Eduardo Zapata
Neutralización y silenciamiento de la educación superior tecnológica
Tenemos una educación unilateralmente orientada a la universidad

“Te lo debo a ti maestra / Dios te dé su bendición / Ya sé leer / y pronto me graduaré de doctor/”. Son versos ´inocentes´ de algún libro de educación primaria que revelan el condicionamiento unilateral de la escuela hacia la universidad. Y aparte de que por esta vía se inhiben la creatividad y las inteligencias múltiples, y como no hay más camino al éxito, allí están las instituciones personalísimas –disfrazadas de educación superior– para asegurar el camino fácil hacia Grados Académicos.
En el estudio del lenguaje se reconoce un principio que se llama neutralización. En la vida de las lenguas la preponderancia de la metáfora, por ejemplo, neutraliza la opción por la metonimia. Así como la predominancia de las oraciones subordinadas suele neutralizar la opción por oraciones yuxtapuestas.
Ocurre que por ignorancia de saber qué es la universidad y por la demagogia de aprovecharse de la buena fe de padres de familia y alumnos, ahora hasta se ofrece el libre ingreso a las universidades. O se prostituyen estas para licenciar e institucionalizar la mediocridad, con el aval del Estado, que se vuelve cómplice de la estafa a la universidad y al país y a quienes aspiran honestamente a un futuro mejor.
En el camino neutralizamos la atención a la educación superior tecnológica. Aquella que está más cerca de las aspiraciones básicas de la comunidad. Porque una educación técnica de calidad es una urgencia del país y una urgencia de los individuos. El mercado laboral requiere técnicos y estos ganan –largo– más que los ´doctores´. Sobre todo si estos últimos lo son por obra y gracia de la estafa.
La oferta de una educación superior tecnológica de calidad evitaría tener una educación unilateralmente orientada a la universidad. Promoverla sería promover a los más y contar con esas personas calificadas que el país requiere. Y se neutralizarían así también aquellas voces que, para defender el statu quo, no vacilan en falsificar la universidad. Esta no es una fábrica adocenada de profesionistas. Así como las tesis no pueden ser simple llenado irracional de recetas.
Se necesita ser miserable para banalizar la universidad y –a la vez– neutralizar la importancia de la educación superior tecnológica. ¿Por qué no preocuparnos en poner a su nivel –vía el sinceramiento– ambas propuestas de vida?
Lo que no cuesta no se valora. Y deben costar ambas propuestas. Ello no significa la eliminación de la llamada gratuidad. Las recetas de simplificación son terreno fértil para esa terrible institucionalización de la mediocridad.
COMENTARIOS