Eduardo Zapata
Lesa Universidad
La polémica en torno a la tesis de maestría de Pedro Castillo

Soy un hombre de universidad. Y –como tal– profundamente dolido por el affaire de la llamada tesis del inquilino de Palacio de Gobierno. Que no solo no es tesis alguna, sino que está impregnada de una pátina de mugre que se dimensiona por el carácter instructivo-social que el asunto conlleva.
Para cualquier persona bien nacida vinculada al mundo universitario basta con comprobar que la ausencia de un marco teórico propio –y no indebidamente apropiado– en el documento del señor Castillo constituye ya un elemento que vicia de origen el todo. No se requiere de Turnitin. Cualquier miembro probo de la comunidad universitaria lo sabe, lo diría y se escandalizaría ante esta ausencia.
Pero he aquí que voces oficiales y oficiosas que pretenden ocultar o minimizar el acto de corrupción cometido por un graduando terminan por poner en evidencia cuánto de verdad hay en que nos preocupa el futuro de los jóvenes y cuánto de verdad y autenticidad hay en reclamos por la llamada calidad educativa.
Aparte de lo hecho por el señor Castillo y su señora esposa, es terrible comprobar en el silencio de instituciones como la Sunedu un compromiso no con la calidad educativa sino con la corrupción. Ante lo ocurrido esta institución debió pronunciarse. Más que de sobra hay razones para hacerlo pues de por medio está no solo la honra de la institución académica llamada universidad sino –por el carácter instructivo-social del affaire, lo hemos dicho– la moral pública en su conjunto.
Y vemos a ministros y a mucha prensa tratar de tejer un manto de impunidad para el indignatario presidencial. Acudiéndose, por último, a tratar de desviar el tema y presentarlo como ´pequeños deslices´ que se perdonarían porque se trata de prácticas extendidas. ¡Hay que revisar todas las tesis! Plantear un imposible es una manera poco ética de afrontar el problema. Aquí en el momento se está viendo el trabajo de dos graduandos, la responsabilidad que le cabe a la universidad que convalidó el asunto y aquella que le compete a la Sunedu.
Más allá de los agentes del plagio precisamente están los que con sus voces y silencios se convierten en cómplices del acto de corrupción que no admite discusión académica. Esta es ya innecesaria. Pues el affaire al adquirir una dimensión instructiva para la sociedad toda requiere honestidad intelectual en el juicio y transparencia. Mañana –más que probable para quienes estamos en el mundo de la universidad– cuando veamos otros pasos administrativos que ha seguido el documento al que nos referimos será demasiado tarde porque el daño causado a la población toda, y particularmente a los jóvenes del país, avergonzará a más de uno que hoy antepone intereses políticos a un tema que compromete esencialmente lo académico y la moral pública.
Lesa Universidad. Un agravio en el corazón y esencia de la institución académica: la investigación.
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