Juan C. Valdivia Cano
Tantas veces Mario
Debemos valorar su visión democrático liberal y republicana, y su pasión por la libertad

Aunque ha dado de qué hablar a todo el mundo, lo que entristece de la muerte de Mario Vargas LLosa es que, en su propio país, muchos paisanos se han dedicado al raje, a la maledicencia, a la calumnia gratuita, al menosprecio velado, a la declaración desdeñosa e hipócrita: “No estaba de acuerdo políticamente con él, pero creo que era un buen escritor”. Lo cual es una perogrullada que equivale a decir lo que todo el planeta sabe: Vargas Llosa era un buen escritor. Hablar así delata.
Si no le hubieran dado la aplastante cantidad y calidad de premios que recibió, tal vez podríamos discutir sobre sus virtudes. Pero se los dieron, probablemente en mayor cantidad y calidad que a todos los escritores del mundo. Y se los dieron porque se los ganó y se los ganó porque pudo, no porque era un cacaseno. ¿O los ganó solo por sus buenas relaciones? ¿porque siempre tiene “patas” en el jurado de los concursos en los que participó? ¿Porque compró a los medios que pudo? ¿Porque los fans presionaron a la Academia?
Solo un resentido y un envidioso, en su ceguera, puede negar la gigantesca calidad humana de Mario, tanto como su obra de ficción y en prosa; tres cosas que son uno y lo mismo. Lo que hace declarar a The New York Times, en esta hora triste en que Mario ya no está con nosotros: “Ha muerto el escritor más inteligente y consumado del mundo”. Hay demasiados peruanos que no lo saben o no lo creen. O no quieren creerlo.
Repárese en el contraste entre la opinión de The New York Times (como la de miles de lectores que siguen recordando, opinando, reconociendo que ha muerto un hombre extraordinario, un hombre integralmente superior), por un lado; y la opinión de los resentidos, ignorantes y envidiosos, por el otro, que solo alucinan defectos, maldades y errores, sin reconocer ninguna virtud, en la persona de Mario Vargas Llosa, aunque algunos mencionen que “es un buen escritor”. Como ocurre, por ejemplo, con una periodista peruana afincada en Madrid, que repite el mismo discurso del resentimiento, la envidia y la insolencia, palabra por palabra, que todos los enemigos gratuitos de Mario, casi siempre de izquierda. Y dudo que la derecha peruana lo adore. Y menos Jaime Bayly.
Según esa periodista “Mario Vargas Llosa fue un peruano que representa bastante bien el declive de los valores democráticos a nivel mundial, cuando los pueblos eligen democráticamente transformación en lugar de continuismo”.
Suponiendo que “el pueblo” peruano “elija transformación” (de lo cual tengo razonables dudas), Vargas LLosa ha cambiado de paradigmas esenciales más de dos veces (lo que habla de sus buenas relaciones con la “transformación”). Pero nunca traicionó en ninguna de sus estaciones existenciales, la necesidad de reformas para América Latina, política, económica, educativa, ideológica, etc. ¿A qué “continuismo” se refiere la susodicha? ¿Y en relación a qué? No hay que ser un zahorí para notar el contraste entre la opinión de la citada paisana, con las razones que dan la Academia Francesa y la Academia sueca, esta última al otorgarle el Premio Nobel de Literatura: “ Por su cartografía de las estructuras de poder y por sus incisivas imágenes de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo”. Da la impresión que la Academia se refiriera a un ser de otro mundo; completamente diferente al que se refiere la paisana –un no ser. Y Mario era el liberal. No solo un liberal. El más íntegro, el más completo de nuestro tiempo.
Dice esta periodista: “Fue un defensor del proyecto de la internacional reaccionaria, con sus avales a José Antonio Kast en Chile o a Bolsonaro en Brasil.”
Lo que no tienen en cuenta los detractores de Mario es que cuando él apoyaba a un candidato generalmente era para evitar que salga elegido el opositor, como ocurrió con Keiko, Humala, Toledo, etc. El menos estatista, el menos malo. No es que los admirara o apreciara personalmente, que haya estado loco de amor por ellos. Pero el resentimiento social contra el triunfador, blanco, rico, admirado, poderoso, inteligente etc., impide que puedan entender algo tan simple, y deliren con la imagen del “defensor del proyecto de la internacional reaccionaria”. Vargas Llosa nunca ha “re-accionado”. No hay peruano más activo y creativo, que es todo lo contrario de un re-accionario. Estuvo siempre en la vanguardia, no en la re-acción. Ni derecha, ni izquierda, ni centro. Un liberal es sustancialmente independiente de encasillamientos abstractos. Sobre todo uno como Mario.
También dice esa periodista: “Mario Vargas Llosa fue el creador de maravillosas historias o el relator de algunas muy necesarias, como en La fiesta del Chivo’, pero fue también un representante del clasismo más perverso”.
¿Y cómo pudo ser “un representante del clasismo más perverso” y creador de la literatura más liberal y democrática del mundo a la vez? Mario el esquizoide. Mario: Jekyll y Hyde. ¿El “clasismo más perverso”? ¿A qué se refiere? ¿A qué clase se refiere? ¿a la inexistente burguesía peruana auténtica, a la Confiep, a Adex, a la Cámara de Comercio, a Capeco? ¿Y cómo el autor de La Ciudad y los Perros, Conversación en la Catedral, La fiesta del Chivo, El sueño del Celta, etc, representa a la vez “el clasismo más perverso”?
¿Necesita Mario el calor afectuoso y la venia de la derecha peruana, congraciarse con ella frente al “pueblo”? ¿Para qué? ¿Quién necesita a quién? Fredemo fue una alianza del Movimiento Libertad con la derecha política, contra la izquierda, contra el estatismo y el mercantilismo. Eso tampoco lo hace de derecha. Aún en la hipótesis que esa alianza haya sido errónea y hubiera sido mejor ir solos. Quién sabe. Nadie es perfecto, ni Mario.
Cuando la hora de su muerte hubiera sido la ocasión perfecta, en su patria se deja de lado lo que era más importante para él: sus valores fundamentales y sus ideas principales que se expresan en su literatura y en su obra en prosa. El tenía una ética, no era un personaje que viviera sin reglas de conducta personal -un beatnik nihilista- sino todo lo contrario: uno de los seres más exigentes que he conocido en mi larga vida, en cuanto a conductas humanas se refiere, tanto en relación a los otros como en relación a sí mismo. Y esto se puede mostrar y demostrar largamente.
Sólo que aquí hay un problema que no se menciona mucho, que se disimula no poco: que la ética liberal o moderna de Mario no solo es diferente a la moral judeo cristiana de una enorme mayoría peruana (y no solo peruana) sino muchas veces incompatible. Y entre sus valores personales –que, por otro lado, coinciden plenamente con los valores que fundan la Constitución peruana– está en primer lugar la libertad, la dignidad, la igualdad de derechos, la propiedad privada. Los valores constitucionales son sus valores personales. ¿Cuántos peruanos pueden decir lo mismo? Eso no es ser “de derechas”.
Mario llevó el dictum de Arthur Rimbaud -a quien admiró nítidamente- a su máxima realización o “consumación” (de ahí el adjetivo de The New York Times) : “ser absolutamente moderno”. Pero Mario está casi solo en su tierra, que no es precisamente tierra de liberales, de demócratas de pura cepa y de hombres modernos que asuman la divisa de Rimbaud, ni mucho menos.
Por eso Mario no era católico, no pertenecía a ninguna iglesia; ni tenía una moral cristiana, ni ninguna ideología, porque tenía una ética liberal o moderna. Por eso tampoco es un hombre de derechas. Era un agnóstico, es decir, un hombre moderno que no cree en la posibilidad de demostrar ni la existencia ni la inexistencia de Dios; muy distinto al católico de derechas. Lejos de la ingenuidad del ateo, que vive negándolo y peleándose con él a la vez. Y esto y su defensa de la libertad, del individuo frente al poder, del sistema democrático, de la economía de libre mercado, entre otras, hace que una enorme cantidad de peruanos que no coinciden con sus valores e ideas, abierta o disimuladamente, lo malquieran, cuando lo que hay en él es una impecable coherencia y una compacta consistencia entre vida y obra. Y una lamentable incompatibilidad de valores con su propia paisanada.
Sus ideas, sentimientos, intuiciones, fantasías son parte de su visión de la vida, (su cosmovisión). Podría hablarse de su “ideología”, si este vocablo no fuera confuso debido a su sentido peyorativo, que es más conocido y usado: como manipulación, como lavado de cerebro, alienación. etc; que su otro sentido, descriptivo, es decir, como sinónimo de concepción del mundo. Y tener una concepción del mundo no solo no tiene nada de malo (de peyorativo) sino que además es inevitable, porque todos los seres humanos, sin excepción, tenemos una concepción del mundo, una cosmovisión, como dicen los alemanes, una visión de la vida, consciente o no, nos guste o no. Y eso determina nuestra manera de ser y no solo de pensar. Nada puede ser más importante.
Lo que debería importar pensando en el legado de Mario son sus ideas sociales, éticas, económicas, políticas, etc, que conforman su cosmovisión y que se expresan no solo en su obra de ficción, sino –directamente- en sus artículos, ensayos y en su vida. Ensayos y artículos que pocos peruanos leen, si se toma en cuenta el papel y la imagen de la persona de la que estamos tratando, en el panorama de la cultura mundial.
Ese es el legado de Mario: sus ideas democráticas, liberales y modernas: su liberalismo democrático. ¿Cómo pensaba Mario? Esto es lo que importa y lo que deberían saber todos los niños y jóvenes peruanos ¿Y qué relación tiene su cosmovisión, su “ideología”, con su obra literaria mundialmente reconocida? ¿No tiene nada que ver la calidad de esa obra, con sus ideas y valores personales?. Y, como dice la periodista, ¿“representa el declive de los valores democráticos”?
Me parece que hay que responder esas preguntas. Especialmente los que descuartizan al escritor del político, o del pensador liberal. Como la periodista, que confiesa ser acérrima de las novelas de Vargas Llosa, pero a la vez señala “su papel político activo de divorciado del pueblo que lo llevó a posicionarse con las ultraderechas al alza en todo el mundo.” La libertad y la democracia, la tolerancia y la cultura no son valores ni de la ultra ni de la derecha, ni de la izquierda. Son valores liberales, son los valores de Mario. Por ello jamás pudo ser de “ultraderecha”, sencillamente porque no era un hombre de derechas sino un liberal de los más consecuentes en el mundo. Y eso no es lo mismo que ser “de derechas”.
Y entre la infinidad de premios recibidos, el premio Nobel de literatura, que, a mi modo de ver, no es su premio más importante, aunque el representante del Jurado sueco, el día que se lo otorgó, señaló que no era solo por la obra sino por la persona de Mario Vargas LLosa. El reconocimiento más importante, sin embargo, y no solo más despolitizado, me parece, fue el haber sido nombrado miembro de la Academia Francesa (tres siglos mayor que la sueca), porque ese reconocimiento no le había sido concedido a nadie que no fuera francés en los 4 siglos de existencia de la antigua y prestigiosa Academia. Mario Vargas Llosa ha sido el primer miembro no francés en la historia de esta institución. Yo dudo que otro latinoamericano pueda repetir la hazaña pronto.
Dice también la periodista: “El papel político que desempeñó en un momento en que el mundo veía el retorno de los fascismos en sus nuevas versiones, y donde su país, mi país, nuestro Perú, necesitaba de intelectuales más comprometidos con la democracia y los pueblos, que con las élites y los privilegios, ya sea en una columna de opinión o en su versión más macabra, con el menosprecio con el que se refirió a un pueblo que merecía un premio Nobel comprometido, y no desterrado voluntariamente de sus raíces para asumir un papel en esta corte de España.”
Espero que no esté insinuando que Mario es parte de ese retorno fascista, pero sí insinúa claramente que el macabro Vargas Llosa “está con la élites y los privilegios”; que Mario no era parte de esos “intelectuales que el Perú necesitaba, más comprometidos con la democracia y los pueblos , que con las élites y los privilegios (…)”. Pero no señala un solo caso para saber a qué se refiere. Son afirmaciones puras, que no tienen ningún valor cognitivo. Sin embargo, cuando Mario dejó el marxismo, el socialismo pro cubano, lo hizo precisamente al comprobar que, la de Castro, era una dictadura pura y dura, un gobierno autoritario. Y Vargas Llosa detestaba el autoritarismo. Y de ahí que no coincide en nada con la derecha peruana, que ni siquiera cree en la economía de mercado –salvo excepciones. Y no se hable de los ultras. Los extremos se juntan.
Y desde allí, desde su ruptura con Castro, no ha hecho más que luchar por esa democracia y por la libertad todos los días de su vida. Y solo porque apoyó a Keiko (o a Kast, a Bolsonaro lo puso en el mismo saco que a Maduro, en entrevista con Oppenheimer) : el mal menor, que no pueden entender ni aceptar sus enemigos. Lo acusaron de ultra derechista, fujimorista, reaccionario, fascista y otros reproches que le hicieron quienes votaron por el candidato golpista, corrupto e incapaz hasta la imbecilidad ¿Ese es, paisana, el candidato “comprometido con la democracia y los pueblos”? ¿Pedro Castillo o su sucesora Dina? ¿Eran el mal menor? ¡Diablos!
¿Élites y privilegios? Privilegio es discriminación, desigualdad ante la Ley. ¿No puede la enemiga y paisana señalar un caso de discriminación, uno solo, atribuible a Mario? Y como el término “elites” para ella solo tiene sentido peyorativo, Mario no tiene nada que ver con él. Mario tiene amigos, personas individuales, no un colectivo. ¿Para qué apostaría solo por un grupo social que le interesa el Perú entero? Mario está en la “élite” del mundo, entre los primeros. No creo que haya necesitado personalmente congraciarse con un grupo social, más allá de la alianza y el acuerdo político (Fredemo).
Es una pena que a los niños y jóvenes peruanos no se les eduque con las ideas democrático republicanas y liberales de Mario Vargas LLosa sino con ideas y supersticiones pre modernas que nos mantienen en el subdesarrollo. Porque si así fuera, si cambiáramos de valores educativos –es decir, de valores, por valores modernos– podríamos alcanzar la modernización (valga el Perogrullo) de la sociedad y del estado y saldríamos del subdesarrollo; si es que, como algunos sospechamos, el problema determinante es lo ideológico, lo paradigmático o educativo.
Creo que lo esencial en la vida y obra de nuestro enorme escritor –“el más inteligente y consumado del mundo”– es su visión democrático liberal y republicana y su fuerte pasión por la libertad.
COMENTARIOS