Juan C. Valdivia Cano
Pelotudeces antidemocráticas
La izquierda “progresista” continúa apoyando al radicalismo violentista

Que jóvenes inocentes y desinformados hayan votado por Castillo no es reprochable, porque en general a esa edad se actúa políticamente de buena fe y con alto grado de credulidad, atrapados también por esa “pasión por la ignorancia” de la que habla el más atinado de los filósofos argentinos de nuestro tiempo, Tomás Abraham. Tampoco es reprochable que los campesinos de la sierra que aún mantienen una cosmovisión entre animista y cristiana hayan votado por alguien “idéntico” a ellos, con la misma calidad educativa.
Pero ¿qué explica que peruanos con educación universitaria o superior hayan votado por Pedro Castillo? Los caviares, que lo apoyaron con todo, dominados por su ideología estatista obsoleta —justo por ser una ideología— no esperaban que sucediera lo que empezó a suceder desde la transmisión de poder con Bellido y Cerrón, presidente de facto. Y a ellos les echan toda la culpa de las “sorpresivas” actitudes, como si Pedro —a pesar de las varias barrabasadas que ha hecho y dicho en tiempo récord– fuera un manso campesino pobre, chotano humilde, profesor auténticamente peruano (y, dicho sea de paso, representativo de la calidad educativa que las indiscretas estadísticas de la UNESCO muestran públicamente).
Léase La República y Hildebrandt en sus trece —medios caviares por excelencia— en el período de la segunda vuelta, hasta el último número a partir del nombramiento de Bellido. No apoyaron a Pedro porque era el mal menor en relación a la satánica Keiko; no, Pedro no era mal menor para ellos sino el bien mayor, el buen candidato. Era su candidato, el candidato que defendieron porque se identificaron y aún se identifican con él los izquierdistas más duros y los más caviar, de Cerrón a Hildebrandt: Pedro el Bueno frente a la maléfica Keiko. Y defendieron a uno y atacaron a la otra con saña.
Votaron por el mal mayor atrapados por su ideología izquierdizante, una contribución al maniqueísmo, la polarización, el odio, la intolerancia (la otra posición es absolutamente mala, la mía es buena y viceversa). No vieron que no había alternativa buena sino, en el mejor caso, una menos mala. ¿Cómo se explica tanta rabia, polarización, tolerancia cero, si solo teníamos dos opciones bastante malas? Respuesta: porque la mía es la buena
Caviares y cerronistas son ideológicamente lo mismo, no creen en la democracia sino en la igualdad ante Dios. no creen en la dignidad y la libertad como valores jurídico democráticos (que no son ni morales, ni religiosos), porque para ellos esos son valores liberales o burgueses, es decir, la derecha, y ellos no aceptan ni a la burguesía, ni al capitalismo, ni a la economía libre (que no tenemos). Somos mercantilistas desde siempre. No se adopta la modernidad excluyendo la economía de mercado. No creen en el individuo, en la persona humana, porque eso es individualista y burgués (como si ellos no lo fueran de la peor forma, la vergonzante). Solo hablan de la igualdad que ellos confunden con igualdad de todos los seres humanos ante Dios, y no como igualdad de los ciudadanos ante el derecho, como no discriminación, como Isonomía. Los griegos no creían en la igualdad “real”, por eso crearon la isonomía y, con ella, la democracia. No como compasión por los pobres, los campesinos y obreros.
Ellos descreen de la democracia como fin, aunque han aprendido a utilizarla desde que políticos como Javier Diez Canseco, que dejaron de hablar de maoísmo, postularon al “parlamento burgués”: la izquierda estatista o intervencionista que utiliza la ideología marxista cristiana, encaja bien con el cristianismo de los pobres. Cerrones y castillos sabían lo que querían: poder total, para compartirlo solo con la familia, paisanos y amigos.
Pero los caviares, siempre ambiguos e indefinidos, están con la democracia, pero también con Pedro, Cerrón y Bellido. Con Dios y con el diablo: no es posible creer en la democracia —con todos sus valores— y a la vez creer en los personajes que nos (des)gobernaron. Creen que el Estado es el nuevo Dios que resuelve todos los problemas, hasta llegar a la flagrante tontería de proponer la creación de una comisión para evitar que el dólar suba, que es como dar un decreto supremo contra la ley de la gravedad. ¿Cómo una caviar como Verónika Mendoza siguió apoyando al delincuencial Cerrón, el presidente de facto, a pesar de la misoginia, la homofobia y el machismo? ¿Esos no eran sus temas favoritos, sus platos bandera? ¿Qué es lo que hizo que Verónika soporte el machismo, la misoginia y la homofobia declaradas y comprobadas en ese gobierno de apetitos totalitarios? Adivinen, finos lectores. ¿no está claro quien tuvo la razón? ¿Quién apostó por el mal menor?
Vean cómo la izquierda chic o caviar va acomodando poco a poco su discurso, cuando bien tardíamente se dan cuenta de la yuca leninista del humilde campesino chotano. Cerrón los hizo pedritos, por así decirlo. Y no van a reconocer jamás que se equivocaron…pero sí se equivocaron al elegir el mal mayor. Y a Vargas Llosa le dieron duro con un palo y duro también con una soga… por atreverse a discrepar con ellos respecto al mal mayor.
Otro punto común: del portero al presidente siguen pensando que en la Cuba “democrática”, según ellos, el bloqueo (el embargo), que es parcial con EE.UU. y no lo hay con el resto del mundo, puede hacer olvidar las circunstancias concretas, las feas contradicciones políticas, económicas, ideológicas internas de la pobre Cuba, que son determinantes. Hay que ser Héctor Béjar, Cerrón, Castillo, Verónica, o el esperpéntico Bellido, para creer que los gobiernos de Cuba, Venezuela, Nicaragua, etc., son gobiernos “democráticos”. Eso es un asalto a la razón.
La democracia es algo que se acaba cuando se dejan de lado los valores democrático liberales: libertad, dignidad (autonomía personal) tolerancia, igualdad de derechos, pluralismo, etc., Solo se enfatiza la igualdad de todas y todes, que se mal entiende como un objetivo de igualdad real (todos el mismo sueldo, salvo los dirigentes): la paradoja de la lucha por la desaparición de las diferencias (no a las diferencias) y su negación a la vez (no hay diferencias, solo son “culturales”).
Ninguna izquierda cree en la democracia como fin sino sólo como medio para encaramarse en el poder y atornillarse indefinidamente. No saben nada de un sistema que permite la convivencia de una pluralidad de intereses, de puntos de vista, de fuerzas sociales, un sistema político donde se pueda controlar el poder, donde la libertad sea el valor fundamental y no el manual cubano de marxismo leninismo. Esos no saben competir democráticamente.
Se indignaban y ofendían cuando se comparaba a Perú Libre —antes de las leninistas declaraciones iniciales del presidente Cerrón— con la posibilidad de terminar como Venezuela, Nicaragua o Cuba. Pero el hecho que hayan fracasado no descarta sus intenciones comunistoides. Y aunque no es posible que se repita una experiencia histórica al cien por ciento, sin embargo podemos constatar por ejemplo, que, a pesar de las diferencias con la de Evo en Bolivia o Cerrón en el Perú y las experiencias caribeñas, las similitudes, los rasgos comunes son inocultables, predominantes y decisivos, sobre todo el que está de moda: tomarse el poder legalmente y a partir de ahí fabricar algún tipo de totalitarismo, andino, caribeño, etc. No importa. Y se acabó la poca libertad en la siempre frágil democracia latinoamericana.
Son doblemente enemigos de la democracia: leninistas y pre modernos. Y siguen usando la imagen de Mariátegui que era exactamente inverso a ellos, política, ética, literaria, artística y metafísicamente: primer pensador postmoderno. Con Antonio Gramsci fueron los primeros grandes críticos del marxismo ortodoxo, escolástico, dogmático, el de Abimael Guzmán, el de Diez Canseco, el de Verónika, el de Cerrón, que se han dado el gusto, por año y medio, de llegar al poder por interpósito sombrero, sin responsabilidad alguna. Son producto de una sociedad que educa para el autoritarismo, el despotismo, el abuso de poder. ¿Qué esperábamos? Los caviar son ambiguos, pero a la hora de la hora apoyan los intentos comunistas o totalitarios, y siguen combatiendo a la derecha de Keiko, como el enemigo principal.
La diferencia es que aquí en el Perú, el totalitarismo dijo su nombre —desde antes de la segunda vuelta— y lo que quería hacer. Es un poder conchudo, típico del hombre masa que no cree ni en el diálogo, ni en la buena preparación, ni en la buena educación, de la cual se mofan con maloliente descaro. Ellos tienen la verdad y todo lo demás es literatura. Los une la ideología estatista que no cree en valores burgueses, es decir, democráticos y liberales, ni en la economía de mercado, o sea la economía moderna. No creen sino en el colectivo, que es un abstracto que gestó el totalitarismo soviético, cubano, venezolano, nazi alemán, etc.
A pesar de sus diferentes matices, no creen tampoco en la sociedad porque no creen en la singularidad irrepetible de los ciudadanos que la componen. Apuestan totalmente por el Estado. Todos son intervencionistas y constructivistas y creen que todo se diseña y debe diseñarse desde arriba. Todo lo resuelve y debe resolver el Estado, sin transparencia y con cortinas floreadas en camioneta polarizada.
Una obsesión casi paranoica por el ocultamiento y por copar todos los cargos y resquicios del poder con una angurria entre grotesca y ridícula, desde antes del primer día. No faltan la desfachatez y la cara de piedra, (el palo es muy blando). Si Dios es peruano, ¿por qué nos envió a Pedro? Y los tontos vivos esperaban que eso que estaba debajo del sombrero se rectificara solito, sin el soplo mefistofélico de un nuevo Vladi.
Pero de Diego García Sayán hasta Verónika Mendoza o Hildebrandt, los caviar en sus varios tipos también tienen un rasgo negativo común: no creen en el capitalismo, por eso no creen tampoco en la libertad (ni en la de mercado ni en las otras). La economía de mercado es su bestia negra. Son comunistas, que ahora hablan de democracia como si creyeran en ella (solo porque el comunismo está en sus estertores y todos lo ven, menos los diversos izquierdistas, ya no es políticamente correcto).
Por eso cuando un camarada comunista llega al poder hay que apoyarlo… porque es comunista. ¿Y la democracia? Verónika apoyó a Cerrón y Castillo con todo, sin dudas ni murmuraciones: ¿cuál es la diferencia ideológica y política entre ellos? Si hubo diferencia no me acuerdo. Si a ella le importara el género, la mujer, los LGTB, etc. ¿habría apoyado a un gobierno de esta calaña? ¿No tenía que haberlos mandado al carajo?
Son anti capitalistas de hecho y anticomunistas en el discurso…caviar porque ahora hablan de “democracia” que para ellos solo es “igualdad”, es decir compasión demagógica por los “más necesitados”. Por eso no podemos modernizar la economía, porque ante el rechazo general al capitalismo solo queda el estatismo intervencionista de izquierda y el mercantilismo de derecha, en sus diferentes grados, combinaciones y matices, parapetados en un discurso populista con mascarilla democrática. Demócrata es el que adopta el paquete completo: todos los valores democrático republicanos, no solo la igualdad, mal entendida, además. Y eso es lo que hemos tenido siempre, no capitalismo. ¿De dónde pecata mía?
Y por eso se ha entendido mal el concepto de “economía social de mercado”- Entre nosotros es una puerta abierta al intervencionismo estatal ilimitado, porque en la práctica no entienden “lo social” como relativo a la sociedad civil sino a la sociedad política, al Estado entendido como gobierno. Para ser coherentes deberían llamarle, tal como se le entiende en países como Perú (no estamos en Alemania) “economía estatal de mercado”. Pero para que no se note la tremenda paradoja (estatal de mercado) en lugar de lo estatal, en lugar de poner lo que es, la verdad, la cubren con el vergonzante manto populista de “lo social”. A los regímenes de Cuba, de Nicaragua, de Venezuela, etc. ¿Qué les importa lo social? Basta con auto denominarse “socialista”
La realidad de los malos empresarios, que nadie niega, lleva, sin embargo, a cometer una falacia: que el capitalismo es intrínsecamente malo, moral y económicamente. Idea que se ha internalizado por medio siglo de difusión del marxismo ortodoxo, dogmático y autoritario en nuestros países a través de las universidades, que encajó muy bien en el terreno abonado por la moral judeocristiana de los pueblos: el dogmatismo, la sumisión mental, la pobreza como santidad, la ignorancia como virtud. Y de prejuicios como el de que el rico se hace más rico a costa del pobre, por tanto no hay que apoyar el desarrollo de la riqueza ni a los que se dedican a ello, los empresarios, porque ello aumentará la explotación del hombre por el hombre. No pueden concebir la economía sin la mano del Estado y los políticos corruptos que siempre cobran por sus servicios.
No se han preguntado todavía por qué en los países capitalistas, como Suecia, Noruega, Holanda, etc., hay mucha menos corrupción y nivel de vida, económico, educativo, político, administrativo más alto, si el capitalismo es tan malvado como lo pintan. Como los pobres son mucho menos allí y el país es económicamente solvente, se puede ayudar efectiva y eficazmente a los pobres. Y es solvente porque es capitalista. ¿Cómo se podría mejorar la situación de los millones de pobres en nuestro país si no se formaliza ese 70 por ciento de economía informal para convertirla en capital y aumentar su capacidad productiva y la riqueza en su conjunto?. ¿De donde pecata mía?
Es fuerte aún el peso del cristianismo caviar que comparte su anticapitalismo con la Iglesia y la derecha mercantilista (ni capitalismo ni comunismo), la ambigüedad. El forzado símbolo del candidato cholo, pobre, campesino, cara de sonso, humilde, chotano, etc. casi tan caricaturesco como el de la paisana Jacinta. Eso pega en una parte del electorado. Es la representación, consciente o no, del buen cristiano andino. De ahí la común ambigüedad cristiana de todos los ex postulantes en la primera vuelta, excepto Hernando de Soto, que sabía y sabe muy bien qué hacer con la economía peruana con puntos y comas. Si no se formaliza esa enorme cantidad de bienes no se vuelve capital y riqueza, no se multiplica, como en los ricachones países capitalistas. No hay que descubrir la pólvora —ya está descubierta— sino fabricarla.
Por eso también sorprende la torrencial lluvia de resentimiento y odio injurioso y calumnioso contra el único Premio Nobel que hemos tenido (y quién sabe en qué futuro siglo tendremos otro). ¿No merece respeto especial? ¿Y su opinión tampoco merece respeto? Todo por elegir certeramente, en la segunda vuelta, el mal menor y por defender con su habitual fuerza su posición y atacar con la fuerza de la verdad al mal mayor. ¿Se equivocó Vargas Llosa? No, se equivocaron sus enemigos gratuitos. Pocos lo reconocerán a pesar que votaron por el mal mayor. La débil capacidad auto crítica peruana no lo permitirá, siempre dejarán a salvo su ego.
No puede haber mal mayor que la sombra de Nosferatu, de algo efectivamente demoníaco como es el totalitarismo, cualquiera sea la versión: acaba con la libertad del ciudadano, de la persona, valor fundamental de una sociedad moderna y democrática que quiera el desarrollo. Vargas Llosa no se equivocó. Recuerda su enérgica actitud cuando denunció precozmente el carácter de la dictadura cubana en los primeros setenta. Y también se le vino el mundo encima y recibió tanta y tan ignominiosa e injusta injuria, envenenadas por el resentimiento, la envidia. Léase La República y el semanario Hildebrandt en sus trece en período de segunda vuelta, ¡cuánto veneno sobre el Nobel arequipeño! Se le acusa de tratar de evitar el mal mayor, en el fondo, que ellos eligieron: lo que estamos viviendo que no es pesadilla sino pura realidad, si bien algunos intonsos no despiertan de su sueño leninista totalitario…y creían que algo había debajo del sombrero. ¡Y siguen apoyando a Castillo! ¡Qué bárbaros!
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