Manuel Bernales Alvarado
Interés nacional y estatura estratégica
A propósito del Pacto Mundial sobre Migraciones

El día de ayer, en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, se votó el Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular, acuerdo no vinculante, no obligatorio para sus signatarios, y de cuyo proceso se han retirado varios Estados, mientras que otros (como Chile, a través de la declaración de su presidente) anticiparon su no aprobación. Tampoco lo firmarían República Dominicana, Austria, Eslovaquia, Hungría, Letonia, Polonia, República Checa, Australia y Estados Unidos, que adelantó su negativa hace medio año.
En el Perú se han alzado voces en su contra del Pacto, argumentando que obligaría a proveer servicios de seguridad y buena calidad de vida a miles de migrantes, como los venezolanos, mientras que millones de peruanos no los tendrían. Este rechazo es sobre todo metropolitano y urbano, donde los migrantes venezolanos trabajan por menores remuneraciones que las pagadas, con excepciones, a los peruanos. Especialmente que las pagadas a mujeres jóvenes peruanas, según expresiones periodísticas no documentadas científicamente.
Reacciones parecidas hemos visto en bonaerenses, montevideanos y santiaguinos respecto de peruanos. Sin embargo, los migrantes peruanos se han ganado un lugar en esas sociedades; aunque han seguido dándose hechos delictivos, faltas e inconductas ciudadanas marginales, no dominantes. Los peruanos no han emigrado a país alguno como pandilleros, “mareros” en el lenguaje de América Central y del Norte, sino como personas que buscan sobrevivir y vivir mejor, arraigándose muchos de ellos y aportando millones de dólares en remesas a sus familiares radicados en nuestro país.
Lo mismo ocurre con los migrantes que con mala fama a cuestas, a veces en casos bien ganada, migran de otros países de nuestra América morena (Sudamérica, Centroamérica y México) principalmente hacia los Estados Unidos. Este último es un país multinacional y cultural en su origen, que para crecer prácticamente realizó una guerra interna contra los aborígenes, una guerra civil, guerras contra México y España para ampliar sus territorios continentales y su dominio secular en Cuba y Filipinas, además del Pacífico insular.
Es de los Estados Unidos de donde salen las mayores remesas para el resto de América y otros continentes. Y ese país tiene de antiguo dos tendencias: una de participación globalista y otra aislacionista. A mi parecer, ambas tendencias son nacionalistas y hegemónicas, por medios y formas de acción distintas, no necesariamente incompatibles en el tiempo.
La noción de interés nacional, con tantas acepciones como las de interés público (en derecho, relaciones internacionales, ciencia política y ética), ha sido y es para los estadounidenses la razón de Estado para sus decisiones en paz o en guerra, en alianzas e iniciativas de largo aliento o de muy corto plazo. Eso es lo que es está en sus leyes, tradiciones, cultura, educación y opinión pública dominante. Y está determinado ante cada caso particular o general por su sistema institucional de gobierno. Proteger o alcanzar bienes y valores vitales para la integridad y supremacía de esa nación y su Federación.
¿Cómo se defiende ese interés y sus objetivos nacionales consecuentes? Con el desarrollo y aplicación de su poder a partir de su potencial, en el que no solo la naturaleza cuenta, sino sobre todo el factor humano, primero y esencial, el económico, el cultural, educacional y científico-tecnológico, el político y el militar. Eso ha sido conceptuado y definido desde la época de la Revolución de su Independencia, hasta llegar a la Segunda Guerra Mundial, ocasión para la conceptuación de inteligencia nacional e inteligencia estratégica, de Estado, valga la aclaración. En esa inteligencia radica la noción de “estatura estratégica” que se busca desarrollar para prevalecer y alcanzar sus objetivos como Estado y sociedad, aunque en este ámbito generador se han producido y continúan dando no solo factores cohesivos, sino divisivos, de diverso orden y magnitud.
De los Estados de América del Sur, vecinos del Perú, tradicionalmente Chile y el Brasil tienen una visión de larga duración, enraizada en los albores de la independencia de los países andinos y de la Argentina. Una visión plasmada en las “Cartas de Diego Portales” desde el Perú, donde se hallaba, y que se resumen en delenda est Perú y de paso Bolivia para que Chile pueda prevalecer, lo que se logró desde la Guerra de 1879 y los años de ocupación y saqueo. Y ahora mediante inversiones y comercio, como medios de poder y fuerza no militar. Se ha visto a raíz de la decisión internacional sobre nuestra frontera marítima y de su puja con Bolivia, que nuestro vecino tiene claridad sobre sus intereses nacionales y el crecimiento de su estatura estratégica.
Nosotros hemos pasados por varios sistemas políticos, económicos y culturales muy grandes, profundos y tremendamente contradictorios entre la post Segunda Guerra Mundial y la de Corea que nos benefició, y lo que llamo primera gran transición del siglo XXI. Por factores internos, entre ellos demográficos, económicos y culturales-políticos-sociales, que no terminamos de identificar ni de entender, e internacionales, viejas y nuevas mega trends en la fracturada mundialización, habrá tremendos avatares ecológicos, fronterizos, de Piura a Puno, alta y baja Amazonía y litoralización y concentración en la mega urbe Lima-Callao, con su “yapa” territorial al sur, norte y oriente andino, gobernadas y gerenciadas con criterios improvisados y plenamente pasadistas.
Estas cuestiones están detrás de una decisión de Estado sobre migraciones. En lo internacional arranca con la Organización Internacional para las Migraciones, fundada en 1951 y que se ocupa de la problemática de las migraciones. Con sede en Ginebra, cuenta con oficinas locales en más de cien países. Sigue con la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familias, adoptada por la Asamblea General de la ONU, tan incumplida como desconocida, en su resolución 45/158, de 18 de diciembre de 1990. Y sobre todo con el gran reto de migraciones africanas y asiáticas, principalmente de musulmanes hacia el debilitado “fuerte” europeo occidental, central y mediterráneo. También con el crecimiento poblacional, económico, tecnológico y militar de países principalmente de la gran cuenca del Pacífico, después de que el ciclo mediterráneo y atlántico fuera gradualmente superado por Estados ribereños del Pacífico, incluida Rusia.
Pienso que, como en otros acuerdos internacionales similares, serán los intereses nacionales y la estatura estratégica de los Estados lo que determine discursos en favor y en contra del Pacto Global voluntario. Y luego, de su cumplimiento por los débiles, con sus recursos propios, pequeñas donaciones y sobre todo empréstitos, que suelen pagarse con intereses leoninos o con soberanía. Nada nuevo bajo el sol.
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