Carlos Adrianzén

Lo bueno, lo malo y lo feo del 2025

Un balance del desempeño de la economía peruana en este año

Lo bueno, lo malo y lo feo del 2025
Carlos Adrianzén
10 de diciembre del 2025

 

En pocos días celebraremos las Navidades cristianas y el Fin del Año. Dentro de esta antesala, y antes de que nos preguntemos cómo viene el año próximo, cabe preguntarse ¿cómo nos fue económicamente este 2025?

La respuesta individual a esta pregunta resulta, por supuesto, algo personal. A algunos les debe haber ido bien y a otros, de perros. Eso no solamente depende de actitudes o de buena fortuna; depende de a qué llamamos haberla pasado bien. Sin embargo, no serán pocos los que crean hoy una cosa u otra, sin mayor fundamento. No pocas veces descubrimos que los tiempos que creíamos, o nos hicieron creer, que eran malos, resultaron incluso bastante buenos.

Pero esto se ajusta solo a nivel personal. A nivel país la cosa es diferente. Hay cifras y tendencias nacionales que son –hasta la fecha– monitoreadas en el tiempo y consistentemente construidas por burocracias locales y globales. Por ello, creamos o sintamos lo que nos parezca, resultan meridianas mediciones de cómo nos fue el 2025. 

El que alguna pluma interesada –o incentivada– le venda una visión parcial, encandiladora o deprimente de la situación económica del país, es otra cosa. Aquí el premio Nobel Ronald Coase es más que sutil cuando nos recuerda que cuando uno tortura a la data, la naturaleza confiesa.

Dicho esto, enfocaremos la evolución de la economía peruana el 2025, a pocas horas de su expiración. No lo abrumaré con el aburrido reporte técnico de rigor. Con una minuciosa delimitación de planos fiscales, externos, monetarios, laborales, etc.; o incluso con algún resumen-ejecutivo-gráficos-free que no pocas veces parece ser escrito para un cuento de hadas o en lenguaje arameo. 

En cambio, tomando el título de la película protagonizada por Clint Eastwood, trataremos de capturar lo sucedido en tres líneas. Señalando: lo bueno, lo malo y lo feo de la economía peruana el 2025, en opinión propia. En esta tarea descartaré el logro mayor. Por ser sine qua non: que el Banco Central de Reserva haya mantenido la inflación baja, dentro de su compromiso. Es su responsabilidad y debe ser lo usual. Punto. 

Dicho esto, vayamos a lo primero. Lo económicamente bueno del 2025 (ver la Figura I).

El crecimiento económico peruano cierra el 2025 cerca del 4% anual. En comparación a otras naciones de la postrada Iberoamérica de estos tiempos, y habiéndonos escapado milimétricamente del infierno opresor chavistoide, que, con cambio constitucional incluido, ofrecía el sentenciado Castillo y sus colaboradores –hoy agazapados– estos cuatro puntos porcentuales son de oro. 

Si bien guisan una sombra penosa del crecimiento registrado en el segundo gobierno de Alan García Pérez, y a pesar de haberse registrado mucho mejores precios externos, deben ser ponderados frente a la hecatombe (posiblemente un -15% de caída del PBI) que pudo haber generado el chotano y sus cómplices. No lo olvide. Nunca.

Tampoco deje de lado reconocer que a este ritmo de crecimiento la mejora es tenue. Solo dejamos de inflar la incidencia de pobreza post Sagasti Hochhausler.

Finalmente merece ser subrayado que por fin se revierte la depresión del crecimiento largoplacista del producto por persona. Y esto no es poca cosa luego de más de una década de destrucción gradual con gobiernos de izquierda.

Hablando de lo malo, podemos hablar –ajustadamente– del progresismo regional y –solapadamente– del multilateral. Nótese, sin embargo, que aquí asocio lo malo al socialismo cubanoide; y no a un estilo de gobierno tipo nórdico, basado en las libertades políticas y económicas; donde la burocracia no abusa, ni roba.

Dicho esto, vayamos a lo malo. Lo de mayor peso político (ver la Figura II).

La economía peruana es un avión que vuela bajo. Puede colisionar muy fácilmente. En términos per cápita crece poco; ergo, no reduce pobreza significativamente. Cuando alguien nos dice que estamos muy bien y que ya es tiempo de gastar para redistribuir nos está engañando. Su prédica implica autocomplacencia sin base, Ergo, fabricar pobres y gobernar sobre ellos. Y esto hoy sería algo fácil de hacer.

Experimentamos un episodio con términos de intercambio inflados (por una simultánea subida de precios de exportación y caída de precios de importación). Algo que no durará mucho tiempo y que se refleja solo mediocremente en los crecimientos de dos predictores de la inversión privada (PBI Minería y PBI Construcción). 

Lo negativo aquí implica su uso político. Hacernos creer que hoy estamos muy bien, y –especialmente– que las anti reformas, el quiebre del orden público y el afiebrado populismo congresal, no nos habrían hecho daño. Aquí juegan un rol clave sus voces y medios tranquilizadores, sin fundamentos.

Frente a ello llega lo realmente feo del año 2025 (ver la Figura III).

Que el estimado del control de la corrupción burocrática del Banco Mundial no deje de deteriorarse desde la llegada de la izquierda al poder resultaría algo tan deplorable como lógico. El plan cubanoide regional requiere un aparato estatal omnipresente, sin separación de poderes y en el cual se puede robar impunemente.

Lo que captura la figura de cierre es su tácita aceptación pública. Casi nadie –en los medios y en la campaña electoral– habla de lo fundamental. De ordenar y limpiar la burocracia drásticamente. Manteniendo lo sucio y lo desordenado hay futuro: uno cada vez peor. Esto es lo Feo. Elijamos a cualquiera o a cualquier programa de ofertas.

Si hay una gran lección de lo sucedido el año que cierra es que sí. Podemos mantenernos en declive, semi estancados. Y que, a los socialistas locales y sus dizque técnicos, no les preocupa esto último. A usted, en cambio, esto le debería preocupar mucho. Con este nivel de prostitución institucional ningún gobierno podrá crecer sostenida y significativamente. La clase media huirá al exterior y el resto, al mundo subterráneo.

Carlos Adrianzén
10 de diciembre del 2025

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