Guillermo Vidalón

La indignación y el reflejo de Venezuela

Para no tomar decisiones electorales equivocadas

La indignación y el reflejo de Venezuela
Guillermo Vidalón
15 de agosto del 2018

 

La ventaja de conocer los desaguisados políticos y judiciales, descubiertos a partir de los audios, es que se ha hecho evidente quiénes nos gobiernan y terminan por ejercer el poder desde las diferentes instancias del Estado. Ni siquiera los candidatos a la alcaldía limeña despiertan el interés de los ciudadanos. Nadie cree en ellos ni tampoco en los medios de comunicación. La delegación de poderes a través de la democracia representativa está en crisis y la ciudadanía se encuentra maniatada, obligada a votar por alguien en quien no confía o será multada, porque así lo establece la ley dada y promulgada por los mismos políticos.

La reflexión es importante porque si la clase política no cumple con su rol de transmisión de los intereses ciudadanos puede poner en riesgo la misma estabilidad democrática. El grito de una masa inorgánica, el conocido “que se vayan todos”, expresa el hartazgo, pero también deja una ventana abierta para los aventureros de la política.

En 1990 las elecciones generales fueron ganadas por el Ing. Alberto Fujimori Fujimori, quien por entonces era conocido por haber sido rector de la Universidad Nacional Agraria, conducir un programa de televisión en Canal 7, aliarse con el líder de la pequeña y mediana empresa, Ing. Máximo San Román, y con el Consorcio de Iglesias Evangélicas. El resultado fue que derrotó al conocido y hasta ahora único Nobel de Literatura peruano, Mario Vargas Llosa.

Don Mario pierde porque encabezaba al Fredemo, un conglomerado de partidos (Acción Popular, Partido Popular Cristiano y Movimiento Libertad), todos ellos enfrentados a los actores políticos de entonces, el Apra del primer Alan García y las izquierdas encabezadas por Henry Pease y Alfonso Barrantes Lingán. Los otros actores fuera del sistema político democrático fueron los grupos alzados en armas, Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru.

Por entonces no se acuñó el grito “que se vayan todos”; pero en la práctica, el electorado optó por cualquiera antes que los políticos “oficiales”. Más allá de la posición que se tenga frente a los gobiernos de Alberto Fujimori, la realidad nos demuestra que aquello que se criticó en los noventa —el control de la línea editorial de los medios de comunicación, el copamiento de las instituciones del Estado, etc.— ha empeorado en el denominado período democrático.

A comienzos del presente milenio, todas las males artes de la política fueron achacadas al fujimorismo. Quienes estaban fuera del colectivo naranja se presentaban como los abanderados de la moral pública, y la ciudadanía confió en ellos otorgándoles su voto. Ahora la realidad es más deleznable y, por consiguiente, más riesgosa. Recordemos los sucedido en Venezuela: Hugo Chávez, después de su intentona golpista, llegó al poder haciendo uso del sistema democrático para quebrarlo desde dentro e imponer un gobierno totalitario, en el cual se mantuvo hasta su deceso. Lamentablemente para el pueblo venezolano, dejó como sucesor a Nicolás Maduro.

Ojalá que en el 2021 no canalicemos nuestra indignación de manera inadecuada y terminemos convirtiendo al Perú en el reflejo de Venezuela.

 

Guillermo Vidalón
15 de agosto del 2018

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