Juan C. Valdivia Cano
Vargas Llosa, su otra gran pasión
Respuesta a la crítica de J. C. Yrigoyen al libro de Pedro Cateriano

“Mario, para lo único que tú sirves, es para escribir” (Patricia Llosa)
El artículo de José Carlos Yrigoyen comentando el libro de Pedro Cateriano Vargas Llosa, su otra gran pasión (Planeta, 2025), confirma, de alguna manera, el poco aprecio que algunos narradores o poetas sienten por los críticos literarios. Aquí se manifiesta una tendencia común en nuestra crítica: la severidad sin matices hacia su objeto de análisis, en este caso el libro de Cateriano, todo ello sostenido por adjetivos que rara vez se justifican o ejemplifican.
Aunque el artículo se titula “De la crítica como pedestal”, Pedro Cateriano no necesita pedestal alguno para acceder a la amistad de Vargas Llosa. Fue uno de sus amigos más cercanos. El libro que ha escrito es una biografía política que cumple con acercar la vida y trayectoria pública de Vargas Llosa a lectores que poco saben de su historia, como muchos jóvenes universitarios. Yrigoyen asume que todos han leído El pez en el agua, pero esa suposición está lejos de la realidad.
Si uno leyera la crítica de Yrigoyen sin haber leído el libro, pensaría que se trata de uno de los peores textos publicados en el país. Para demostrarlo, el autor analiza sus frases más tajantes. Se afirma que la prosa del libro es “aséptica” y “monográfica”, lo que resulta contradictorio, pues Cateriano adopta un punto de vista claramente personal y afectivo. El crítico señala también que es “funcional” y “de un solo tono”, sin precisar si eso es positivo o negativo. Tampoco explica por qué la supuesta monotonía afecta la fluidez.
Se habla de una “irritación” con la lectura, pidiendo una perfección inalcanzable, sin pecados ni errores. El crítico se incomoda con la cercanía del autor con su biografiado, e ironiza sobre episodios como el arroz graneado cocinado por Patricia Llosa o los partidos del Real Madrid. Pero ¿por qué habría de ocultarlos? Esa intimidad es precisamente lo que permite una aproximación singular al personaje.
Luego Yrigoyen afirma que el libro carece de ideas sustanciales y que no pasa del anecdotario. Sin embargo, una biografía política no necesita ser un tratado de filosofía. El libro aporta hechos, interpretaciones y una mirada cercana, con un estilo accesible y directo. Hay comentarios a la obra literaria y ensayística de Vargas Llosa en relación con sus ideas políticas, lo cual le da un valor añadido. Basta una lectura honesta al azar para hallar ideas valiosas.
Se acusa a Cateriano de ser obsecuente, de no señalar errores salvo “pecados veniales”. Pero sí hay críticas, como el diagnóstico errado de Vargas Llosa sobre Toledo, o su postura idealista sobre el tema agrario. Si hay otros errores graves que el autor no ve, el crítico debería indicarlos claramente. La admiración no excluye la lucidez, como tampoco la coincidencia ideológica implica sumisión.
Yrigoyen sostiene que el libro es innecesario, que todo en él es “deja vu”. Pero los lectores deciden la necesidad de un libro, no los críticos. Hay muchos jóvenes que apenas conocen a Vargas Llosa y a quienes un texto accesible como este les puede resultar revelador.
Finalmente, el artículo concluye que Vargas Llosa no aprobaría este libro porque no contiene una crítica suficiente a su figura. Pero ¿es obligatorio “demoler” a quien uno admira? Tal vez, al contrario, a Vargas Llosa no le habría gustado la dureza del artículo de Yrigoyen. Pedro Cateriano, desde su cercanía, ofrece una visión que permite entender mejor al personaje. Gracias a su libro, muchos podemos responder con más precisión una vieja pregunta: ¿cómo ha sido posible un peruano así?
COMENTARIOS