Sí hay izquierdas y derechas
En estas líneas haremos lo que decimos. Y en la figura Uno –usando los reconocidos índices de libertad económica publicados por la Heritage Foundation para una muestra de 174 naciones en promedios quinquenales– encontramos que el periodo 2020-2024 muestra un claro salto global hacia la izquierda económica. No solo hay mucha Izquierda, sino más izquierda.
Me apena recordárselo: cuando le machacaban que ya no existen izquierdas o derechas, lo estaban engañando. Tal vez se reían de usted a sus espaldas.
La segunda figura aquí (Dos), hace lo mismo que la anterior usando los índices de libertad política publicados por la Freedom House. Y lo expone a un hallazgo similar. Lo han estado timando. La izquierda política existe y se está profundizando año tras año.
Aquí también no solo hay izquierda, sino más izquierda.
Nada de esto resulta inocuo, ni casual. Implica una estrategia política neomarxista, tranquilizadora. Y es que la data confiesa. La Izquierda es factualmente tóxica, como lo veremos en la parte dos de estas líneas. Nada cambia esto. Así lo palabreen con mayor o menor sofisticación, lo ignoren, lo insulten o hasta lo convenzan.
Cierro este acápite repitiendo su título. Las cifras públicas contrastan que sí. Actualmente abundan gobiernos comunistas y nada democráticos. Y que sí, coexisten izquierdas y derechas. Por ello me atrevo a molestarlo más.
A continuación, y diferenciando por rangos de opresión económica y política, enfocaremos las huellas de las ideologías prevalecientes por naciones. Esta data humilla a cientos de miles que –sueltos de huesos– le venden que en estos tiempos ya no hay ideologías. Se quedan en las etiquetas, no miden ni analizan el contenido del frasco.
Destapando el frasco
Si medimos con precisión y discriminamos niveles de opresión económica (ver Figura Tres) y política (ver Figura Cuatro), y despreciando los discursos y las poses, descubrimos que no hay pocas naciones que caen en rangos comunistas o fascistas. Estos últimos, en planos económicos implican el 3% de las naciones de la muestra; y políticamente, el 14% global. Una monstruosidad escondida. Todo, en medio de un espectro de regímenes más o menos opresores que van desde capitalismos mercantilistas a gobiernos dirigistas.
Y lo que resulta mucho peor, el 99% de las naciones ignoran las ideas de Adam Smith (si estas implicasen realmente un sistema de libertad natural); mientras que el 86% de los regímenes políticos prevalecientes no resultan plenamente democráticos. Se han estado burlando de usted estimado lector.
Aldous Huxley tenía razón: caminamos hacia un futuro totalitario y distópico. En estos tiempos, el planeta no crece mucho menos –y sus naciones se hacen mucho más burocráticamente corruptas– por casualidad. La opresión avanza. La izquierda avanza.
Ser tolerante aquí tiene mucho de suicida.
Corolario inevitable
Recuerde que Hannah Arendt tuvo siempre la razón: el Tercer Mundo –su pobreza, su subdesarrollo, su corrupción burocrática– es una ideología.
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