Juan C. Valdivia Cano

Milei y Argentina (V)

¿En qué cree Milei?

Milei y Argentina (V)
Juan C. Valdivia Cano
30 de octubre del 2024

 

La calidad educativa argentina probablemente sea la más alta en Latinoamérica, aunque los argentinos mismos se quejen de ella, (como los franceses de la suya a pesar de su remarcable superioridad frente a la mayoría de nuestros países ). Y por ir pedagógicamente a los extremos, coloquemos los nombres del citado Jorge Luis Borges y de Lionel Messi, cada uno en su muy distinto oficio, evidentemente, pero vinculados por la universalidad y el brillo cosmopolita de su magnífica producción respectiva, que el año pasado (diciembre 2023) ha llevado a Leo a ser The world's best player for the eight time. Este hecho ha sido comentado en un enjundioso artículo de Sean Gregory en la revista Time (Athlete of the year). Sin dejar de mencionar a Diego Armando Maradona, otro argentino genial. 

Una calidad que se irradió hasta los años sesenta, más o menos, de la cual aprovechamos los países vecinos, su literatura, su fútbol, su cine, su música, sus editoriales. Incluido este escribidor, que gozó y bebió en la infancia de las providenciales revistas Billiken y Leoplán, de sus textos e imágenes imborrables. Ello gracias a una familia “pobre pero con libros”, como diría de su padre Atahualpa Yupanqui –otro argentino gauchescamente universal y cosmopolita en el sentido más noble. Como Astor Piazzola, otro gigantesco argentino que reinventó el Tango para el siglo XXI, más cadencioso, global y precioso aún que el tango ortodoxo (si se me perdona el atrevimiento) más ampliamente universal mientras más profundamente argentino; mostrando en vivo que la mejor forma de mantener viva una tradición valiosa es renovándola. 

Algo que, por lo demás, ha caracterizado a esta cultura desde Juan Bautista Alberdi (creador del constitucionalismo liberal y la grandeza argentina) hasta Borges, pasando por Sarmiento, Ingenieros, Cortazar, Sábato, las hermanas Ocampo, Puig , Arlt, Bioy Casares, Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, Manu Ginobili , Charly García…y Javier Milei, solo para mencionar a los argentinos que más conozco, debo y amo, porque hay muchísimos más. Y el Tango -lo más argentino de la Argentina- el de Piazzola, representa musicalmente muy bien ese cosmopolitismo y esa universalidad en el mundo. 

 

Don Franciso y Charly (1984)

Don Francisco: Piazzola dice que tu no tienes sentido nacional porque el rock es norteamericano.
Charly: Y…Piazzola toca como Bach... también con ese…ósea …no sé, pero él no piensa así. Él habló conmigo y me dijo que estaba bien.
Don Francisco: ¿que estaba bien? 
Charly: que estaba bien, me dijo. A los dos nos gusta el tango, a mi me gusta el tango también.
Don Francisco: pero tu no cantas tango. 
Charly: No, hago Tango de ahora. 
Don Francisco: ¿Por qué? 
Charly: porque el tango de antes ya lo cantó mi papá. 

Milei dirige el Estado argentino, a pesar de su filosofía anarco capitalista, porque cree en la institucionalidad democrática, que hace posible la libertad económica. En lo que no cree es en los gobiernos empobrecedores. Y no define el liberalismo sino que toma el concepto del maestro Alberto Benegas Lynch Jr. con el cual estamos completamente identificados (“El respeto irrestricto del proyecto de vida de los demás…”). Pero, como recuerda Isaiah Berlin, en su libro ”Contra corriente”, hay muchas nociones de libertad que, agrego yo, no tenemos por qué descartar, salvo aquella que la concibe como hacer lo que a uno le da la gana, que no es excepcional ni infrecuente en la opinión pública. Contra esa noción idiota de libertad suelo utilizar, entre estudiantes, el concepto estoico de libertad, que se ha mantenido a lo largo de la historia de la filosofía hasta la modernidad : la libertad como “consciencia de la necesidad”. 

Si tenemos en cuenta la importancia de la “batalla cultural” que han emprendido con fuerza jóvenes libertarios en nuestro continente en estos últimos años (Gloria Alvarez, María y Antonella Marty, Maria Blanco, Axel Kaiser, Lucas Ghersi, Víctor Espinoza, Fabio Núñez del Prado, Agustín Laje , Juan Ramon Rallo y el mismo Javier Milei) ese concepto del maestro Benegas Lynch es arma fundamental. Aquí no lo desarrollamos para centrarnos en la experiencia argentina y el papel protagónico de Javier Milei. Lo que no quita que digamos algo genérico sobre el liberalismo para enmarcar con más claridad nuestro intento. 

El liberalismo es una cosmovisión moderna, una forma de vida y una manera de ser indisoluble de ella, fundada en la dignidad y la libertad del ser humano, es decir, en la capacidad y el derecho que tiene todo ser humano de decidir su propio destino. Por eso dignidad es merecimiento. Y “digno de” es sinónimo de “merecedor de” ¿De qué es merecedor, de qué es digno, entonces, el ser humano? Lo repito, de decidir su propio destino y que no lo haga por él el poder legislativo, el Papa, la Iglesia católica, el papá, la mamá, la abuelita, la pareja, los amigos , los colegas, o los vecinos. Y como en ese destino está la muerte -insoslayable e inseparable de la vida- la decisión sobre su oportunidad y su forma también constituye parte de dicho merecimiento, de dicha dignidad ¿Quién más podría decidir en lugar de nosotros mismos algo tan crucial, sin privarnos de nuestra más cara libertad, inseparable de nuestra más sagrada responsabilidad? 

 El liberalismo se funda en el derecho a la dignidad, a la libertad, a la igualdad ante la ley y a la propiedad. La libertad que Isaiah Berlin llama “negativa“, como “ausencia de coacción” más que como “poder”. “Yo no tengo derechos -decía el filósofo Vladimir Jankélévitch- solo tengo deberes. Y si tengo derechos es solo por chiripa, es decir, en la medida en que los demás tienen deberes frente a mi”. Atingencia pertinente ahora que prolifera tanto el olvido de los deberes, como con cada nueva necesidad, aunque sea falsa, nuevos derechos “humanos” (como si pudieran haber derechos no humanos y sin deberes) contribuyendo a su banalización y a su ineficacia. El que algo sea necesario, no lo convierte automáticamente en derecho.

Por ejemplo el de las cuotas electorales obligatorias de la mujer, o el delito de feminicidio, o la del ridículo lenguaje “inclusivo”, que parecen propuestas de mentes machistas y desinformadas y, en todo caso, violatorias del principio de igualdad ante la ley y del simple sentido común, un sentido que no todes poseen, como se ve. Es machista, ofensivo y falso porque parte del supuesto tácito de que la mujer es un ser débil , sin carácter, dependiente, por lo cual requiere apoyo especial como los discapacitados. Apoyo violatorio del principio fundamental del derecho a la “igualdad ante la ley”, como todo privilegio, porque implican discriminación sexual del resto, en este caso. ¿Y por qué no cuotas para los homosexuales? ¿Y los transexuales? Ni siquiera se les respeta sus derechos.

Juan C. Valdivia Cano
30 de octubre del 2024

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