Raúl Mendoza Cánepa

Policías de papel

Se está mandando a policías desarmados a enfrentar al radicalismo violentista

Policías de papel
Raúl Mendoza Cánepa
09 de enero del 2023


Tras los tiempos del terror de Sendero Luminoso arreció una culpa a la inversa: “Defiendo, pero yo soy el malo”. De pronto las víctimas de Lucanamarca, de la calle Tarata y de otros atentados fueron olvidadas porque la autoridad era el peligro. Desde 2001 controlar al policía y “educarlo” se hizo más importante que trabajar en todos los terrenos para que un fenómeno como Sendero Luminoso no volviera a aparecer. 

De pronto los derechos humanos sirvieron de mascarón de proa al derecho penal. Se trataba de juzgar a militares y policías, de limitarlos, casi de desarmarlos. Para la izquierda que dominó la narrativa del terror, era a la Policía a la que había que atracarle el seguro de sus armas. Así, un millennial podía asumir que el terror de los ochenta lo iniciaron las fuerzas del orden; solo entonces podía explicarse el número de policías muertos y rendidos en Bagua en 2009. Simplemente la tergiversación de la memoria había invertido el principio de autoridad y la naturaleza de los adversarios. Los terroristas podían ser reexaminados y liberados, tratados con cierta indulgencia y hasta rehabilitados, pero los militares y policías parecían condenados a morir en prisión.

Mandar policías desarmados al matadero o no dejarles tirar ni un corcho se convirtió en una regla. Al policía, que no delibera ni para marcar sus potestades y derechos, lo puedes enmarrocar simbólicamente, puedes manosear su carrera y hasta retirarlo porque colabora con una investigación.

Ver a un policía convulsionar en el suelo tras ser molido a golpes o pedradas por una turba es deshonroso, pero no para él, sino para quien lo llevó a morir encorsetado. La presidenta Dina Boluarte sigue el mismo patrón de debilidad, no ve aquello que enfrenta o se deja amedrentar por esas mismas voces que desde 2001 en adelante fueron a la cacería judicial de quienes combatieron el terror. Inversión histórica de la culpa, pero también inversión de la cultura de los derechos humanos e inversión de la realidad. 

Vale decir que no es el pueblo el problema ni la causa, son aquellos pocos que mueven el tablero de la destrucción para que gobierne el caos y el régimen se agote para dar paso a la República Popular de Nueva Democracia, el castrochavismo, el socialismo del siglo XXI, el plurinacionalismo autoritario, el plan de Puebla o el internacionalismo socialista. Señora Boluarte, no le tema a la coalición internacional de metiches ni a sus antiguos socios (estimamos hoy que son “antiguos”). Tampoco olvide que la Policía es de los millones de ciudadanos que quieren paz y seguridad; no de usted, por más jefatura que ostente. 

Ps. Obra mal el Tribunal Constitucional al abrir el camino para que cualquier terrorista que purgue condena pueda ser presidente o congresista. Resulta aberrante que quien quiere destruir la democracia pueda lograr la banda o la curul por la vía de la democracia. Nadie se rehabilita de su propia estructura mental. Por cierto, la Constitución (139-22) habla del objeto del régimen penitenciario (la reeducación, rehabilitación y reincorporación del penado a la sociedad). A ver si le añaden un articulito arriba, algo así como “el fin de la pena”, que no es lo mismo y que debiera inhabilitar para determinados casos: la prevención del peligro social. Imagine, por decir, si a un violador pedófilo que pasó años en prisión se le abren las puertas del magisterio.

Raúl Mendoza Cánepa
09 de enero del 2023

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