Eduardo Zapata

“Hambre cero” y “Gestión cero”

Inutilidad, inmoralidad y grosera voracidad

“Hambre cero” y “Gestión cero”
Eduardo Zapata
30 de noviembre del 2022


Al señor Lula le funcionó. Elegir a un candidato manchado de corrupción –él y su Partido lo están– podía ser visto como el premio imposible al antivalor. Pero ocurrió. Y es que a los fundamentalismos del señor Bolsonaro se sumó la masa amaestrada en la dádiva. Aquella que vota ciegamente por quien le alcanza la taza de azúcar, sin preguntarse de por qué hay necesidad de obsequiarla o subsidiarla. Funcionó en Brasil, pues, el programa “Hambre cero”. Una masa creada ex profeso para tener un voto cautivo a perpetuidad; todo a partir de la corrupción del Estado.

Y aquí nos encontramos nosotros. Con inmoralidades públicas que cual fuegos artificiales deslumbran intensamente un momento, lo iluminan todo, pero desaparecen para ser reemplazadas por otro juego pirotécnico de inmoralidad. Y entre luces comunes o artificiales transcurren vidas cuyas fronteras económicas se desdibujan cada vez más. Cualquier indicador económico lo dice así. No se trata de signos económicos transitorios ni de fuegos artificiales, entonces tampoco transitorios. Son –junto con la inmoralidad de la familia extensa– el modus vivendi de una nueva Constitución, en la que los negocios apegados al modelo operarían con gran satisfacción.

Pero Lula tuvo un tiempo. Y ciertos funcionarios eficaces que no destruyeron el Estado. Con ese tiempo y esos funcionarios “Hambre cero” logró ser una dolorosa verdad políticamente muy útil para el actual presidente de Brasil.

Aquí no hemos tenido “Hambre cero”, sino “Gestión cero”. Inutilidad, inmoralidad y grosera voracidad. Que no solo ha terminado por enlodar a cuanto funcionario público haya ´servido´ para el gobierno, sino que no ha logrado asegurar ese bolsón de apoyo popular logrado por Lula con “Hambre cero”. Salvo parte de la familia extensa y algunos empresarios.

Ha sido triste comprobar la facilidad con la que se compra una democracia. Esta vez no hubo necesidad de videos inoportunos. Los mismos actores de los delitos se encargaron de defenderlos impunemente, acusando incluso de ´envidiosos´ a los que no lograban la trapacería. Y lo más triste, aquí y entonces, es que para mucha gente la ineficacia, la discrecionalidad, el favoritismo y la inmoralidad comiencen a ser un ideal de vida, tanto en el bando de los receptores de dádivas como en aquel de los ´generosos´ dadores. Un país en moral límbica.

Eduardo Zapata
30 de noviembre del 2022

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